Crítica:CLÁSICA

Búsqueda del latido

Recordada, conmemorada y glosada profusamente a lo largo de los últimos meses, la muerte de Felipe II ha sido el eje central del último de los 24 conciertos que han integrado este año el ciclo Los Siglos de Oro. Tras repasar la música con la que se educó, la que viajó con él por Europa, la que animó sus fiestas, la que le tañían en privado o la que acompañó sus rezos en El Escorial, el corolario obligado era poner fin a la serie con la única que ya no pudo escuchar los días 18 y 19 de octubre de 1598 en la Iglesia de San Jerónimo de Madrid.Paul McCreesh es amigo de ubicar las obras que ...

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Recordada, conmemorada y glosada profusamente a lo largo de los últimos meses, la muerte de Felipe II ha sido el eje central del último de los 24 conciertos que han integrado este año el ciclo Los Siglos de Oro. Tras repasar la música con la que se educó, la que viajó con él por Europa, la que animó sus fiestas, la que le tañían en privado o la que acompañó sus rezos en El Escorial, el corolario obligado era poner fin a la serie con la única que ya no pudo escuchar los días 18 y 19 de octubre de 1598 en la Iglesia de San Jerónimo de Madrid.Paul McCreesh es amigo de ubicar las obras que interpreta dentro del marco histórico en el que supuestamente vieron la luz. No es fácil reconstruir la música de las exequias de Felipe II, pero es de agradecer que, aun con fisuras, como en este caso, el director británico trate siempre de remedar o, al menos, de acercarse a las prácticas litúrgicas de la época. A su favor jugaban, además, dos bazas seguras: el Officium defunctorum y la Missa pro defunctis de Cristóbal de Morales, o el prodigioso Versa est in luctum de Alonso Lobo, músicas todas con una punta de lanza emocional tan penetrante que, por poco que se la afile, traspasa cuanto encuentra a su paso; y doce cantantes de excepción, cultivadores asiduos de este repertorio y, hoy por hoy, al igual que otros grupos homólogos británicos, las voces ideales para recrear nuestra polifonía.

Gabrieli Consort

Director: Paul McCreesh. Obras de Morales y Lobo. Iglesia de San Jerónimo el Real. Madrid, 18 de noviembre.

Con semejantes tesoros en su capazo, cabe exigirle a McCreesh mejores resultados que los escuchados. Falta en sus lecturas el esmero o la perfección de trazo de Harry Christophers, pero también el constante latido interior de Bruno Turner (que inauguró este ciclo allá en febrero). Las versiones de McCreesh caminan en ocasiones sin rumbo y, para retomarlo, no basta con el socorrido recurso de aumentar bruscamente la dinámica en los momentos de mayor tensión armónica. Es necesario trazar arcos, dibujar estructuras, construir procesos. McCreesh lo hizo sólo a ratos y su estilete, por lo general más afilado en sus grabaciones, se adivinaba en exceso romo en su tránsito por una música desnuda que, aparte de técnica y oficio, requiere entrega y pasión para no privarla de su inmensa grandeza.

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