Editorial:

Niños sin futuro

LOS DATOS que aporta el informe anual de Unicef sobre el Estado Mundial de la Infancia no deben dejar ninguna conciencia tranquila. Los 600 millones de menores en la más absoluta pobreza, una cifra que crece al mismo ritmo que la economía mundial, y no todos en el Tercer Mundo, sino también en las economías desarrolladas (26,3% de los niños en EE UU, 13,1% en España); los 1,2 millones de niños infectados por el sida, o los 300.000 obligados a empuñar las armas en conflictos en los que dos millones de ellos han perdido la vida en una década, son cifras espeluznantes, pese a los progresos regist...

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LOS DATOS que aporta el informe anual de Unicef sobre el Estado Mundial de la Infancia no deben dejar ninguna conciencia tranquila. Los 600 millones de menores en la más absoluta pobreza, una cifra que crece al mismo ritmo que la economía mundial, y no todos en el Tercer Mundo, sino también en las economías desarrolladas (26,3% de los niños en EE UU, 13,1% en España); los 1,2 millones de niños infectados por el sida, o los 300.000 obligados a empuñar las armas en conflictos en los que dos millones de ellos han perdido la vida en una década, son cifras espeluznantes, pese a los progresos registrados en materia de sanidad y mortalidad infantil.Denunciar la situación de la infancia en el mundo es un punto de partida, como también lo es denunciar la explotación del trabajo infantil. Pero a menudo ésta es la única fuente de ingresos para muchas familias. Para cambiar la situación no sólo es requiere ese "liderazgo mundial" que pide Unicef. Las economías ricas deben tomar medidas: aumentar la ayuda exterior en vez de reducirla, concentrarla en la infancia, hacer que se cumplan los códigos laborales y que las empresas paguen lo que deben a los adultos que trabajan y no exploten a niños. Se dice que los jóvenes -más de una tercera parte de la población mundial- son el futuro; pero demasiados entre ellos no tienen otro porvenir que la miseria. Ni otro presente que el sufrimiento.

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