Como la furia y el ruido
En Macbeth se decía de la vida que no es más que una sombra errante, como un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada. En el espectáculo de La Fura hay, sobre todo, ruido y furia, y es en lo que más se parece a Macbeth, aparte de alguna espada, alguna posible corona, bastante sangre y una bella reina desnuda. Y cruel.Olvidemos a Shakespeare, a su gran construcción de palabra, de significado; arrojado a las tinieblas, perdida cualquier comparación, lo que queda es violencia, agresividad, rudeza y maquinaria.
Una inteligente ingeniería que ...
En Macbeth se decía de la vida que no es más que una sombra errante, como un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada. En el espectáculo de La Fura hay, sobre todo, ruido y furia, y es en lo que más se parece a Macbeth, aparte de alguna espada, alguna posible corona, bastante sangre y una bella reina desnuda. Y cruel.Olvidemos a Shakespeare, a su gran construcción de palabra, de significado; arrojado a las tinieblas, perdida cualquier comparación, lo que queda es violencia, agresividad, rudeza y maquinaria.
Una inteligente ingeniería que rueda a impulsos de forzudos fureros y fureras como si quisiera aplastar o arrastrar a los espectadores que corren de un lado a otro del amplio espacio en una carpa; quemarles con sus antorchas, arrojarles sangre o nieve.
OBS
La Fura dels Baus. Guión y dramaturgia: Pep Gateli, Jürgen Müiler y Carlos Pardrissa. Música: Miki Espuma y Robert Merdzo. Intérpretes: Eloi Bonet, Pep Farrés, Sergi Faustino, Emili Gíner, Fulgenci Mestres, Gudula Mueler-Töwe y Gloria Rámia. Escenografía: Lluís Monteagudo. Vestuario: Ficticios y Mónika Harbort. Iluminación: Jaime Llerins. Sonido: Marc Sardá. Video: Jordi Casinos. Dirección: P. Gatell y J. Müller. Madrid, Parque de la Bombilla.
Estas walking shadows, sombras errantes, tratamos de protegernos huyendo, agupándonos en rincones, tapándonos los oídos agredidos por la percusión y los ojos por el resplandor, cansados por la media hora de espera a pie en la puerta, y por la hora y cuarto de espectáculo en el que somos fugitivos y multitud. La gleba, los súbditos.
A una enorme mayoría les gusta este papel que asume. Otros hemos corrido ya en varios espacios teatrales desde hace muchos años, creo que yo lo hice a partir de Ronconi, que trajo un caballo agresivo a un espacio de susto y admiración. Muchos, muchos se divierten así: y salen nerviosos, excitados. Emparejados, abrazados.
Hay una gran perfección en todo. Más que en la maquinaria o en las proyecciones, y en el valiente trabajo de los actores, en la forma que tienen de controlar la multitud: parece imposible que con toda esta furia suelta no haya ningún accidente.
La estética del grupo es más moderada que en otras ocasiones; hasta más pobre. Han tenido mejores momentos. Pero sus fieles no les fallan: van y corren, corren, corren.