Deconstructivista y provocador

Provocativo, valiente, proeuropeo, amado y odiado, deconstructivista nato y seguidor del Rayo Vallecano (en su última visita a Madrid, compareció ante la prensa con una bufanda de ese equipo al cuello: "Amo a los perdedores", dijo).Todo eso y algunas cosas más es Peter Eisenman, una de las grandes estrellas de la arquitectura actual, un ideólogo de los edificios más que un simple constructor ("construir sólo es demasiado aburrido").

Artista muy próximo a las tendencias rompedoras de Frank Guggenheim Gehry, Rem Koolhaas y el japonés Arata Isozaki, Eisenman basa su arquitectura en los pos...

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Provocativo, valiente, proeuropeo, amado y odiado, deconstructivista nato y seguidor del Rayo Vallecano (en su última visita a Madrid, compareció ante la prensa con una bufanda de ese equipo al cuello: "Amo a los perdedores", dijo).Todo eso y algunas cosas más es Peter Eisenman, una de las grandes estrellas de la arquitectura actual, un ideólogo de los edificios más que un simple constructor ("construir sólo es demasiado aburrido").

Artista muy próximo a las tendencias rompedoras de Frank Guggenheim Gehry, Rem Koolhaas y el japonés Arata Isozaki, Eisenman basa su arquitectura en los postulados filósoficos de lo fragmentario, que encarna su amigo el lingüista francés Jacques Derrida. Otro amigo, el español Luis Fernádez-Galiano, lo ha definido alguna vez como el Tarantino de la arquitectura: el más elogiado, pero rara vez le dejan trabajar.

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"Yo quiero que me amen. No busco tener razón", dice él. "El mundo cambia a mi alrededor y mi arquitectura trata de reflejar ese cambio. Las fracturas de mi construcción no son nihilismo social. Sólo muestran la realidad segmentada de este mundo: la sociedad ya no se deja captar como un todo".

Eso lo dijo hablando de Richard Meier, un arquitecto que le parece "el mejor", admirable por su coherencia ("todo lo que hace es inconfundible"), y al que, a la vez, desprecia profundamente: "Trabaja desde el mismo centro del establishment. Y yo no creo que se pueda mantener el mismo look durante 30 años".

Eisenman presume de hacer de cada obra un "artefacto crítico", una sorpresa en la que, como Miguel Ángel, lleva su filosofía al extremo. Una mezcla de geometría y lingüística, política y juego. "Mis edificios son muy americanos. Pero, paradójicamente, los entienden mejor en Europa. El arte está fuera de Norteamérica. Aquí, donde todo es entertainment, no triunfaré nunca: para los dueños NuevaYork soy igual a cero".

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