Reportaje:EXCURSIONES

El capricho de una bruja

Grandes encinas, rapaces y manadas de ciervos pueblan el coto que compró Isabel de Farnesio en 1751

Nunca dejará de sorprendernos la poca relación que existe entre la calidad de las obras humanas y las intenciones que las animan. Riofrío, verbigracia, es uno de los sitios más bonitos del Guadarrama, con su rosa fábrica palaciega acostada al arrimo de la legendaria Mujer Muerta, solitarias ambas y fantasmales, pero a la luz de la historia puede asegurarse que fue concebido por una bruja.Dicen las crónicas que Isabel de Farnesio era orgullosa, intrigante y ambiciosa. Dicen también que la segunda mujer de Felipe V no se ajuntaba con su hijastro Fernando VI, y que al poco de enviudar se gastó 78...

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Nunca dejará de sorprendernos la poca relación que existe entre la calidad de las obras humanas y las intenciones que las animan. Riofrío, verbigracia, es uno de los sitios más bonitos del Guadarrama, con su rosa fábrica palaciega acostada al arrimo de la legendaria Mujer Muerta, solitarias ambas y fantasmales, pero a la luz de la historia puede asegurarse que fue concebido por una bruja.Dicen las crónicas que Isabel de Farnesio era orgullosa, intrigante y ambiciosa. Dicen también que la segunda mujer de Felipe V no se ajuntaba con su hijastro Fernando VI, y que al poco de enviudar se gastó 783.331 reales para comprar un coto de caza a dos leguas a poniente de La Granja, en el que maquinaba crear una corte aparte con su palacio, su monasterio y su iglesia, sus cuarteles, sus casas de oficios, su teatro, su huerta, sus jardines..., todo con tal de que no le hiciese sombra el nuevo rey. Pero se ve que la muerte de Fernando VI, acaecida en 1759, satisfizo con creces sus deseos, pues la Farnesio corrió a Madrid a hacerse cargo de la regencia durante la minoría de su hijo Carlos III, y del palacio cuadrado de 84 metros de lado y tres plantas de altura, que era casi lo único que se había construido hasta la fecha, no volvió a acordarse.

Carísimo capricho

Dos siglos y medio después, aquel carísimo capriccio de estilo italiano que se dio la madrastra parmesana en la ladera segoviana de la sierra, sigue vacío como una noche sin sueños, y a excepción de las breves jornadas de Francisco de Asís y de Alfonso XII -que penó aquí unos días tras la muerte de la joven reina Mercedes, en 1878-, Riofrío sólo ha servido como pabellón de caza para los sucesivos escopeteros que han pasado por el trono. De ahí las miríadas de ciervos y gamos que hoy, liberadas de esa penosa servidumbre, triscan en las 700 hectáreas del encinar circundante, acotado éste por una muralla de 12 kilómetros de perímetro, a una distancia del observador que en otros tiempos resultaría temeraria.Nuestra gira comenzará en la puerta de Madrid, antes de rebasar la cual dejaremos el coche para enfilar a pie por el asfalto -pues está prohibido salirse de la carretera- hacia el cercano palacio. Allí, si queremos, un guía de Patrimonio Nacional nos sendeará por la planta principal, que alberga 18 habitaciones reales y las salas del Museo de Caza. Hay quien dice que este último es una maravilla, y sin duda tiene mérito porque, entre tanta escopeta regia, tanto trofeo y tanto animal momificado por el taxidermista Benedito como se exhiben, hasta al menos ecologista le entran unas ganas terribles de salir corriendo al bosque a disfrutar de la naturaleza viva.

Oliendo aún a pólvora y naftalina, proseguiremos nuestra andadura por el camino obligatorio a través de una dehesa de encinas y fresnos corpulentos, avistando sin dificultad los gamos confianzudos, los espantadizos ciervos, los milanos, las águilas y los buitres que tienen en estos venaderos carroña segura. Así llegaremos a la puerta de Hontoria, que queda hacia el extremo contrario del parque, a tres kilómetros largos de la de Madrid, y por ella saldremos.

El regreso lo efectuaremos por el exterior, siguiendo la cerca a mano derecha durante cinco kilómetros y apreciando de paso el contraste entre el encinar adulto del interior y el ralo carrascal que cae extramuros. A medio camino pasaremos junto a la puerta de Castellanos, cerrada al público, y poco después cruzaremos el río Frío, aprovechando para ello el trazado de la carretera que lo salva. Enseguida retomaremos la cerca y, buscando paso por los muretes de varias fincas ganaderas, surcaremos para acabar hermosísimos prados cuajados de peonías, jaras, cantuesos, espinos majuelos y zarzas en flor; unas praderas que, puestos a comparar, son más bellas incluso que las de dentro de Riofrío, donde la superpoblación de ungulados las ha dejado rasas como campos de golf. Porque ahora son ellos los que, a salvo de los cazadores, hacen su real gana.

A pie, gratis

» Dónde. El palacio de Riofrío se encuentra una distancia de 81 kilómetros de Madrid, yendo por la carretera de A Coruña (A-6) hasta San Rafael, donde hay que salirse de la autopista para dirigirse hacia Segovia y tomar el desvío señalizado a la izquierda pasado Rivera de los Molinos.» Cuándo. Esta gira recorre cerca de nueve kilómetros, que se tardan en andar unas tres horas -sin contar paradas-, a las que habrá que añadir el tiempo dedicado a la visita del interior del palacio. El parque permanece abierto desde las ocho de la mañana hasta la puesta del sol, y la entrada,si se hace a pie o en bicicleta, es gratuita; en coche cuesta 300 pesetas. El acceso al palacio, que abre sus puertas desde las 10.00 hasta las 18.00 horas, cuesta 650 pesetas.

» Quién. José Luis Sancho es el autor de la Guía de visita del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso y Riofrío (editorial Patrimonio Nacional), la mejor para conocer la historia, la arquitectura y la decoración del palacio, y que está a la venta en la tienda del mismo.

» Y qué más. La visita a este santuario natural está sometida a muy severas y lógicas restricciones: no se debe abandonar en ningún momento la pista asfaltada, dar de comer a los animales y, en caso de realizarse en coche, detenerse ni superar los 50 kilómetros por hora.

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