"Mi hijo murió por 20 francos"

Uno de los siete casos que el Tribunal de Justicia de la República juzgará a lo largo de las tres próximas semanas en París es la muerte de Charles Edouard, un niño de 5 años que murió hace ocho víctima de una de las transfusiones de sangre que le practicaron nada más nacer en mayo de 1985 para atenuar los efectos de una ictericia. La madre, Agnès Cochin, trabajaba en la industria farmacéutica y supo, en consecuencia, mucho antes que otros, el destino que el virus del sida tenía preparado para su único hijo. Agnès se alegró cuando el niño, ya esquelético y con los ojos hundidos, entró en estad...

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Uno de los siete casos que el Tribunal de Justicia de la República juzgará a lo largo de las tres próximas semanas en París es la muerte de Charles Edouard, un niño de 5 años que murió hace ocho víctima de una de las transfusiones de sangre que le practicaron nada más nacer en mayo de 1985 para atenuar los efectos de una ictericia. La madre, Agnès Cochin, trabajaba en la industria farmacéutica y supo, en consecuencia, mucho antes que otros, el destino que el virus del sida tenía preparado para su único hijo. Agnès se alegró cuando el niño, ya esquelético y con los ojos hundidos, entró en estado coma. Aquello, recuerda, significaba el fin de su sufrimiento. Lo que sigue es el testimonio de Agnès al diario Le Monde:

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"Mi hijo murió cuando todavía creía en Papá Noel. Habría preferido que me hubieran matado a mí. No he podido hacer nada con mi vida. Sabía que él iba a morir, lo sabía. Mi angustia de todos los días era preguntarme: ¿cómo voy a matarle para que no sufra? Era un ángel, muy mimado, pero bien educado. Le ofrecía todo lo que podía: un perro, un gato, viajes y mi presencia permanente. Dormía con él en la misma cama, cuando se fatigaba le llevaba en brazos. Todavía siento su peso, todavía le hablo y él me espera. Soy yo la que tarda en llegar. Perdóneme, pero mi hijo murió por los 20 francos que costaba el análisis. Francia fue el único país europeo que bloqueó la prueba americana. Ellos [los tres ex ministros del gobierno de François Mitterrand procesados] bloquearon la prueba americana hasta julio de 1985, la fecha de la llegada del test Pasteur, sabiendo que contaminaban a doscientas personas por semana. Estos que ahora niegan haber sabido de la gravedad del sida en el verano de 1985 son iguales que en los que en 1945 negaban estar al corriente de los campos de concentración. Por eso deben ser juzgados Fabius, Dufoix y Hervé, porque dejaron, conscientemente, que la muerte se instalara. Por su culpa, 4.000 personas fueron condenadas a muerte. ¿Es que no se avergüenzan de ello?".

Tribunal ordinario

Agnès Cochin no espera nada del tribunal de París que juzga a los tres ex ministros. "Son sus compañeros de clase, sus colegas. No pararé hasta colocarlos ante un tribunal penal ordinario o ante un tribunal internacional de derechos humanos. Por muy ministros que sean, son personas como todos y deben ser juzgados como todo el mundo. Sólo vivo para eso, que se sepa el mal que han hecho. Rechazo cualquier indemnización. Como si eso pudiera compensar la vida de mi hijo, sus caricias, sus besos, todas esas imágenes maravillosas que guardo en mi cabeza". Con la misma crudeza se manifestaron otras víctimas de las transfusiones con sida en las puertas del tribunal de París que juzga a los ex ministros. "Exijo que sean castigados", reclamó Gilles Perard, hijo de un hombre fallecido de sida a los 73 años como consecuencia de la transfusión de sangre contaminada que recibió durante una operación a corazón abierto.

"Sé que no querían que ocurriese lo que sucedió, pero como ministros tienen que asumir sus obligaciones. Sabían que había que adoptar medidas y no lo hicieron. Deben pagar por ello", añadió.

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