¿Un juego de 3.800 millones de años?

INVESTIGACIÓNFRANCISCO J. TITOS, Granada Los registros más antiguos de la presencia de vida sobre nuestro planeta datan de hace unos 3.800 millones de años. Se trata de fósiles de seres vivos muy simples y de tamaño microscópico hallados en el interior de rocas sedimentarias. O al menos esa era la convención aceptada hasta ahora por gran parte de la comunidad científica. Una largo y controvertido estudio realizado por un investigador granadino ha hecho tambalearse dicha teoría. Juan Manuel García Ruiz, miembro del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC y Universidad de Granada), ha c...

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INVESTIGACIÓNFRANCISCO J. TITOS, Granada Los registros más antiguos de la presencia de vida sobre nuestro planeta datan de hace unos 3.800 millones de años. Se trata de fósiles de seres vivos muy simples y de tamaño microscópico hallados en el interior de rocas sedimentarias. O al menos esa era la convención aceptada hasta ahora por gran parte de la comunidad científica. Una largo y controvertido estudio realizado por un investigador granadino ha hecho tambalearse dicha teoría. Juan Manuel García Ruiz, miembro del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC y Universidad de Granada), ha conseguido reproducir en un laboratorio formas inorgánicas (sin vida) idénticas a los supuestos fósiles de los microorganismos más primitivos. El logro pone en duda el origen biológico de los mismos y, por tanto, la antigüedad de la vida sobre la Tierra, que se reduciría hasta 2.000 millones de años. El trabajo desarrollado por García Ruiz en siete años fue publicado en el número de diciembre de Geology, la revista más prestigiosa del mundo en materia de geología y referente básico para acreditar la fiabilidad de una teoría. "Mi estudio pone de manifiesto la necesidad de revisar los fósiles más antiguos para comprobar si realmente su origen es orgánico o inorgánico", explica. Hasta ahora, la comunidad científica aceptaba la morfología (la apariencia) como criterio para establecer si un resto fósil es o no orgánico, en función de su similitud con otros seres vivos. Así, las formas encontradas por científicos de la NASA en el famoso meteorito marciano hallado en la Antártida, o las aceptadas como los indicios más antiguos de vida en nuestro planeta, son consideradas microfósiles, restos biológicos primitivos, en virtud de su parecido con microorganismos conocidos. Sin embargo, la investigación del cristalógrafo granadino echa por tierra esta forma de proceder, al crear en un laboratorio formas inorgánicas que emulan a otras formas de origen biológico. "En ella se demuestra que es posible generar morfologías idénticas a las de organismos vivos primitivos, pero de manera completamente inorgánica. Y, lo que es más importante, en condiciones físico-químicas de una alta alcalinidad y gran contenido en sílice, que muy probablemente fueron las imperantes en la Tierra cuando se cree que eclosionó la vida", arguye. Este trabajo de García Ruiz, que también dirigió los experimentos de cristalización de proteínas realizados en el Discovery por el astronauta Pedro Duque, va contra corriente. La heterodoxia en la forma de pensar le ha valido las críticas de algunos investigadores. Pero los resultados parecen acallarlas. García Ruiz ha puesto también en entredicho la metodología y técnicas de análisis para determinar la calidad orgánica de un hallazgo y sugiere la necesidad de modernizarlas. "Si la forma encontrada cumple los cinco requisitos convenidos por los científicos, puede considerarse de origen biológico. Las formas inorgánicas que he desarrollado en el laboratorio no sólo son morfológicamente idénticas a las orgánicas, sino que también aprueban las referidas cinco normas", señala. El problema ha cobrado importancia tras el estudio del citado meteorito marciano, también discutido por García Ruiz en la NASA, en el que se encuentran formas similares a microorganismos terrestres. Determinar sin ambigüedad si los restos que aparecen en él son específicos de la vida o no, es tanto como dilucidar si existe vida extraterrestre. "Muchos científicos creen que hay morfologías específicas de la vida, lo que yo propongo en el artículo -advierte el investigador- es que no es así, y que esas formas se pueden generar inorgánicamente en un ambiente muy diferente al de la Tierra actual, pero normal hace 4.000 millones de años". Obviamente, el problema se centra en las formas bacterianas primitivas, no en los organismos pluricelulares evolucionados. "Ante una foto de Claudia Schiffer nadie pondría en duda el origen biológico de la forma", bromea el cristalógrafo. La investigación ha confirmado que la detección de la vida a partir de criterios sólo morfológicos es algo ambiguo. El interés del profesor García Ruiz es ahora demostrar que fue posible la aparición espontánea de biomorfologías en sílice en un medio terrestre arcaico. Este ambiente existe hoy sólo en lagos de Kenia, por lo que la Universidad de Granada, el CSIC y el Instituto Tecnológico de Massachusetts preparan una expedición para recoger muestras.

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