"Por lo menos estoy vivo"

"Cuando vuelva, enmarcaré el fax que me mandó Michael Owen", dice Gonzalo Blanco

"¿Gonzalo? Sí, está aquí en la quinta planta". Las enfermeras del gigantesco hospital de Derry no precisan de muchos detalles para identificar y localizar al pequeño convaleciente, una de las víctimas extranjeras entre los 220 heridos en la explosión del sábado en Omagh. El mismo tono es garantía, además, de la máxima ayuda y facilidades posibles. "Sí", confirma José Manuel Blanco, padre de Gonzalo y de su hermana Teresa, también hospitalizada, "se están desviviendo por nosotros. No he conocido nada igual". El caso de la familia Blanco es especialmente trágico. Los dos pequeños sufrieron el ...

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"¿Gonzalo? Sí, está aquí en la quinta planta". Las enfermeras del gigantesco hospital de Derry no precisan de muchos detalles para identificar y localizar al pequeño convaleciente, una de las víctimas extranjeras entre los 220 heridos en la explosión del sábado en Omagh. El mismo tono es garantía, además, de la máxima ayuda y facilidades posibles. "Sí", confirma José Manuel Blanco, padre de Gonzalo y de su hermana Teresa, también hospitalizada, "se están desviviendo por nosotros. No he conocido nada igual". El caso de la familia Blanco es especialmente trágico. Los dos pequeños sufrieron el impacto directo de la bomba y dada la gravedad y carácter de sus heridas tuvieron que ser internados en distintos centros del Ulster. "Un voluntario norirlandés no se ha separado de mí en ningún momento. Como si fuera mi chófer personal me ha llevado de Belfast a Derry y vuelta a Belfast cada vez que quería moverme", explica maravillado el padre por el apoyo que le están brindando.

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Ayer, por fin, los dos hermanos se reencontraron en el Hospital Royal Victoria, en la capital del Ulster, aunque siguen todavía en pabellones distintos. "¿Sabe tu padre que vamos a trasladarte?", le preguntó horas antes una enfermera a Gonzalo. A sus 12 años y a pesar de la seriedad de sus quemaduras y acusado traumatismo, el pequeño Blanco es el intérprete de la familia.

"No me acuerdo del bombazo. Yo estaba con el grupo avanzando hacia donde nos dirigían la policía y las cámaras. Miraba hacia adelante y atrás todo el tiempo porque me sentía un poco confundido. Entramos en el supermercado, pero en seguida nos echaron de allí porque estaban cerrando. Quise entonces refugiarme en alguna tienda, pensé que eso era lo más seguro, pero no me dejaron porque estaban bajando las persianas metálicas", explica tranquilo, pero con un sentimiento que delata el pánico que sufrió.

Gonzalo no siente rencor ni rabia por lo sucedido: "Por lo menos estoy vivo", dice. Al mismo tiempo defiende a capa y espada a la coordinadora del grupo, Paula Helguero, objeto de duras críticas por algunos sectores españoles. "Ella no tiene la culpa. Fue mala suerte", dice. Su padre lo corrobora: "La excursión se organizó siguiendo las costumbres normales. Después de comer en el parque les dieron dos horas libres como siempre se hace en este tipo de salidas. Yo no tengo ninguna queja, todo se basa en la mala fortuna de haber llegado allí en el momento fatídico". Por primera vez desde que llegaron a Irlanda del Norte, el pasado domingo, los Blanco no tienen que recorrer el centenar de kilómetros que, hasta ayer, separaba a sus hijos de 13 y 12 años. Antes de salir en la camilla, Gonzalo se cercioró de que no se olvidaran de los regalos que ha recibido en Londonderry. En especial, el fax que le envió Michael Owen, el as del Liverpool y estrella de la selección inglesa de fútbol, y la camiseta roja del equipo del Merseyside que le trajo personalmente el cura de la ciudad. "Cuando llegue a casa voy a enmarcar el fax", señala intentando sonreír.

Además de Gonzalo y Teresa, en el hospital de Belfast están ingresadas sus compañeras de estudios Beatriz Puech Helguero y Marta Ordóñez. Aunque están fuerza de peligro, no pudieron viajar el martes con los ocho heridos que regresaron a España en el avión-hospital fletado por el Gobierno. "Aquí están los mejores especialistas del mundo en el tratamiento de víctimas del terrorismo", explica José Manuel Blanco.

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El cabeza de familia reconoce que Gonzalo ha mejorado muchísimo. Lo mismo sucede con el resto de los escolares. "Mi sobrina Beatriz", dice la coordinadora Helguera sin poder contener las lágrimas, "estaba muy grave, pero ya ha salido del coma y está recibiendo un tratamiento de cirugía".

La responsable de los cursos de verano, madre de tres hijos y embarazada de cuatro meses a sus 34 años, vela por todos los heridos y por la veintena de niños que continúan en Buncrana, en el condado irlandés de Donegal. Todos ellos han recibido sesiones de terapia y quieren seguir con las clases de inglés.

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