Leguineche recorre en un libro sus últimos años de vida en el campo

El autor recrea por vez primera su intimidad

Después de relatar tantos conflictos bélicos que han asolado este siglo, el periodista y escritor Manuel Leguineche (Arrazua, Vizcaya, 1941) ha elegido un pueblo como reposo del guerrero. Compró a un inglés ("si hay algo más extravagante que un inglés es un vasco", dice) una casa de piedra en un monte de la Alcarria y se puso a escribir La felicidad de la tierra (Alfaguara), una suerte de diario donde recorre sus paisajes, lecturas, amigos y, cómo no, las partidas interminables de mus.

En la Casa del Pueblo de Cañizar, en la Alcarria (Guadalajara), y arropado por buena parte de sus habi...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Después de relatar tantos conflictos bélicos que han asolado este siglo, el periodista y escritor Manuel Leguineche (Arrazua, Vizcaya, 1941) ha elegido un pueblo como reposo del guerrero. Compró a un inglés ("si hay algo más extravagante que un inglés es un vasco", dice) una casa de piedra en un monte de la Alcarria y se puso a escribir La felicidad de la tierra (Alfaguara), una suerte de diario donde recorre sus paisajes, lecturas, amigos y, cómo no, las partidas interminables de mus.

En la Casa del Pueblo de Cañizar, en la Alcarria (Guadalajara), y arropado por buena parte de sus habitantes (100 en invierno, 200 en verano), Manuel Leguineche presentó ayer La felicidad de la tierra, una miscelánea de crónica, reflexiones y recuerdos que empezó a narrar en 1986."He viajado mucho, desde la revolución argelina cuando tenía 26 años, y en los últimos 40 años he vivido la historia del mundo. Pero en este pueblo me sentí como en casa, es la síntesis del paisanaje y el paisaje, que he buscado durante toda mi vida. Es la nostalgia de volver al territorio de la infancia que nos marca", declaró ayer Leguineche, galardonado, entre otros, con los premios Nacional de Periodismo y Cirilo Rodríguez. Por las casi 500 páginas de La felicidad de la tierra desfilan sus amigos desconocidos y otros conocidos, como Cela; sus referencias literarias, El Quijote, Pla y sobre todo Delibes; también Unamuno y Baroja, que tan mal se llevaban, según Leguineche. Pero también asoma el héroe anónimo en quien el autor encuentra la memoria, la espontaneidad, el ingenio y el encanto. "En este libro no pasa nada, pasan las nubes, las gentes, los animales y, como decía Ortega y Gasset, eso es lo que pasa. Me ha salido un libro optimista, quizá idealizado, pero después de tantas guerras el cuerpo me pedía una cierta terapia intimista", indicó el autor de Hotel Nirvana.

En La felicidad de la tierra, el autor describe con un estilo periodístico, "huyendo de lo literario", su pausada vida en el campo, que transcurre entre paseos ("ir al campo al amanecer es como estrenar el mundo"), encuentros con sus paisanos, partidas de mus y alguna que otra comilona con los que se acercan. Para Javier Reverte, que acompañó al autor en la presentación, este libro es diferente a todos los anteriores. "Él es muy vasco, es decir, con cierta timidez e hidalguía para ocultar su ego. Y en este libro se asoma por primera vez, se deja ver algo", dijo Reverte.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En