FÚTBOL. 24ª jornada de Liga

El Atlético llora su falta de delanteros

Los rojiblancos retornan a la vulgaridad ante un Oviedo sin pretensiones

Pasados los primeros días del postsacchismo, esa etapa definida con desmesurado optimismo desde la jefatura del club como el fin de la esquizofrenia, el Atlético retornó a la vulgaridad. El Oviedo, con un planteamiento conservador, sin demasiadas pretensiones, dejó al descubierto las carencias de los rojiblancos, que dibujaron sobre el mojado césped del Calderón una pobre sesión de fútbol, un canto a la impotencia. Tuvo intención el Atlético, asumió el desgaste y la pelota, pero sólo eso. No le hizo ni un rasguño al Oviedo, que vivió la jornada con una tranquilidad extrema. Llegaron los...

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Pasados los primeros días del postsacchismo, esa etapa definida con desmesurado optimismo desde la jefatura del club como el fin de la esquizofrenia, el Atlético retornó a la vulgaridad. El Oviedo, con un planteamiento conservador, sin demasiadas pretensiones, dejó al descubierto las carencias de los rojiblancos, que dibujaron sobre el mojado césped del Calderón una pobre sesión de fútbol, un canto a la impotencia. Tuvo intención el Atlético, asumió el desgaste y la pelota, pero sólo eso. No le hizo ni un rasguño al Oviedo, que vivió la jornada con una tranquilidad extrema. Llegaron los asturianos a Madrid en busca del 0-0 y con él bien atado, sin demasiado sufrimiento, emprendieron el viaje de regreso.El resultado fue la consecuencia de una serie de factores que castigaron al Atlético, pero el más poderoso señaló hacia su corta delantera: pese a su enorme actuación del miércoles en Montjuïc, pese a esos tres goles cegadores que insinuaban que el fútbol fresco del sevillano podía compensar la falta de atacantes del equipo, José Mari solo no es munición suficiente. Sobre todo en partidos como el de ayer en los que le toca dominar al Atlético. Sin el contragolpe como mejor fórmula, con la obligación de descubrir huecos en defensas bien organizadas y poco dadas a descolocarse con aventuras ofensivas, un único punta es poco. Si los Gil tenían alguna duda sobre la necesidad de hurgar en su billetera para cubrir las lesiones de Kiko y Correa, si se habían pensado que el fichaje de un nuevo delantero tal vez no era preciso, el partido de ayer se encargó de desmentirles. La contratación de un punta de garantías es una medida urgente.

ATLÉTICO 0-OVIEDO 0

Atlético: Molina; Geli, Santi, Chamot, Toni; Baraja, Venturín (Mena, m.66), Valerón, Solari (Lardín, m.50); Juninho y José Mari (Tevenet, m.85).Oviedo: Esteban; Eskurza, Onopko, Bango, Manel; Nadj, Paulo Bento; Iván Ania, Dubovsky (Rabarivony, m.77), Pompei (Jaime, m.55); Dely Valdés (Fabio Pinto, m.85). Árbitro: Japón Sevilla. Expulsó a Baraja (m.87), por doble amonestación. Mostró tarjeta amarilla a Valerón, Dely Valdés, Dubovsky y Nadj. 20.000 espectadores en el Vicente Calderón. Llovió, aunque sin demasiada fuerza, durante la mayor parte del partido

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Ante una vulnerable pareja de centrales -Onopko y Bango-, José Mari estuvo de lo más inofensivo. Su soledad le obligaba a resolver individualmente todas las situaciones, siempre con las de perder: si se atrevía a encarar, se topaba con demasiada gente a la que burlar, y si optaba por rematar desde lejos, sus disparos salían blandos y mal dirigidos. Únicamente al final, en un cabezazo en plancha a centro de Valerón, el andaluz puso en aprietos a Esteban.

Tampoco le ayudaba a José Mari el corte de la alineación rojiblanca, que no le facilitaba ayudas dentro del área. Por un lado, no es ése un territorio que acostumbren a visitar Juninho y Valerón, dos futbolistas de difícil convivencia porque alcanzan su mejor versión desde la misma zona, la media punta. Y por otro, los volantes de los costados no acompañaban las jugadas que nacían en la banda contraria -por ahí, el Atlético echó de menos al sancionado Roberto, un jugador con muchas limitaciones pero con una llegada poderosa y constante-. Entre unas cosas y otras, el partido pedía a gritos otro punta -en el banquillo estaba Tevenet-, pero Carlos Aguiar no lo entendió así.

Prefirió buscar la victoria con la estrategia inicial de explotar las bandas. Así lo hizo en la primera mitad -Solari, por la izquierda, y Baraja, por la derecha-, con un balance desolador: el argentino apareció libre por su costado media docena de veces, siempre después de alguna acción elaborada por Juninho desde el centro, pero todas las resolvió mal, con una imprecisión que no se le suponía.

Y por los flancos insistió el Atlético en la segunda, ya con Lardín por la izquierda, y multiplicando el recorrido de Geli por la derecha. La historia funcionó mejor -Lardín tuvo dos claras ocasiones nada más salir, las mejores del Atlético en toda la tarde-, pero seguía siendo el Oviedo el que parecía que controlaba la situación. Siempre en defensa, porque de los asuntos ofensivos el conjunto asturiano sencillamente dimitió. Sólo irrumpió por las inmediaciones de Molina en los minutos iniciales, con tres llegadas consecutivas que Iván Ania y Dely Valdés no acertaron a meter en la caja. No se supo más de los ataques azules.

Lo poco que hizo el Oviedo, la racanería con la que se plantó en el Calderón y la comodidad con la que manejó la pelota en zona de nadie durante la primera mitad, habla peor del partido que cuajó el Atlético, de una pobreza extraordinaria. Jugó contra la elaboración que pretendían los rojiblancos la lluvia, que envenenó el balón más de la cuenta, y jugó también en su perjuicio su propia alineación, construida más en función de la cita europea del martes ante el Roma que de la visita del Oviedo. Salió perdiendo el Atlético por los que faltaron - acusó los descansos concedidos a Jugovic y Aguilera- y por los que jugaron -Valerón evidenció de nuevo una falta de forma alarmante, y Venturín se confirmó como un futbolista corriente; con orden táctico pero sin ninguna influencia beneficiosa con el balón en los pies-.

Poco brillo, pocas ideas y para rematar la faena, poco corazón. No se advirtió en los jugadores el plus de motivación de los primeros días sin Sacchi. Se perdieron todos los balones divididos -sólo Santi y Chamot ganaron los suyos- y se jugó sin la desesperación que tal vez exigía el resultado, sin arrojarle siquiera pasión a los últimos minutos.

Así las cosas, el Atlético vivió de Juninho. El brasileño dio nuevos síntomas de que estamos ante un futbolista recuperado para la causa, al que le vuelven a salir algunos de sus regates y pases interiores, pero estuvo demasiado vigilado. Y además, tampoco encontró muchos compañeros a los que servir. Sólo José Mari, lo dicho.

Entre la nula ambición del Oviedo y la incapacidad del Atlético, el partido se consumió sin demasiada historia. Pero dejando unos cuantos mensajes. Sobre todo uno que señala directamente al monedero de los Gil: el Atlético necesita fichar un delantero centro con urgencia. José Mari solo, pese a lo de Montjuïc, no puede.

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