Peter Stein transforma la versión íntegra de 'Fausto' en un espectáculo fascinante

Éxito de la función de 21 horas de la obra de Goethe en la Expo de Hannover

"Das Ewig-Weibliche zieht uns hinan" ("El eterno femenino nos lleva"). Los versos finales de Fausto, el 12.110 y el 12.111, sonaron el lunes de madrugada en el pabellón 23 de la Expo de Hannover. Eran las 0.25 cuando los personajes, vestidos de blanco, dieron por terminado su ascenso hacia el firmamento por una cúpula con estructura espiral que recordaba el Reichstag de Berlín. Culminaba así una representación teatral de 21 horas. El polémico Peter Stein, de 62 años, había realizado por fin su sueño: poner en escena la versión completa de Fausto.

Hasta el final, Stein supo retener a la ...

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"Das Ewig-Weibliche zieht uns hinan" ("El eterno femenino nos lleva"). Los versos finales de Fausto, el 12.110 y el 12.111, sonaron el lunes de madrugada en el pabellón 23 de la Expo de Hannover. Eran las 0.25 cuando los personajes, vestidos de blanco, dieron por terminado su ascenso hacia el firmamento por una cúpula con estructura espiral que recordaba el Reichstag de Berlín. Culminaba así una representación teatral de 21 horas. El polémico Peter Stein, de 62 años, había realizado por fin su sueño: poner en escena la versión completa de Fausto.

Actores

Hasta el final, Stein supo retener a la inmensa mayoría del medio millar de espectadores a los que había guiado desde el sábado por la tarde en una travesía por el mundo literario de Goethe. Stein se había propuesto respetar la letra y el espíritu. No se permitió ni un corte, ni una desviación, ni siquiera en la segunda parte de la obra, un texto sobre cuyas posibilidades de ser llevado a escena dudaba hasta el mismo Goethe, dado el predominio avasallador de la reflexión sobre la acción. El escritor recurrió a alegorías y a personajes de la mitología griega para filosofar sobre el poder, el ser humano y la naturaleza y la política. A diferencia de la primera parte, Fausto se salva, pese al pacto con Mefistófeles.Stein logró su fin. Utilizó una imaginación desbordante y un rico repertorio de recursos escénicos para dar vida y cuerpo a la representación, más allá del texto. Fausto se transformó así en un espectáculo fascinante. En ocasiones rozaba la ópera; en ocasiones, el circo, y otras se convertía en una versión animada de un cuadro de Bruegel o de El Bosco, en una pintura flamenca o un cuadro surrealista impregnado de poesía, como el que ofrecieron los cuerpos humanos desnudos que se abrieron camino entre los legajos polvorientos de Fausto. Stein llenó la escena de siniestros personajes y brujas con escoba y muslos descubiertos en la noche de los Walpurgis y de ninfas, faunos, leñadores, polichinelas y gracias en un desfile de más de una hora, que los espectadores contemplamos de pie; evocó campos de batalla gracias al entrechocar de armaduras estratégicamente colgadas, e invitó al público a apurar el vino vertido en medio millar de copas en la sala de los Caballeros, mientras Fausto sustituía a Paris en los brazos de Helena.

Para mantener la atención, Stein recurrió a cambios de escenario. Los espectadores debían levantarse y aguardar mientras los técnicos arrastraban los bloques de asientos entre dos espacios diferentes. No había butacas reservadas y, con el transcurso de las horas, el paso de una sala a otra se tranformó en una verdadera carrera, en la que algunos de los funcionarios y políticos llegados de Berlín y capitanes de la industria, acostumbrados a los asientos reservados en primera fila, se procuraban a codazos el mismo privilegio. Para mantener en forma a los espectadores, Stein se valió de descansos. El contraste entre los cafés y restaurantes semivacíos de la Expo y el ambiente que se respiraba en el pabellón 23 no podía ser mayor.

Christian Nickel, de 31 años, dio más cuerpo al Fausto joven que al Fausto maduro, papel en el que sustituyó al veterano Bruno Ganz, víctima de una caída. Gretschen (Dorothee Hartinger) fue ovacionada, pero el verdadero protagonista fue Mefistófeles, y especialmente el actor suizo Robert Hunger-Bühler, que compartía el papel con Johann Adam Oest y que imprimió una gran intensidad a su personaje. Buenos conocedores del teatro alemán admitían tener dificultades para seguir la segunda parte de Fausto. Para Michael Naumann, el ministro de Cultura de la cancillería federal, esta segunda parte, que sólo fue publicada tras la muerte de Goethe en 1832, refleja la problemática que se planteaba en Alemania a principios del siglo XIX y de la industrialización. "Se trata de la lucha entre la Ilustración y la mitología, de la razón contra el alma y las fuerzas del pasado. La pieza es muy conservadora porque adopta una actitud ambigua", dijo Naumann. Y, pese a las dificultades, los razonamientos del rey y los funcionarios de su corte sobre los fondos públicos provocaron risas en el auditorio, porque frases como "nuestras arcas permanecen vacías" y "si falta dinero, lo fabricaré" sirven también para hoy.

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