Las guerras religiosas, las más absurdas

Un periodista sueco preguntó al escritor portugués si consideraba que su Evangelio según Jesucristo, duramente criticado por el Vaticano, guardaba alguna relación con Los versos satánicos de Salman Rusdhie. Saramago respondió: "no tienen nada en común, son dos visiones del mundo diferentes, dos universos diferentes". Pero aprovechó la ocasión para lanzar una reflexión personal sobre el caso, desde la óptica de un viejo comunista que no ha renegado de su ideología, sino todo lo contrario. "Ningún ser humano", dijo, "quien quiera que sea, tiene el derecho de hablar en nombre de Dios, sea el Pap...

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Un periodista sueco preguntó al escritor portugués si consideraba que su Evangelio según Jesucristo, duramente criticado por el Vaticano, guardaba alguna relación con Los versos satánicos de Salman Rusdhie. Saramago respondió: "no tienen nada en común, son dos visiones del mundo diferentes, dos universos diferentes". Pero aprovechó la ocasión para lanzar una reflexión personal sobre el caso, desde la óptica de un viejo comunista que no ha renegado de su ideología, sino todo lo contrario. "Ningún ser humano", dijo, "quien quiera que sea, tiene el derecho de hablar en nombre de Dios, sea el Papa o un ayatolá. Dios nunca dijo a nadie que hablara en su nombre. Nunca Dios dijo a un ser humano tu eres mi emisario en la tierra. Me representas y eres mi altavoz". Tras aclarar que no cree en ningún Dios, el escritor añadió: "Si lo hay, sólo puede haber uno. Por tanto, las guerras religiosas son las más absurdas del mundo. Si Dios es único, no pueden estar peleándose en nombre de tres o cuatro dioses. Si Dios es único, todos los modos de adorarle deben ser equivalentes".Tras este pequeño paréntesis, el nuevo Nobel de Literatura afirmó que conoce la obra de algunos autores suecos, pero expresó el contraste que existe "en un país que concede el premio más importante del mundo y cuya literatura, precisamente, no es muy conocida. Eso no tiene sentido". A modo de sugerencia amable y respetuosa, como no podría ser de otra manera en Saramago, el escritor luso consideró que "sería bueno que la Academia sueca promoviera también la literatura de su país".

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