UN HOMBRE DEL SIGLO

La literatura pensativa

La riqueza multidisciplinar de la obra de Francisco Ayala, uno de sus rasgos fundamentales según el jurado del Premio Príncipe de Asturias, se demuestra en la penetrante conciencia literaria de este narrador y ensayista granadino, que viene acompañando al siglo, con un pulso admirable, en todos sus laberintos intelectuales y creativos. Desde los años juveniles de la vanguardia literaria, la inteligencia y la imaginación se han unido en la obra de Ayala para ofrecer una lectura moral sobre la naturaleza humana, sus responsabilidades éticas y sus degradaciones históricas.En los años de La Gaceta...

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La riqueza multidisciplinar de la obra de Francisco Ayala, uno de sus rasgos fundamentales según el jurado del Premio Príncipe de Asturias, se demuestra en la penetrante conciencia literaria de este narrador y ensayista granadino, que viene acompañando al siglo, con un pulso admirable, en todos sus laberintos intelectuales y creativos. Desde los años juveniles de la vanguardia literaria, la inteligencia y la imaginación se han unido en la obra de Ayala para ofrecer una lectura moral sobre la naturaleza humana, sus responsabilidades éticas y sus degradaciones históricas.En los años de La Gaceta Literaria y de las novelas vanguardistas como Cazador en el alba, Ayala publicó Indagación del cinema, un libro en el que se analizan las consecuencias estéticas de la modernidad, los nuevos códigos del vértigo, la deshumanización orteguiana del arte y el juego cerebral de las metáforas. Después de la guerra civil y de la II Guerra Mundial, dedicado en el exilio a una brillantísima labor de sociólogo y pensador político, fue de los primeros en señalar la desaparición de los antiguos Estados nacionales y las nuevas relaciones de poder, adivinando alguno de los debates centrales que después han surgido en la llamada posmodernidad. Puesta en duda la ingenuidad vanguardista, Ayala apostó en su narrativa por un análisis realista de la condición humana, foco indispensable y último de la Historia, publicando títulos como Los usurpadores, La cabeza del cordero, Historia de macacos o Muertes de perro. Tuvo tiempo además de analizar las condiciones de la literatura española del exilio, en el ensayo memorable «¿Para quién escribimos nosotros?», y de preocuparse de la realidad interior del país, lo que le permitió regresar con una lucidez y una capacidad de adaptación admirables, difíciles de encontrar en otros escritores de su edad. Su obra alcanza la plenitud en libros como El jardín de las delicias o El tiempo y yo.

Buen estudioso de Miguel de Cervantes, la narrativa de Francisco Ayala huye de los sermones morales, impide que las ideas preconcebidas se infiltren en el texto y deja que los personajes vayan adquiriendo y ofreciendo su concepción del mundo en la propia experiencia literaria. No busca en los libros una visión negativa, sino un meditado y esperanzador ejercicio de exigencia ética, al margen de las soluciones fáciles y demagógicas. Es el fruto de una alianza, el abrazo fértil de la inteligencia y la creatividad, la propuesta de un verdadero intelectual que ha sabido mantener su compromiso con la rebeldía humana, una postura abiertamente crítica ante el pensamiento conservador, sin caer en la histeria del victimismo y en las ingenuidades sacerdotales de las voces puras. La Historia de España hubiera sido distinta de haber contado con más hombres como Francisco Ayala.

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