Tribuna:

Gran Sol

JOSÉ MANUEL ALONSO

13.00 del lunes 15/11/99: colocación de la estatua de Ignacio Aldecoa, obra de Aurelio Rivas, en los jardines de La Florida, junto a la Casa de Cultura de Vitoria. Mismo día, 19.00: homenaje al extraordinario narrador de otros escritores: Felix Maraña, Felipe Juaristi, Peio Zabaleta,...

Treinta años han tenido que pasar para que las autoridades vitorianas dieran respuesta al grito de toda una ciudad o al menos de una gran parte de esa "Atenas del Norte" (como se la denominó un día), obligada a reclamar constantemente -desde una Asociación de Amigos o de otros...

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JOSÉ MANUEL ALONSO

13.00 del lunes 15/11/99: colocación de la estatua de Ignacio Aldecoa, obra de Aurelio Rivas, en los jardines de La Florida, junto a la Casa de Cultura de Vitoria. Mismo día, 19.00: homenaje al extraordinario narrador de otros escritores: Felix Maraña, Felipe Juaristi, Peio Zabaleta,...

Treinta años han tenido que pasar para que las autoridades vitorianas dieran respuesta al grito de toda una ciudad o al menos de una gran parte de esa "Atenas del Norte" (como se la denominó un día), obligada a reclamar constantemente -desde una Asociación de Amigos o de otros amigos sin asociación- "la reunión de Ignacio con Vitoria" (en palabras de Jesús Fernández de Jáuregui) y su vuelta a La Florida, donde empezó a correr de niño, hizo pira de los Marianistas y donde en cualquiera de sus bancos escribió los primeros versos, los que dedicaba a sus grandes amigos, como Elías de Aguirrezabal, presente en los actos y al que regaló un soneto "retornando de la acrimónica tierra africana", soneto que comienza: "Pues que fuiste del viento a la ventura / como el ave del cuento tan herido: / ¿qué camello de nubes te ha traído / al solemne compás de su andadura?"

Y allí estuvo el gran amor, su "Gran Sol", Josefina Rodriguez, hoy gran escritora Josefina R. Aldecoa, que conoció a Ignacio cuando acababa de publicar sus primeros versos y que le amó cuando narraba cuentos como nadie. "Ahora", dijo ella frente al bronce de la estatua, "Ignacio está tal cual era, la actitud, la mirada..., porque él huía siempre de la formalidad. Está incluso el jersey, que le regalé yo, así, en pico y con cenefa superpuesta, como lo llevaban los chicos de entonces".

Ahora, dijeron los que recitaron, "quiero ir de vuestro brazo a los alcores / de las nubes, en donde el sol derrama / el vino rubio de su alegre rito". Y ahí ha quedado en bronce esta figura completa, humana, con un libro abierto entre sus manos y este recuerdo poético: "Callada está la noche, que no vengan / a despertar el fuego que tú acallas / y luna y libro, sólo estén despiertos".

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