Crítica:GUITARRA

Toque maestro

Con medio siglo de vida cumplido este año, y desde los 12 subido en ellos, a Paco de Lucía pocas cosas le quedan por hacer sobre un escenario. Si acaso, hacerlo mal. Y esa posibilidad es remota. Paco de Lucía no toca la guitarra, en todo caso la transforma en un ser vivo. Es tan genial, tan inverosímil su toque, que nadie diría que se pasa las horas enteras ensayando en casa. Es como si hubiera nacido así, sabiendo tocar con esa facilidad y que todo lo demás está de más. Pero Paco se toma en serio su trabajo, muy en serio.Afrontó anoche en el Palacio de Congresos de Madrid la presentación de s...

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Con medio siglo de vida cumplido este año, y desde los 12 subido en ellos, a Paco de Lucía pocas cosas le quedan por hacer sobre un escenario. Si acaso, hacerlo mal. Y esa posibilidad es remota. Paco de Lucía no toca la guitarra, en todo caso la transforma en un ser vivo. Es tan genial, tan inverosímil su toque, que nadie diría que se pasa las horas enteras ensayando en casa. Es como si hubiera nacido así, sabiendo tocar con esa facilidad y que todo lo demás está de más. Pero Paco se toma en serio su trabajo, muy en serio.Afrontó anoche en el Palacio de Congresos de Madrid la presentación de su último disco, Luzía -un trabajo denso de composiciones nuevas, algo que no hacía desde hace ocho años-, de la mejor manera que podía hacer: pletórico de forma y rodeado de los mejores músicos de España.

Paco de Lucía

Paco de Lucía (guitarra), Ramón de Algeciras (guitarra), Duquende (cante), Juan M. Cañizares (guitarra), Carles Benavent (bajo), Jorge Pardo (flauta y saxo), Joaquín Grilo (baile y percusión), Rubén Dantas (percusiones). Palacio de Congresos. Madrid, 9 de junio. 3.000 espectadores. De 3.500 a 6.000 pesetas.

No dice nada. Sale. Mira. Carga la suerte y se sienta solo. La pierna derecha la cruza sobre el muslo izquierdo y en el hueco posa el instrumento. Una rondeña para Camarón, que en directo no se atreve a cantar como ha hecho en el disco, unas bulerías, unas alegrías y todo el mundo repara en el enorme artista que es sobre el escenario.

Delirio

A Paco le gusta tocar, se nota. Suele decir que sufre siempre cuando sale al escenario, y más si es en Madrid. Visto, y oído, lo de anoche, es difícil creer esa afirmación. Y aunque se supone que, como a todo artista, le gusta que le reconozcan su arte, Paco hace pocas cosas de cara a la galería. Ayer, cualquier rasgueo en los trastes más próximos al cuerpo de la guitarra, con sus dedos vertiginosos, provocaba el delirio. Recurre poco a ellos, Paco, que lo suyo es mucho más sutil.Y hay también isidros entre el público, como en la Feria, según narraba hace un par de días en este periódico Joaquín Vidal. Isidros que se enfadan, sin mucha razón, cuando un olé espontáneo rompe el silencio en butacas; y con mucha cuando es un móvil el que lo hace.

O sea, que Paco de Lucía es sutil, genial, increíble, el mejor guitarrista flamenco del mundo. El que ha revolucionado el instrumento y su toque. Todo eso no lo discuten ni sus compañeros de profesión ni nadie anoche en el Palacio de Congresos. Pero sobre todo Paco de Lucía es el artista antidivo.

Renegando de su propio mito anoche, además de disfrutar con su instrumento lo hacía oyendo cantar a Duquende (menos mal que ya no le comparan tanto con Camarón), viendo bailar a Joaquín Grilo u oyendo el saxo y las flautas de Jorge Pardo. Sobre el enorme talento de los siete músicos, precisos y certeros , emergía la guitarra de Paco de Lucía. Y su pie al suelo, mandando el compás.

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