CLÁSICA

Las 'quintas' de Marco y Mahler

Bajo el patrocinio de la Comunidad comenzó la Sinfónica de Madrid su Preludio al centenario, pues la orquesta nació en 1904. Es hilo conductor Ricardo Strauss, cuyo entorno histórico y consecuencias posteriores vale la pena seguir al cumplirse el cincuentenario de la muerte del gran bávaro. Pedro Halffter cada vez que aparece en el podio no sólo confirma sus condiciones sino que muestra importantes avances en el desarrollo de su fuerte personalidad de director.El programa era comprometido pues la dilatada Quinta sinfonía de Mahler, con su célebre adagietto, es partitura difícil en todos los ór...

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Bajo el patrocinio de la Comunidad comenzó la Sinfónica de Madrid su Preludio al centenario, pues la orquesta nació en 1904. Es hilo conductor Ricardo Strauss, cuyo entorno histórico y consecuencias posteriores vale la pena seguir al cumplirse el cincuentenario de la muerte del gran bávaro. Pedro Halffter cada vez que aparece en el podio no sólo confirma sus condiciones sino que muestra importantes avances en el desarrollo de su fuerte personalidad de director.El programa era comprometido pues la dilatada Quinta sinfonía de Mahler, con su célebre adagietto, es partitura difícil en todos los órdenes y con un factor principal que ya detectó Strauss cuando vio dirigir a su amigo Mahler: "Es uno de los pocos conductores modernos que conoce las modificaciones del tiempo". También Mahler, como compositor, jugó con la flexibilidad y el devenir de los tempi, y la sinfonía en do sostenido menor es un excelente ejemplo. Strauss, en carta a Mahler (1905), elogia la obra, especialmente los dos primeros tiempos, y califica al scherzo de genial. Es interesante leer: "Lo único que lo estropeó un tanto fue el pequeño adagietto, aunque naturalmente es lo que más ha gustado al público. Le está a usted bien empleado".

Halffter salvó la frecuente tentación que hace de ese adagietto el centro sustancial de una sinfonía con méritos muy superiores. Construyó la obra con potencia y riqueza de contrastes, sin excederse en lo grandioso ni perderse en la minucia. Su trabajo le valió cerradas ovaciones que mereció igualmente la orquesta.

La Quinta sinfonía, de 1989, es uno de los trabajos más inteligentes, sensibles y bellos de Tomás Marco. Parte del comienzo del Zarathustra de Strauss, con sus grandes acordes disonantes expuestos en un luminoso tratamiento dinámico, que sirven al músico madrileño para trazar una obra de espléndida continuidad que alberga siete movimientos bien cohesionados y diferenciados en todos sus valores. Invención tras invención, Marco nos ofrece una fascinante respuesta a la cosmogonía nietzschstraussiana de 1896. Pero al margen de toda cuestión ideológica y conceptual, el triunfo se alcanza por vías de la pura música, capaz de imponer su comunicatividad y lograr el aplauso de un público no habituado a las expresiones contemporáneas. La versión tuvo el orden, la claridad y la veracidad que precisa esta partitura personal y viva.

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