Tribuna:

Respuesta al vicerrector FÉLIX DE AZÚA

No es cierto, estimado señor Pigrau, que yo culpe a toda la Universidad de lo acaecido en la Rovira i Virgili, sería insensato pues yo mismo formo parte de esa Universidad. Pero quizá pueda haber producido esa impresión y me excuso por ello. Estoy persuadido de que en su universidad ha de haber también quien considere que algo ha fallado lamentablemente. Porque se trata de una cuestión muy simple; con toda exactitud, de un abuso de poder. No discutimos sobre derechos lingüísticos, reglamentos universitarios, o sobre la normalización del catalán. Nos referimos a un caso concreto: alguien castig...

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No es cierto, estimado señor Pigrau, que yo culpe a toda la Universidad de lo acaecido en la Rovira i Virgili, sería insensato pues yo mismo formo parte de esa Universidad. Pero quizá pueda haber producido esa impresión y me excuso por ello. Estoy persuadido de que en su universidad ha de haber también quien considere que algo ha fallado lamentablemente. Porque se trata de una cuestión muy simple; con toda exactitud, de un abuso de poder. No discutimos sobre derechos lingüísticos, reglamentos universitarios, o sobre la normalización del catalán. Nos referimos a un caso concreto: alguien castigó a una profesora por entregar un examen en castellano a un alumno que así lo reclamó. Y no importa si el castigo fue grande o pequeño. Es un suceso tan nimio, tan insignificante, que por eso mismo es significativo.Usted dice que el hecho "no ha sido probado". ¿Sugiere que la profesora miente? Si fuera así, hemos sido engañados. Pero si no miente, ¿entiende usted que haya podido ocurrir algo semejante? ¿Cómo se concibe que un gesto tan inocuo como entregar un cuestionario, ni que fuera en chino, pueda ser castigado? ¿No le parece que hay algo chiflado o caricaturesco en este suceso? ¿Le parece comprensible que todo el Parlamento de Cataluña defienda al rector, que es un hombre poderoso, y abandone a su suerte a una profesora cuyo delito es haber entregado una hoja de examen a un alumno?

Vea usted; aunque la profesora fuera nazi o paranoica, tampoco por eso dejaría de tener razón y estar en su derecho. ¿Cómo entender, por tanto, que el reciente consejero de Universidades, el señor Mas-Colell, jefe suyo y mío en cuya inteligencia debemos confiar para que nos ayude a resolver los acuciantes problemas de nuestras universidades, despache el asunto diciendo que es una conspiración de la extrema derecha? ¿De qué extrema derecha? Que yo sepa, lo propio de la extrema derecha es aplastar al débil y someterse al fuerte. ¿Qué extrema derecha catalana ha actuado así en este asunto? ¿Quién agita el espantajo de la conspiración judeo-masónica? ¿No ve usted con alarma la unanimidad funcionarial y parlamentaria, ese peligroso corporativismo de gente poderosa de la política y de la Administración, que menosprecia a una ciudadana perjudicada en sus derechos? ¿Elegimos a los parlamentarios para que se defiendan entre sí o para que defiendan a los contribuyentes? Insisto, el derecho de la profesora sería el mismo aunque fuera racista, feminista, estalinista o adventista del séptimo día. ¿Por qué no la ha defendido nadie y por qué recibe amenazas? ¿Sólo porque el examen estaba en castellano? ¿Es esa la razón? De ser así, ¿no le parece increíble que tal cosa pueda suceder en una universidad europea?

Todo lo que atañe a la lengua mueve lo más irracional de nuestras conciencias y yo no me veo libre de mis propias pasiones, pero procuro templarlas con el entendimiento. Unos cuantos, muy pocos, llevamos años diciendo que la lengua no debe nunca convertirse en una Causa o en una Cruzada porque es una invitación a la chulería y el fanatismo tan propios de la historia hispana. Gracias a ello soportamos insultos y rechazo. Pero, ¿se ha percatado usted del descrédito que un hecho como el acaecido en la Rovira i Virgili trae sobre toda la Universidad catalana? ¿Por qué no han defendido a su colega? ¿No es eso lo propio de la derecha más cerril, la cual, como es sabido, sólo defiende a los poderosos?

Si la cuestión del uso de la lengua no estuviera contagiada de religiosidad en Cataluña, si no fuera una Causa y una Cruzada, actos estúpidos como el que comentamos no podrían suceder. Pero ya ve usted cómo han reaccionado las autoridades de este país, sin percatarse de que la unanimidad del poder es siempre sospechosa y delata a quienes la practican. La democracia, afortunadamente, es el arte del desacuerdo. La unanimidad es la muerte de la democracia. El Parlamento de Cataluña ha mostrado su peor aspecto en esta ocasión y ha actuado como una asamblea mística.

Ahora bien, si la profesora nos ha mentido, como usted insinúa, me sentiré engañado y avergonzado. No habré cumplido con mi deber y me consideraré muy estúpido. Desde luego, haré cuanto sea posible para reparar mi error. Pero, permítame que le pregunte: si la profesora no ha mentido, ¿se sentirán también usted, su rector, el Parlamento y el consejero de Universidades, igualmente avergonzados por haber abusado de su poder? ¿Tratarán de repararlo? Comprenda usted que no estamos hablando de normalización lingüística ni de burocracia universitaria, sino de derechos individuales, esos derechos que son siempre aplastados por las Causas y las Cruzadas, por las derechas cerriles y las masas gregarias.

Le ruego que, a diferencia de tanto fanático que asola a este país, crea usted en mi sinceridad y vea en mi respuesta una honrada invitación a reflexionar sobre algo que no debería haber sucedido nunca.

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