Entrevista:FERNANDO GONZÁLEZ GORTÁZAR ARQUITECTO Y URBANISTA

"Hay que establecer entre ciudad y ciudadano un vínculo de amor"

El arquitecto, urbanista ambiental y escultor mexicano Fernando González Gortázar visitó la semana pasada Bilbao para conocer el Guggenheim después de que una revista de su país le solicitase que eligiera los diez edificios más singulares del siglo. Con una dilatada vida profesional, González Gortázar ha construido museos, universidades, edificios civiles y oficiales, ha realizado esculturas públicas de altos vuelos, ha ganado premios. Viajero constante, ha escrito libros sobre arquitectura, ha fundado revistas, sigue dando conferencias. Tiene una máxima: "Hay que establecer entre ciudad y ciu...

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El arquitecto, urbanista ambiental y escultor mexicano Fernando González Gortázar visitó la semana pasada Bilbao para conocer el Guggenheim después de que una revista de su país le solicitase que eligiera los diez edificios más singulares del siglo. Con una dilatada vida profesional, González Gortázar ha construido museos, universidades, edificios civiles y oficiales, ha realizado esculturas públicas de altos vuelos, ha ganado premios. Viajero constante, ha escrito libros sobre arquitectura, ha fundado revistas, sigue dando conferencias. Tiene una máxima: "Hay que establecer entre ciudad y ciudadano un vínculo sustentado en el amor y el placer"."Hoy, visitando el Museo Guggenheim de Gehry", dice, "decidí que debe estar incluido entre estos diez edificios, a pesar de mis desconfianzas". A continuación matiza sus palabras: "Me parece un edificio lleno de aciertos, y también con muchas debilidades". Cree que el mayor acierto del edificio, y por eso lo incluirá en ese decálogo, es por la forma en que se relaciona el museo con la ciudad y con el paisaje. "Todos sabemos que los edificios forman parte de la ciudad; pero aquí la ciudad forma parte del edificio". Lo resume de manera taxativa: "Cómo coge en un puño al puente, a la Ría, a la ciudad y los hace renacer, los transfigura".

Cuenta que cuando estaba en el atrio del museo a su lado pasó un grupo de adolescentes estadounidenses con tal vulgaridad despreciativa hacia el edificio, que le incomodó. Acto seguido, pensó para sí: "¿Cómo esperar de estos chicos una actitud de respeto, si deben pensar que entre esto y Disneylandia no hay diferencias?"

A su juicio, la respuesta tiene que forjarse a través de una pregunta: "¿Hay diferencia?" Para aclarar su posición, deja unas palabras en el aire: "Yo creo que es una pregunta válida, porque tú llegas y tocas las columnas, las tocas con los nudillos y son falsas, son huecas, o sea que aquello es una escenografía. Hay una falta de correspondencia entre los sistemas constructivos y las formas, que a mí me perturban negativamente. Ésas son las inconsistencias que decía antes. Pero lo interesante es que con esa escenografía logra crear espacios que son verdaderamente arrebatadores. Eso es la arquitectura. Fíjate la palabra tan fuerte que he usado. No es sólamente un edificio elocuente. Va más allá de eso. Hay una especie de frenesí en estas propuestas. Esto me parece admirable, sobre todo en una ciudad a la que tal vez le faltaba frenesí".

Para terminar con su comentario en torno al diseño de Frank O. Gehry, el arquitecto mexicano concluye: "Es verdad que tengo demasiado fresca la impresión para poder explicar cómo me siento. Necesito rumiarlo, necesito salir del pasmo, del susto, del asombro y de la admiración".

Respecto a los otros edificios que ya ha elegido para su decálogo cita la Casa Batlló, de Gaudí; el "prodigioso" Pabellón de Barcelona, de Mies Van der Rohe, y la Casa de la Cascada, de Frank Lloyd Wright. "No sé todavía qué obra de Le Corbusier", prosigue; "de Luis Barragán tengo duda si elegir la capilla de las Capuchinas o su propia casa; también incluiré el Palacio de Deportes, de Kenzo Tange, en Tokio". De todos estos edificios afirma que "son milagros, en los que la solución, las estructuras, la forma, el espacio están supeditados a un acto poético".

Le interesa remarcar su idea sobre la tradición: "La arquitectura que importa es aquélla que tiene muy profundas sus raíces. Creo que entre más local se es, más le importa al universo. Y es la visión de la tradición lo que enriquece la mirada del mundo. La tradición es la sucesión de visiones de cada generación".

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González Gortázar sigue ahondando en esa idea: "La tradición es un movimiento, un concepto que siempre cambia. La tradición es la imagen que cada día tiene una cultura. Es decir, una sucesión de modernidades. No hay otra modernidad que la tradición de hoy, que viene del paso que se dio ayer, de adónde van sus propias dinámicas, de las aportaciones de los otros y de la visión personal. La tradición no tiene nada que ver con la nostalgia, ni con la receta. No hay palabras más excluyentes que tradición y repetición. La tradición, por esencia, es la renovación de un día tras otro. Es la corriente del río".

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