FÚTBOL 32ª jornada de Liga

Una circunstancia, no un partido

El Atlético supera al Athletic en un encuentro que sucumbió a sus propias pasiones

El partido estaba dedicado a los sectores más profundos del fútbol, aquellos que sufren y se emocionan con el fundamentalismo y deciden por el resultado. En el Athletic, el llamamiento era a las esencias más arcaicas: el honor herido y perdido en Mallorca; el el Atlético, el asunto era más burocrático: las esencias son el único argumento para la salvación. El fútbol era un asunto colateral, casi una excusa para resolver la lucha que cada cual libraba consigo mismo. Una cuestión de orgullo y necesidad, que no de fútbol, un intercambio de estados pasionales según las circunstancias, todos ajenos...

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El partido estaba dedicado a los sectores más profundos del fútbol, aquellos que sufren y se emocionan con el fundamentalismo y deciden por el resultado. En el Athletic, el llamamiento era a las esencias más arcaicas: el honor herido y perdido en Mallorca; el el Atlético, el asunto era más burocrático: las esencias son el único argumento para la salvación. El fútbol era un asunto colateral, casi una excusa para resolver la lucha que cada cual libraba consigo mismo. Una cuestión de orgullo y necesidad, que no de fútbol, un intercambio de estados pasionales según las circunstancias, todos ajenos a la inteligencia.Ni los goles alteraron el medio ambiente. El Athletic que jugaba cual acostumbra, muy frontal, muy desmedido, sin ninguna relación entre las presuntas líneas de su dibujo, se encontró con un gol que nació de un centro mal tocado y un remate manso y colocado. El Athletic ni se inmuto, ni se ajustó en defensa, ni rebuscó el balón, ni templó el ánimo Siguió apostando por el espíritu anárquico y desprendido que le conduce al arrebato y le aleja de la inteligencia.

ATHLETIC 1

ATLÉTICO 2Athletic: I. Etxeberria; Lacruz, Roberto Ríos, Ferreira, Larrazabal; Carlos García (Joseba Etxeberria, m. 51), Nagore; Javi González (Lasa, m. 70), Guerrero, Alkiza (Ezquerro, m. 64); Urzaiz Atlético: Molina; Aguilera (Toni, m.87), Santi, Chamot, Serena; Roberto, Mena, Juninho (Venturín, 81), Baraja; José Mari y Juan González (Solari, m. 70) Goles: 1-0. M. 18. Centro bombeado de Carlos García que cabecea suave Guerrero, sorprendiendo a Molina. 1-1. M. 45. Imanol Etxeberria repele un disparo lejano de Baraja y Juninho, a placer marca sin oposición. 1-2- M. 74 Mena sortea a trompicones a Ríos y bate de fuerte disparo Árbitro: López Nieto. Expulsó por dos tarjetas amarillas a Ferreira y Baraja y amonestó a Santi, Chamot, Juan González, Carlos García, Nagore, Ríos, Aguilera, Mena, Lasa, Joseba Etxeberria, Guerrero y al entrenador Luis Fernández. Unos 30.000 espectadores en San Mamés. Recibimiento a Yeste y Aranzubia, recientes campeones del mundo sub20.

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El Atlético tampoco frunció el ceño. Surgió empeñado en rebuscar el balón, al amparo de la actividad zigzagueante de Juninho y decidida de Mena. El Atlético quería y no sabía, pero no se inmutó ni con el cabezazo al travesaño de Urzaiz que podía haberle echado el partido. Acostumbrado a los sustos, encajó mejor los golpes. El gol de Juninho demostró el desastre defensivo del Athletic: todos sus futbolistas lo hacían dentro del área, una actitud que describe a los equipos menores.

En un partido presuntamente pasional, cualquier fibra revoluciona y rompe el partido. Si los futbolistas no disponen de argumentos, reaccionan a efectos ajenos. Una acción circense del colegiado en zona de nadie (a favor de uno, luego de otro) encendió al graderío y fundió las últimas gotas de raciocinio rojiblanco. El balón, hasta entonces pretendidamente cuidado por el Atlético, se convirtió en un enemigo común, un elemento inservible.

Ante la ineficiencia previsible de dos colectivos desmejorados, creció el árbitro, el calor, las tarjetas, convirtiendo el encuentro en una retahila de decisiones, roturas de ritmo, de nervio. El partido se incendió porque nació con fuego y nada significaban asuntos como la combinación, el toque, la pausa, el criterio.

En ésas estaba cuando Mena, al hilo del partido, se inventó una jugada a trompicones que le situó en disposición de enfrentarse al guardameta. Su zapatazo fue poco estético, con la pierna que no debía, pero rotundo. Fue un gol atolondrado, vivo ejemplo del partido, pero que resarcía la urgencia colchonera en la misma medida que condenaba al Athletic a un final de liga intrascendente. Nada tiene que hacer, porque poco ha hecho hasta ahora en cuanto a fútbol se refiere.

El Atlético tomó aire en un partido sin aliento, sin respiro, de esos que cultivan el fundamentalismo y reconfortan a los amigos de las pasiones sin argumentos, casi un derby de esos que solo se juegan en la grada. Si además se le otorga casi un record de amonestaciones sin que hubiera un mal gesto entre los jugadores, solo enfrentados en choques profusos por falta de capacidad para jugar y exceso de entrega para correr, el plato resultó indigesto.

Al menos el Atlético sacó beneficio, ganó cuando peor jugó, tras haber malgastado algunos atisbos de fútbol al principio. El Athletic se reconfortó con su imagen más tradicional. Le faltó el pañuelo en la frente para componer una estampa singular. Pero siguió sin jugar al fútbol. Lo suyo es el atropello, la manifestación e jugadores (todos atrás todos adelante), el desprecio del balón, el malgasto del talento.Y así le va. Y así le fue.

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