Entrevista:Carmen Martín Gaite | Escritora

"La clave del teatro está en el gusto por la palabra"

Tiene el pelo totalmente blanco, pero conserva la curiosidad de una niña. Fruto de esa actitud abierta, de ese interés por empaparse de lo que ocurre a su alrededor, Carmen Martín Gaite ha cultivado todos los géneros literarios. "En realidad", comenta la escritora desde un ático del centro de Madrid donde vive, "tengo alma de periodista y soy una todoterreno". Aunque sus deliberadamente esporádicas apariciones en televisión le permiten mantener un cierto anonimato, la novelista cuenta una anécdota muy ilustrativa de su filosofía de la vida. "Una señora me reconoció hace poco en un autobús y mo...

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Tiene el pelo totalmente blanco, pero conserva la curiosidad de una niña. Fruto de esa actitud abierta, de ese interés por empaparse de lo que ocurre a su alrededor, Carmen Martín Gaite ha cultivado todos los géneros literarios. "En realidad", comenta la escritora desde un ático del centro de Madrid donde vive, "tengo alma de periodista y soy una todoterreno". Aunque sus deliberadamente esporádicas apariciones en televisión le permiten mantener un cierto anonimato, la novelista cuenta una anécdota muy ilustrativa de su filosofía de la vida. "Una señora me reconoció hace poco en un autobús y mostró su extrañeza por encontrarme en un lugar así. Yo le contesté con una pregunta. "¿Usted cree que yo escribiría lo que escribo si no utilizara los autobuses?"Pero dentro de todos los "palillos literarios" que ella ha tocado, y que van desde la narrativa al ensayo pasando por el cuento o la poesía, Carmen Martin Gaite sólo había hecho una incursión en el teatro. Fue un monólogo escrito y representado a mediados de los ochenta y titulado A palo seco, una reflexión sobre la soledad. Pero La hermana pequeña, la obra teatral que se estrena el próximo día 19 en Madrid, es una pieza mucho más ambiciosa, con siete personajes y una trama más compleja. Curiosamente, tratándose de una escritora consagrada, La hermana pequeña ha tenido que esperar cuatro décadas para subir a un escenario.

"La escribí", relata la autora, "en 1959 y pensando en que la actriz Lali Soldevila, que era muy amiga mía, interpretara el papel principal. Pero como yo nunca he tenido vocación empresarial ni he contado con un agente, la obra ha dormido en un cajón durante 40 años. Alguna gente cercana a mí había leído la pieza y me había animado a estrenarla, pero hasta principios del pasado año, cuando me llamó el director Ángel García Moreno, nadie se había atrevido". Aficionada al teatro desde sus tiempos de estudiante en Salamanca, donde nació en 1925 y donde llegó a trabajar como actriz en un par de montajes, Carmen Martín Gaite es una enamorada de las tablas que afirma a modo de proclama: "El teatro no es nada si no se representa. Sin un escenario no existe la literatura dramática". Satisfecha del renacimiento del teatro de la palabra que vive la escena española y europea en los últimos años, la autora sostiene rotunda: "La clave del teatro está en el gusto por la palabra, por el texto. Aunque intervengan otros aspectos como la puesta en escena, la gestualidad o los efectos especiales, el teatro es por encima de todo un conflicto expresado verbalmente. El regreso al teatro de texto guarda también relación con el hecho de que la gente está harta de vaciedad". Miembro de una generación educada en la declamación, en el valor de decir bien las cosas, "un placer que ya no han conocido las generaciones marcadas por la televisión", la escritora destaca el entusiasmo que han mostrado en los ensayos los actores, con Ana Marzoa, Pedro Alonso y Ana Labordeta a la cabeza, que intervienen en La hermana pequeña. La autora acude a los ensayos, pero no ha sentido la tentación de retocar el texto. Carmen Martín Gaite responde a la pregunta obligada sobre la vigencia de una obra escrita hace 40 años y que describe la España de los cincuenta. "Creo que mantiene su validez porque trata de problemas que siguen afectando a la gente de hoy. Es la historia de un amor y una ausencia, de la lucha entre la opción de la soledad o atarse a los amores, que enriquecen pero también dispersan y hacen daño. Son temas universales abordados desde una perspectiva todavía actual de aquellos que viven en ciudades pequeñas y sienten el deslumbramiento por las grandes urbes, por marcharse a vivir a Madrid o Barcelona".

