PREMIOS ORTEGA Y GASSET DE PERIODISMO 1999

Un trabajo entre muchos, que alcanza un premio

Dos sentimientos distintos se cruzaron ayer en la persona de Enric Martí, el fotógrafo barcelonés ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo Gráfico, por su desgarradora imagen sobre la tragedia de los albanokosovares. La satisfacción profesional que supone el galardón se vio mitigada por el "reparo moral" que confesó sentir por conseguir el premio a costa de un drama.Captar la imagen del funeral de un guerrillero del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) en la ciudad de Malisevo fue rápido. "No estuve mucho rato en la habitación. Era el único fotógrafo. Tiré 25 fotos. La luz era muy ba...

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Dos sentimientos distintos se cruzaron ayer en la persona de Enric Martí, el fotógrafo barcelonés ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo Gráfico, por su desgarradora imagen sobre la tragedia de los albanokosovares. La satisfacción profesional que supone el galardón se vio mitigada por el "reparo moral" que confesó sentir por conseguir el premio a costa de un drama.Captar la imagen del funeral de un guerrillero del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) en la ciudad de Malisevo fue rápido. "No estuve mucho rato en la habitación. Era el único fotógrafo. Tiré 25 fotos. La luz era muy baja. La foto ganadora no fue la primera que transmití ese día". A Enric Martí, fotógrafo de Associated Press, la guerra de Kosovo le ha cambiado su opinión sobre la OTAN. "¿Qué clase de soldados son estos que quieren matar a más de 10.000 metros de altura? Los soldados van a pie", reflexionaba anoche en Madrid.

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Si Enric Martí ya había fotografiado al guerrillero del ELK en vida, el periodista Miguel Frau Rovira, de la agencia Efe, sólo vio muerto, y a través de una ventana, al líder de los jemeres rojos Pol Pot. Pero fue el primer periodista en transmitir al mundo entero la muerte de este sanguinario guerrillero. Salió de Bangkok, rumbo a Camboya, persiguiendo un fantasma. "Fue una carrera contrarreloj que duró 48 horas", cuenta, al recordar su aventura, que él cree un trabajo más de los realizados por la agencia Efe en el sudeste de Asia. En esa carrera no faltó un accidente de coche, que le ha dejado como recuerdo una cicatriz en la barbilla. Viajó de paquete en una moto durante 100 kilómetros y alquiló un autobús urbano durante otros 100 kilómetros para adentrarse en la jungla y llegar a una remota aldea donde, custodiado por militares afines, se encontraba el cadáver de Pol Pot. Rovira llegó el primero gracias a los contactos establecidos durante los 10 años que ha estado destacado en Tailandia. El premio compartido a una labor en equipo fue para los corresponsales de EL PAÍS en Bruselas, Xavier Vidal-Folch y Walter Oppenheimer. "Nos sentimos como la punta de un iceberg. Hay una parte que es la que se ve. Debajo está un equipo que nos aguanta", dijeron.

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