LA LIDIA

La técnica y el pundonor de Miguel Rodríguez

Que Miguel Rodríguez es diestro de saberes taurómacos, buena técnica y mejor oficio lo sabe ya todo el mundo. Pero es que, además, es torero de pundonor. Como lo ha demostrado en la tarde de ayer en Leganés.Frente a un toro de aceptable presencia, más cuajado que sus hermanos de encierro, el torero madrileño ha tenido una actuación demostrativa de esas cualidades. Ya había salido el albarrán con problemas frente al capote, pues se revolvía con peligro a la salida de los lances. Miguel trató siempre de marcarle el viaje con largura, para corregirle el defecto. Un detalle de técnica lidiador...

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Que Miguel Rodríguez es diestro de saberes taurómacos, buena técnica y mejor oficio lo sabe ya todo el mundo. Pero es que, además, es torero de pundonor. Como lo ha demostrado en la tarde de ayer en Leganés.Frente a un toro de aceptable presencia, más cuajado que sus hermanos de encierro, el torero madrileño ha tenido una actuación demostrativa de esas cualidades. Ya había salido el albarrán con problemas frente al capote, pues se revolvía con peligro a la salida de los lances. Miguel trató siempre de marcarle el viaje con largura, para corregirle el defecto. Un detalle de técnica lidiadora. Y un alarde de valor en el posterior quite por chicuelinas, que resultaron escalofriantes porque el toro se acostaba por ambos pitones.

Albarrán / Rodríguez, Higares, Sánchez

Toros de Luis Albarrán, de presencia desigual. Todos inválidos, excepto el 4º, fuerte y encastado. Miguel Rodríguez: estocada caída y dos descabellos. Le perdonaron un aviso (aplausos y saludos); cinco pinchazos y estocada corta. Se le perdonó un aviso (vuelta). Óscar Higares: estocada corta tendida (vuelta por su cuenta); estocada corta tirando la muleta y descabello (silencio). Andrés Sánchez: media tendida y atravesada y ocho descabellos (silencio); pinchazo y media delantera y atravesada (palmas). Plaza de Leganés. 16 de enero. 7ª corrida de abono. Cerca de media entrada.

Tras dos cuarteos fáciles y ligeritos en los que clavó los palos un pelín traseros, Miguel intentó la suerte de topa carnero. Al llegar al embroque, se frenó el bicho y el torero salió muy apurado del encuentro. Al fin, en terreno más propicio, consiguió clavar con acierto.

En el último trance, Miguel Rodríguez anduvo siempre con la muleta por delante, ofrecida la panza y no el pico. No consiguió hacerse con el toro en el inicio del trasteo, porque el animal embestía con casta y pegajosidad. A base de insistir y no variar ni un ápice la forma de citar y presentar el engaño, consiguió el espada embarcar a su enemigo en dos series de derechazos con mucho mando. Cuando el toro empezó a perder gas, Rodríguez lo pasó por alto para refrescarlo. Terminó la faena sacando el máximo partido por el pitón derecho y llevándolo muy bien por el izquierdo.

Todo el mundo tenía ya el pañuelo preparado para pedir las orejas. Pero Miguel, en su afán por matar arriba, pinchó cinco veces hasta lograr la estocada. En el tercer intento se quedó en la cara, animado por enterrar el estoque y el toro le cogió de lleno y tras voltearlo, lo buscó y pisoteó cuando el torero estaba en el suelo. Se levantó Miguel sin mirarse y, sin atender a los deseos de sus compañeros, que pretendían llevarlo a la enfermería, volvió a la cara del toro, hasta conseguir hundir la espada.

Aún daría muestras de sus cualidades el torero de Madrid en el quite a un caballo derribado durante la lidia del sexto. Bien colocado y con serenidad se llevó el toro a punta de capote en medio del barullo que habían armado las cuadrillas. También anduvo Miguel con habilidad y oficio en el primero del encierro. Frente a un toro chico, tonto e inválido, anduvo cuidándolo con la mano diestra, sin molestarlo.

El resto de la corrida no tenía fuerza y pocos éxitos podía proporcionar a Higares y a Andrés Sánchez que, como Miguel Rodríguez, se habían ganado la presencia en este cartel por sus anteriores triunfos en este coso.

Higares toreó con suavidad y más erguido que de costumbre al segundo, y con pases de refresco al quinto. Andrés Sánchez pudo haber cortado la oreja del noble sexto de haber corrido la mano y de haber codilleado menos. Con el tercero, que se quedaba y buscaba por ambos pitones, nada de la nada.

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