Crítica:CANTO

Puerta grande

La soprano alemana Ruth Ziesak nació en 1963. Digo, de entrada, la edad porque ella no la oculta, y sobre todo para situar la valentía del recital que ofreció ayer en Madrid. Luis Carlos Gago, en sus documentados comentarios al programa de mano, lo define como coherente y exigente. No es para menos: Schubert, con textos de Goethe y Rückert; Wolf, con textos de Mörike. Atreverse con algo tan comprometido, a su edad, o es una osadía o demuestra una seguridad digna de admiración.La voz de Ziesak es de corte angelical. Su actitud ante el canto es de una naturalidad asombrosa. Frasea y pronuncia ma...

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La soprano alemana Ruth Ziesak nació en 1963. Digo, de entrada, la edad porque ella no la oculta, y sobre todo para situar la valentía del recital que ofreció ayer en Madrid. Luis Carlos Gago, en sus documentados comentarios al programa de mano, lo define como coherente y exigente. No es para menos: Schubert, con textos de Goethe y Rückert; Wolf, con textos de Mörike. Atreverse con algo tan comprometido, a su edad, o es una osadía o demuestra una seguridad digna de admiración.La voz de Ziesak es de corte angelical. Su actitud ante el canto es de una naturalidad asombrosa. Frasea y pronuncia maravillosamente, y en su desarrollo no asoma en ningún momento ni un gesto de afectación, ni truculencias, amaneramientos o gratuidades. Canta con una pureza que, por lo que escasea en la actualidad conmueve. A ello hay que añadir que sabe elegir lo que más conviene a su estilo y, además, que cuenta con la complicidad de Helmunt Deutsch, un pianista sensacional para el lied.

IV Ciclo de Lied

Helmut Deutsch (piano). Obras de Schubert y Wolf. IV Ciclo de lied. Fundación Caja de Madrid. Teatro de la Zarzuela. 10 de junio.

Ziesak comunica con el espectador de piel a piel. Su forma de estar irradia simpatía. Se deja el alma en cada nota, disfruta sin disimulo lo que está haciendo y, claro, irradia una vitalidad contagiosa. Su visión del lied está alimentada a partes iguales de popularidad y elegancia, de encanto y profundidad. Su Du bist die ruh, de Schubert, fue como para levitar. Todo su Wolf, en su sustancia y en su evanescencia, trajo el recuerdo de Elisabeth Schwarzkopf. Sus Mozart de las propinas fueron tan personales como atractivos. Los secretos del lied salían a flote a cada momento.

Recogimiento, contención, intimidad: Ziesak cantó con la sutileza de la inocencia. Algunos añoraron un mayor cuerpo vocal para Schubert. Habría sido, evidentemente, otro Schubert. Ziesak sabe lo que quiere y lo resuelve con inteligencia. No es exhibicionista, sino fiel al espíritu de una tradición, pero con la frescura de una juventud irresistible. Es una cantante de nuestros días. Sin unos medios aparatosos, pero con una musicalidad matizada y transparente. No hay duda: puerta grande.

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