Luca Ronconi monta a Calderón en estado puro

El nuevo director del Piccolo de Milán estrena 'La vida es sueño' como una fantasía barroca

Pedro Calderón de la Barca despierta del letargo de las bibliotecas y los libros de texto en el que viven inmersos los clásicos para saltar a uno de los más prestigiosos escenarios teatrales del mundo, el del Piccolo Teatro de Milán, que inauguró el viernes la temporada del 2000 con La vida es sueño. Un sueño hecho realidad para el nuevo director del templo teatral lombardo, Luca Ronconi, que ha llevado a escena a Calderón en estado puro: es decir en una delicada traducción italiana de verso libre, y con el texto completo, lo que significa una obra de casi cuatro horas de duración, que coincid...

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Pedro Calderón de la Barca despierta del letargo de las bibliotecas y los libros de texto en el que viven inmersos los clásicos para saltar a uno de los más prestigiosos escenarios teatrales del mundo, el del Piccolo Teatro de Milán, que inauguró el viernes la temporada del 2000 con La vida es sueño. Un sueño hecho realidad para el nuevo director del templo teatral lombardo, Luca Ronconi, que ha llevado a escena a Calderón en estado puro: es decir en una delicada traducción italiana de verso libre, y con el texto completo, lo que significa una obra de casi cuatro horas de duración, que coincide, por casualidad, con el cuarto centenario del nacimiento de Calderón de la Barca (1600-1681). Un escenario sobrio, en el que el mundo está representado por fragmentos de mapas, y donde se producen continuos cambios de colorido y de luz, sirve eficazmente a Ronconi para expresar su propia interpretación del texto, según la cual la vida es sólo búsqueda de la propia identidad.Luca Ronconi, nacido en Túnez en 1933, con un pasado de actor antes de concentrarse en la dirección teatral, es famoso por la osadía que caracteriza no sólo la realización de las obras que elige, sino las propias piezas escogidas. La puesta en escena de La vida es sueño, un proyecto acariciado por Ronconi desde 1970, confirma plenamente este juicio.

La historia del príncipe Segismundo, que ha crecido en prisión ignorante de su identidad por decisión de su padre, el rey astrólogo Basilio, aterrado por una profecía, es lo suficientemente densa y complicada como para descorazonar a cualquier director de escena. Sin embargo, Ronconi se ha lanzado al proyecto con todo entusiasmo y con la confianza puesta en el espectador.

"Hay un público", explicaba el director, "que paralelamente a las experiencias de puro entretenimiento desea estímulos culturales. Seguramente son las mismas personas que siguen leyendo libros aunque tengan poco tiempo para leer". Son los espectadores "estoicos" que reclama el teatro, y que reclama, especialmente, un texto difícil como La vida es sueño, cuya belleza verbal queda subrayada en el montaje del Piccolo por la música de violonchelo de Luca Francesconi.

Máquinas surgidas de la oscura fantasía barroca, trajes suntuosos para los actores (menos para los protagonistas: Segismundo aparece sucio y en harapos en buena parte de las escenas, y el rey Basilio sorprende a los espectadores con un desnudo integral en la escena final con el hijo), colores y luces deslumbrantes que alternan con la oscuridad casi total, dan al montaje un toque revolucionario. La crítica se ha dividido entre quienes consideran memorable el montaje y los que critican los excesos manieristas y la interpretación.

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