Tribuna:

La debilidad política del euro

No es la primera vez que a una subida de los tipos de interés, decretada por el Banco Central Europeo (BCE), los mercados respondan con una reacción aparentemente contradictoria: facilitando la depreciación del euro. Ello fue lo que sucedió hace 10 días. En la última semana de agosto, las dos grandes zonas económicas del mundo hicieron lo contrario con el precio del dinero. La Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo los tipos de interés oficiales donde estaban, el 6,5%; el BCE los elevaba por sexta vez en su existencia, hasta el 4,5% (en noviembre estaban dos puntos por debajo). En el año y ...

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No es la primera vez que a una subida de los tipos de interés, decretada por el Banco Central Europeo (BCE), los mercados respondan con una reacción aparentemente contradictoria: facilitando la depreciación del euro. Ello fue lo que sucedió hace 10 días. En la última semana de agosto, las dos grandes zonas económicas del mundo hicieron lo contrario con el precio del dinero. La Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo los tipos de interés oficiales donde estaban, el 6,5%; el BCE los elevaba por sexta vez en su existencia, hasta el 4,5% (en noviembre estaban dos puntos por debajo). En el año y medio de moneda única, ésta se ha depreciado un 25% respecto al dólar. Hay que recordar que las actuaciones del BCE están motivadas oficialmente tan sólo en la defensa de la estabilidad de los precios; la depreciación del euro es un factor inducido.No es ésta la única posible mala noticia en ciernes. A finales de este mes, Dinamarca celebrará un referéndum para ver si la corona danesa se incorpora al euro. Los sondeos no dan un resultado neto, a pesar del apoyo de la clase empresarial y política a la integración. Dinamarca ya tiene una tradición negativa en cuanto a sus relaciones con la UE; en 1992, tras otra consulta sobre el Tratado de Maastricht (cuyo resultado la dejó fuera), se originó una crisis muy importante del Sistema Monetario Europeo, con una cadena de devaluaciones.

La significación de lo que suceda con la corona no se sustenta sólo en la relación del país nórdico con el euro, sino en el efecto contagio que podría tener sobre consultas semejantes en los otros países que están fuera, Suecia y Gran Bretaña. Y más allá, el golpe moral que podría suponer sobre la fundamental reunión del consejo de jefes de Estado y de Gobierno a finales de año, en Niza, en la que se tratará la reforma institucional de la UE y la ampliación a los países del Este.

Así pues, las consecuencias principales de la debilidad del euro, su falta de credibilidad ante los inversores, son más políticas que económicas. Desde este punto de vista hay que interpretar las campañas de promoción de la moneda que va a hacer en las principales plazas financieras del mundo el eje franco-alemán. Por un lado, los ministros de Finanzas, Laurent Fabius y Hans Eichel; por el otro, los gobernadores del Bundesbank y del Banco de Francia, Ernst Welteke y Jean-Paul Trichet. El que estos últimos no incluyesen en su gira al presidente del BCE, Wim Duisenberg, ha sido interpretado en algunos foros como una marginación de esta institución, puesta en solfa en más de una ocasión.

¿Cuáles son las claves económicas de la debilidad del euro? La primera es derivada: la fortaleza de la principal economía competidora de la europea. No deja de ser paradójico que el euro tuviera un respiro coyuntural en su cotización el mismo día en que se conocía que el paro había crecido una décima en Estados Unidos. El dólar tiene más atractivo que el euro para las empresas en sus inversiones a largo plazo. Las sociedades europeas invierten más en activos norteamericanos, que viceversa. Los inversores no se dejan guiar por la evolución de los tipos de interés en Europa y Estados Unidos, sino por factores estructurales de superioridad de la nueva economía que EE UU exporta al resto del planeta. El desplome del euro se debe a la huida de los capitales hacia zonas de mayor dinamismo. La respuesta está en la mayor productividad americana respecto a la europea. Las reformas fiscales que han anunciado Alemania y Francia tienen que ver con ello.

El euroescepticismo tiene un doble componente, el político y el económico. No se puede descolgar en el análisis ninguno de los dos.

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