Las grandes elipses de acero de Richard Serra llenan de torsiones el Guggenheim de Bilbao

El museo bilbaíno exhibe desde mañana ocho gigantescas obras del escultor norteamericano

Un mes antes de lo previsto, mañana se muestra al público, en el Museo Guggenheim de Bilbao, la exposición del escultor estadounidense Richard Serra. Con ello se cubre el vacío que ha supuesto el desmantelamiento de la retrospectiva de Robert Rauschenberg, en especial con vistas a la Semana Santa. Ocho gigantescas esculturas de acero autooxidable van instaladas junto a la Serpiente, obra permanente del artista en la sala Pez. El autor llama a sus esculturas torqued ellipses, elipses torsionadas o torsiones elípticas. Su altura oscila de 3,5 a 4 metros y su peso está entre las 35 y las 80 tonel...

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Un mes antes de lo previsto, mañana se muestra al público, en el Museo Guggenheim de Bilbao, la exposición del escultor estadounidense Richard Serra. Con ello se cubre el vacío que ha supuesto el desmantelamiento de la retrospectiva de Robert Rauschenberg, en especial con vistas a la Semana Santa. Ocho gigantescas esculturas de acero autooxidable van instaladas junto a la Serpiente, obra permanente del artista en la sala Pez. El autor llama a sus esculturas torqued ellipses, elipses torsionadas o torsiones elípticas. Su altura oscila de 3,5 a 4 metros y su peso está entre las 35 y las 80 toneladas.

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Carmen Giménez, conservadora de las obras del siglo XX en la colección del Guggenheim neoyorquino, es la comisaria de esta espectacular exposición que muestra los últimos trabajos de Richard Serra, realizados entre 1996 y 1998, y que se exhibirán en Bilbao hasta el 17 de octubre. Cinco de estas esculturas fueron expuestas en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles en el último trimestre del año pasado. Ahora se completa la muestra en el Guggenheim bilbaíno con el añadido de tres nuevas piezas.Cinco de las esculturas son piezas en un solo volumen. Las tres restantes son composiciones dobles. Las simples permiten que el visitante entre en sus estructuras cónicas como en enormes carpas truncas, abiertas en su parte superior. No existe una sola línea recta en las piezas del norteamericano. El suyo es un mundo de curvas envolventes que con su ritmo suavizan y sensibilizan la rigidez del metal.

Las planchas que circundan las paredes han sido torsionadas de tal suerte que se crean juegos de concavidades y convexidades. Richard Serra ha logrado con sus formas un espacio extraño, una atmósfera inquietante en la que el espectador se convierte en un paseante sujeto a fuerzas centrípetas y centrífugas cuando deambula por el interior de las piezas. Da la impresión, a veces, de que el peso evidente de las esculturas varía imaginariamente según el ángulo desde el que se vean.

En las tres esculturas restantes, las de torsión elíptica doble, se concitan nuevas sensaciones. Al estar compuesta cada una de esas esculturas cónicas de otro cuerpo cónico inscrito, crece la sensación del laberinto, sin que el autor ceda al facilismo de esta idea.

Los pasillos formados en esas esculturas dobles parecen vibrar con energías cinéticas. A tenor de las torsiones más o menos pronunciadas de las planchas de las paredes, el espectador siente que una de las paredes se mueve más deprisa que la otra. Otra vez, las fuerzas centrífugas y centrípetas gravitan sobre el visitante y son las regidoras de espejismos espaciales.

Todo lo anterior está reflejado en razón de los estudios de las obras en su aspecto interior, y siempre en función del espectador como habitante, por así decirlo, de las esculturas. Porque es de todo punto esencial tener en cuenta que las creaciones de Serra están hechas para ser habitadas y recorridas, para vivir la pulsión interna de la forma pura como una especie de organismo que pueda producir resonancias emocionales.

Por otro lado, la presencia física, el bloque escultórico visto desde fuera, tiene otras virtudes, como la de destacar cada una de las obras en su singularidad, mientras cada una de ellas juega en un invisible baile de curvas con todas las demás.

Barcos espaciales

En este sentido, las palabras de Richard Serra con relación a sus creaciones son reveladoras: "El lugar donde va a instalarse una escultura es determinante, lo mismo si se trata de un ambiente urbano, un paisaje o un espacio interior".Los espacios del Guggenheim bilbaíno donde van instaladas las esculturas parecen ser el ambiente perfecto para las potentes creaciones de uno de los escultores más influyentes de las últimas décadas. Se ha comentado en ocasiones que la fuerza de la arquitectura del edificio diseñado por Frank Ghery es capaz de minimizar y de "matar" casi cualquier exposición. En el caso de Richard Serra, la conjunción entre contenido y contenedor parece llegar a su perfecto equilibrio. Se tiene la sensación de estar frente a un gran astillero con esculturas que parecen barcos espaciales. No en balde, Ghery dijo en una ocasión que su museo era un barco de arte.

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