Soledad, desarraigo, amores y desengaños, necesidad de escapar, representan en definitiva la columna vertebral y el alma de toda la obra de esta salmantina que se instaló en Madrid cuando era una veinteañera y que vive sola desde el fallecimiento de su hija hace 13 años. "Rafael", dice refiriéndose al escritor Sánchez Ferlosio, con el que se casó y del que luego se separó, "se había marchado antes, aunque hemos conservado una buena relación de amistad". Lo dice con una cierta nostalgia que combate con una larga cambiada en la conversación al comentar: "La verdad es que los ensayos de La hermana pequeña me han servido para estar entretenida durante estos días navideños que siempre resultan un poco tristes".

Reconoce Carmen Martín Gaite que si la suerte, la mierda como dicen en el supersticioso mundo de la farándula, acompaña a La hermana pequeña, quizá se decida a escribir más teatro. "Pero", explica la escritora, "nunca hago planes más allá de un par de semanas. De momento estoy trabajando en una traducción de Jane Eyre y luego ya veremos". Carmen Martín Gaite se encuentra entre esos autores que piensan que lo importante es tener una buena historia y saber contarla. "Lo que más me apasiona", indica, "es narrar las transiciones, cómo cambian los personajes, cómo va pasando el tiempo, una puesta de sol". Escritora admirada y premiada desde joven, en una sucesión de reconocimientos que van desde el Nadal en 1957 por Entre visillos hasta el Nacional de las Letras que obtuvo en 1994 por el conjunto de su obra, Carmen Martín Gaite ha disfrutado además en los últimos años del éxito de ventas. "Me convertí en una escritora de mayorías a partir de la magnífica acogida que tuvo en 1987 Los usos amorosos de la postguerra española, tras lograr el premio Anagrama de ensayo. A partir de ese momento mis siguientes novelas, como Nubosidad variable o Irse de casa, publicadas también en Anagrama, han conseguido un gran respaldo de los lectores y, sobre todo, de los jóvenes. Me encanta que me lean los jóvenes. Soy poco ególatra, poco narcisista leninista, pero el cariño de los jóvenes me conmueve".

Traducida ya a varios idiomas, ajena a las capillas y las polémicas literarias, Carmen Martín Gaite vive en su barrio de siempre, disfruta de ese contacto de vecindad, tan difícil ya en un enorme Madrid, y cuando se cansa de trabajar se va "a tomar calle". "Callejear es una de las cosas que más me gusta", confiesa la escritora en una casa acogedora, repleta de libros y de objetos, que se asoma a una terraza luminosa. Contemporánea en tantas cosas, la escritora insiste en seguir escribiendo en cuadernos llenos de una diáfana caligrafía que luego transcribe su secretaria.

"No tengo fax ni coche ni ordenadores. Me gusta estar al día en muchas cosas, pero ya no tengo edad para que me envíen cartas a través del correo electrónico. Desde luego, si alguien me dice algo cariñoso a través de un e-mail, se lo tiro a la cara. Prefiero que me escriban de puño y letra". Inquieta y vitalista, con la expresión de una niña siempre presente en sus ojos, esta fobia a la informática no significa que la escritora olvide aquella reflexión de su padre de que las personas se dividen entre los que nacen sabiendo y los que mueren aprendiendo. Carmen Martín Gaite se incluye, por derecho propio, en el segundo grupo.

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