FIESTAS DE LA COMUNIDAD MADRILEÑA

Un bonito baile de disfraces

La Comunidad de Madrid ha montado, una vez más, su habitual chiringuito de calesas, piruetas ecuestres y pasacalles zarzueleros para celebrar la fiesta autonómica. Todo ello, con el personal disfrazado (toreros incluidos) de guardarropía teatral, como para asistir a un baile de Carnaval. Y todo ello en homenaje a Goya, al que se le supone una muy dudosa afición a los toros, sólo porque pintaba tauromaquias. También pintaba fusilamientos y no por eso hay que suponer que le gustaba ver morir a la gente a la luz de un farol. Goya era un liberal ilustrado, discípulo de Jovellanos, y se exilió a Bu...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La Comunidad de Madrid ha montado, una vez más, su habitual chiringuito de calesas, piruetas ecuestres y pasacalles zarzueleros para celebrar la fiesta autonómica. Todo ello, con el personal disfrazado (toreros incluidos) de guardarropía teatral, como para asistir a un baile de Carnaval. Y todo ello en homenaje a Goya, al que se le supone una muy dudosa afición a los toros, sólo porque pintaba tauromaquias. También pintaba fusilamientos y no por eso hay que suponer que le gustaba ver morir a la gente a la luz de un farol. Goya era un liberal ilustrado, discípulo de Jovellanos, y se exilió a Burdeos porque no aguantaba al impresentable de Fernando VII. Pintaba toros y toreros para reflejar los horrores de una fiesta que, con toda probabilidad, aborrecía.En realidad, no sabemos si el pintor aragonés era o no aficionado a la fiesta. Lo que sí es seguro es que jamás se entusiasmaría con la corrida de ayer. Si los toreros salieron disfrazados de Costillares en pijama, los toros salieron con el disfraz de artrósicos atontados. Se devolvieron al corral dos bichos que no se tenían en pie. Y si no se devolvieron los restantes fue, seguramente, porque el presidente quería irse pronto a casa a ver el partido del Valencia con el Barcelona, desde la impunidad del sillón hogareño.

Barral / Uceda, Mora, Abellán; Hernández Tres toros de Joaquín Barral, terciados: 1º, con problemas, 3º y 5º, inválidos

Resto, de Puerto de San Lorenzo (dos devueltos por inválidos): 2º, flojo y aborregado. 4º y 6º, sobreros, también de Joaquín Barral, terciados e inválidos. Un toro despuntado para rejoneo de Hermanos Gutiérrez Lorenzo, mansurrón. Uceda Leal: estocada caída atravesada y cuatro descabellos (silencio); estocada (silencio). Eugenio de Mora: dos pinchazos, media y descabello (aplausos y saludos); tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Miguel Abellán: pinchazo, media y descabello (aplausos y también protestas al saludar); pinchazo y estocada desprendida (aplausos y saludos). El rejoneador Leonardo Hernández: rejón trasero y contrario y, pie a tierra, dos descabellos (aplausos y saludos). Plaza de Las Ventas, 2 de Mayo. Corrida goyesca (fuera de abono). Lleno.

Sólo hubo dos toros con un poquito de gas. Fueron el primero y el segundo. Uceda Leal se enfrentó a ese primero, que ya en el capote se revolvía y no humillaba. Estaba muy flojito y sólo le dieron dos picotazos. También se revolvió en la muleta y no permitió al torero molerlo a derechazos, como eran sus intenciones. Por no mandar en la embestida, se le coló en un natural. Luego estuvo porfiando y porfiando para no sacar nada. Como además, no se arrimó mucho que digamos, fue acogido con indiferencia.

Un pelín de fuerza tenía el segundo de la lidia ordinaria. Ello permitió a Eugenio de Mora gustarse en un toreo reposado con la mano izquierda, en el que desatacaron un par de naturales de mucha clase. El empleo de la mano derecha alcanzó ya niveles menos artísticos y otra tanda zurda no fue tan meritoria. La faena, que empezó con vuelos de águila, acabó con revoloteos de gorrión. Los aficionados restaron importancia al trabajo del diestro, porque consideraron que el torete era un borrego debilucho.

El resto de la corrida, pues eso: un bonito desfile de disfraces. Uceda hizo una faenita sin emoción al cuarto y Mora estuvo encimista y aburrido con el quinto, al que le sacó algunos pases.

Abellán sólo se lució con el capote. El saludo al tercer toro fue muy torero. Los floreos con el capote, en los quites, aceptables. Y con la muleta, inédito ante sus dos enemigos, inválidos. Encima, le aplaudieron por no torear.

Abrió el festejo el rejoneador Leonardo Hernández con un toro de los hijos de Niño de la Capea. Hernández se lució como jinete y no tanto en el toreo a caballo, pues los arreones de la res le tocaron en más de una ocasión el flanco de las cabalgaduras, por no medir bien los galopes del toro y no prever los cortes de terreno que eran visibles.

En banderillas, con sus caballos Duque y Zalduendo, galopó a dos pistas, suerte que se está poniendo de moda y estuvo menos acertado a clavar.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En