Entrevista:VIVIANE FORRESTER - ESCRITORA

"La paridad es un debate para las que les van bien las cosas"

Ha vendido un millón de ejemplares de El horror económico (1996), una provocación traducida a 25 idiomas, que fué la primera contestación, en toda regla, al ultraliberalismo. Desde ese momento, el 'fenómeno Forrester' no ha hecho más que crecer y ella, una crítica literaria y escritora francesa que jamás se había metido en economía, ha pasado tres años viajando por todo el mundo contrastando con la realidad lo que escribió. "Me quedé corta", dice hoy desde su casa de París. Su nuevo libro Une étrange dictature, a punto de salir en Francia, es un alegato "contra la dictadura, el totalitaris...

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Ha vendido un millón de ejemplares de El horror económico (1996), una provocación traducida a 25 idiomas, que fué la primera contestación, en toda regla, al ultraliberalismo. Desde ese momento, el 'fenómeno Forrester' no ha hecho más que crecer y ella, una crítica literaria y escritora francesa que jamás se había metido en economía, ha pasado tres años viajando por todo el mundo contrastando con la realidad lo que escribió. "Me quedé corta", dice hoy desde su casa de París. Su nuevo libro Une étrange dictature, a punto de salir en Francia, es un alegato "contra la dictadura, el totalitarismo, la especulación económica que destruye la economía de mercado y la política democrática".Al hilo del debate de estos días, Forrester se define contraria a la paridad obligada por ley ya que "lo más importante para las mujeres y es algo de lo que hoy casi no habla nadie es que a igual trabajo igual salario. Esto está en la base de todo, ése es mi combate", dice. "Estoy contra la paridad porque creo que es poco democrática. Lo fundamental no es ocupar puestos políticos, sino que el conjunto de las mujeres tenga menos dificultades para vivir. Cuando eso suceda las mujeres se podrán ocupar de la política desde cualquier puesto de responsabilidad. Creo que la paridad es un debate para mujeres a las que ya les van bien las cosas. La paridad significa una cierta discriminación y humillación para las mujeres, y aunque comprendo muy bien que se reivindique la paridad porque, efectivamente, hay un desequilibrio, pienso también que dentro de cincuenta años encontraremos ridícula esta reivindicación".

Fue la estrella de Davos el año pasado y se ha atrevido a llevar la contraria a los banqueros e ideólogos de la globalización. "Escribí El horror con miedo a hacer el ridículo, pero era lo que pensaba. Hoy he visto la reacción de muchísima gente ante las tesis del El horror que mostraban como la economía ultraliberal no duda en excluir a las personas con tal de hacer beneficios, como es el caso de esas empresas que cuando despiden a miles de empleados sube su cotización en bolsa. Es el síntoma de que estamos ante una extraña dictadura...

Pregunta. ¿Cómo describe esa dictadura?

Respuesta. Mi nuevo libro trata de la mundialización, que es una palabra que no quiere decir nada, salvo que alude al nuevo régimen político planetario del ultraliberalismo. Y este es un régimen que destruye tanto lo político como la economía. Es una dictadura extraña porque vive en el marco de la democracia, pero es un régimen tan poderoso que es capaz de utilizar las libertades a su favor. Es dictadura porque vemos que los políticos de todos los países, sean socialistas o de derecha, forman parte del club ultraliberal porque no pueden hacer otra cosa...

P. ¿Por qué no pueden hacer otra cosa?

R. Todos los centros nerviosos de la sociedad están controlados por este régimen que delega en los políticos para que lleven a cabo decisiones ya tomadas de antemano en lugares como la OCDE, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional... que son los que manejan los presupuestos.

P. ¿Una dictadura del dinero?

R. No; la de los flujos financieros. La dictadura de la especulación y del beneficio.

P. ¿Qué salva del Estado?

R. La ley y los políticos son imprescindibles. Estoy a favor del Estado, no del estatalismo, pero hoy al Estado lo están sustituyendo las grandes empresas privadas que son como esos niños a los que se lo han permitido todo y al final se vuelven locos y pierden el control. Perder el control es perder de vista a las personas, sus necesidades, la realidad... Hay mucho de estalinismo en lo que está sucediendo: basarlo todo en un modelo de desarrollo, esa manía de las fusiones y las opas para hacer casi monopolios, ¿no es estalinismo? Lo más extraordinario es que todo esto suceda y sus responsables se presenten como si no pasara nada. Y pasa, porque es un malísimo camino: se va a la esclavitud.

P. ¿Cree que críticas como las suyas sirven para la regeneración del capitalismo?

R. Espero que no; no me gusta el capitalismo. Pero hoy sólo hay capital financiero, es algo mágico e irreal: es una anarquía del capitalismo. Al capitalismo clásico se le podía combatir dentro de la democracia con contrapoderes y ganaba el mejor: hoy, la mundialización no admite contrapoderes ni entiende siquiera que se le pueda llevar la contraria, como pasó en Seattle. Es una concepción totalitaria y unívoca que, por ejemplo, utiliza la tecnología no para liberar a la gente, sino como recurso especulativo.

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