El pánico a los piratas marca el arranque del Midem de Cannes

Lo étnico y lo latino siguen animando en el mercado internacional del disco

Más que miedo o inquietud, lo que tienen los Gobiernos, las multinacionales del disco, los editores fonográficos y las sociedades de autores se llama pánico. Un pánico cerval a esos piratas anónimos que navegan emboscados en las nuevas (y baratas) naves tecnológicas (Internet, programas copiadores de CD, diminutas grabadoras...) y que, sin dejar rastro, pillan un mordisco apreciable del gigantesco negocio de la música mundial.

Que el bocado hace pupa, y que la herida sangra en dólares y euros (Paul René Albertini, presidente de Sony Francia, calcula los daños en un 10% del mercado globa...

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Más que miedo o inquietud, lo que tienen los Gobiernos, las multinacionales del disco, los editores fonográficos y las sociedades de autores se llama pánico. Un pánico cerval a esos piratas anónimos que navegan emboscados en las nuevas (y baratas) naves tecnológicas (Internet, programas copiadores de CD, diminutas grabadoras...) y que, sin dejar rastro, pillan un mordisco apreciable del gigantesco negocio de la música mundial.

Que el bocado hace pupa, y que la herida sangra en dólares y euros (Paul René Albertini, presidente de Sony Francia, calcula los daños en un 10% del mercado global del disco), lo ha demostrado el arranque de la 33ª edición del Midem de Cannes, primera feria discográfica del mundo, que nada más abrir ha tocado a rebato en defensa de la propiedad intelectual, sobre todo, claro, de la de los más perjudicados: los artistas famosos. Anuncios oficiales alertando en letras rojas mayúsculas a las empresas para que no hagan contratos con cualquiera, sobre todo si les ofrecen algo que tenga que ver con un nombre célebre; sesudas conferencias estudiando posibles soluciones al problema (habrá cinco en cuatro días), y presentaciones de empresas consultoras (MPO-Americ) o de sofisticados sistemas que ayudan a escapar de la piratería (como el microprocesador codificador Audio Tag o el nuevo lector Super Audio CD de Philips y Sony, que puede cambiarnos en un plazo breve la cadena del compacto), se suceden en Cannes desde el domingo.De la magnitud del problema da idea el que los políticos hayan tomado ya cartas en el asunto y se hayan comprometido a luchar cada vez con más fuerza contra unos tipos que, sólo en Francia, según datos del sindicato de editores, vendieron el año pasado unos 40 millones de copias ilegales. Así, la ministra francesa de Cultura y Comunicación, Catherine Trautmann, anunció el domingo su intención de organizar lo antes posible una reunión europea que permita sentar las bases jurídicas, económicas y culturales para regular el salvaje desarrollo tecnológico que ha dado a luz, entre otras criaturas antiautor, a la copia privada numérica o al famoso MP3, que permite a internautas más o menos avispados (parece que los colegios son uno de los sitios de más tráfico) teletrincar directamente en el PC los discos que les plazcan sin pagar una peseta ni dejar huella en el disco duro.

Empresas multimedia

Todo ello ha enrarecido un poco el ambiente más bien festivo de esta enorme, sudorosa y mestiza verbena-laberinto, que este año reúne aquí a unos 10.000 profesionales de unas 4.000 empresas (23 españolas), 93 países, 860 artistas, 41.000 espectadores, 717 periodistas y un número desconocido de patas de palo, aunque Christophe Blum, director de la división musical del Reed Midem, ha tratado de quitar hierro diciendo: "Celebramos este año el aumento de la presencia de empresas multimedia (30) y electrónicas (287), una nueva categoría de profesionales que suscita cuestiones cruciales para la industria musical, pero que, sin duda, es también su futuro".Así las cosas, a falta de que cuaje la campaña de los editores de discos franceses -que se van a gastar más de 30 millones de pesetas en publicidad antihackers- y de ver si se cumple o no el terrible vaticinio de Alan McGee (el productor de Oasis y miembro del equipo de trabajo creativo-industrial formado por Tony Blair en Gran Bretaña, que pronosticó que los piratas acabarían en 10 o 20 años con las casas de discos), sólo queda disfrutar de lo que hay, que no es poco.

Tras la actuación inicial de Cher, posiblemente una de las más pirateadas de la historia, y aún bajo la conmoción de la potente ofensiva de la cantera sueca femenina (Roxette, Emilia, Robyn, Meja y Jennifer Brown, también llamadas Las Hijas de Abba), un paseo por los chiringuitos del Palacio de la Croisette permite comprobar a vuela pluma algunas cosas. Los italianos se han puesto más napolitanos que nunca y han tirado la casa por la ventana con un pabellón gigantesco en el que hay decenas de azafatas, mesitas, papelotes y reuniones (si no venden, al menos lo aparentan de lujo). La SGAE ha optado por celebrar el centenario a la flamenca, con un espacio minimalista, sin mesas ni reuniones, pero con un espectáculo final -el miércoles- que promete ser una bomba. Las compañías independientes estadounidenses proliferan este año como setas y se apuntan sin pudor a cualquier carro (incluido el nuevo flamenco instrumental, interpretado por un alemán que vive en Santa Fe). Y lo étnico sigue partiendo la pana: ayer, a última hora, las voces africanas armaron el taco en Palm Beach.

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