FALLAS DE VALENCIA

El buen toreo de capa

Hubo buen toreo de capa y lo hizo Miguel Abellán.Aún íbamos por el primer tercio del segundo novillo y Miguel Abellán ya había desplegado un amplio repertorio. Constituyó gran novedad, pues tal surtido de lances a veces no se ve ni en una feria entera. No sólo fue la cantidad sino la depurada técnica y el gusto artístico con que los ejecutó.

Miguel Abellán es una de las promesas más firmes de la novillería y lo demostró en múltiples detalles, la mayoría de ellos propios de los buenos lidiadores, con un acertado sentido de la colocación, oficio en el manejo del capote, conocimiento ...

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Hubo buen toreo de capa y lo hizo Miguel Abellán.Aún íbamos por el primer tercio del segundo novillo y Miguel Abellán ya había desplegado un amplio repertorio. Constituyó gran novedad, pues tal surtido de lances a veces no se ve ni en una feria entera. No sólo fue la cantidad sino la depurada técnica y el gusto artístico con que los ejecutó.

Miguel Abellán es una de las promesas más firmes de la novillería y lo demostró en múltiples detalles, la mayoría de ellos propios de los buenos lidiadores, con un acertado sentido de la colocación, oficio en el manejo del capote, conocimiento de los toros para darles brega, acierto en la elección de los quites... Instrumentó las verónicas ganando terreno hasta dibujar la media en la boca-riego; quitó por faroles que es modalidad capotera de raro uso y los cerró con media verónica echando las dos rodillas a tierra; corrió a su novillo por rogerinas; ciñó gaoneras y las remató mediante la barroca serpentina; marcó con suavidad y ajuste la chicuelina en su versión clásica...

Camacho /Rafael, Abellán, Fabra

Novillos de María del Carmen Camacho, de escasa presencia (4º, diminuto), justos de fuerza, manejables. Rafael de Foios: dos pinchazos -primer aviso-, estocada corta atravesada, rueda de peones, cinco descabellos -segundo aviso- y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Miguel Abellán: estocada perpendicular ladeada y dos descabellos (vuelta); pinchazo -aviso-, otro hondo tendido, rueda de peones, estocada corta y rueda de peones (palmas y saluda). Ricardo de Fabra: pinchazo sin muleta, otro con ella pero la pierde estocada -aviso- y dobla el novillo (palmas); aviso antes de matar y estocada corta (petición y vuelta). Plaza de Valencia, 12 de marzo. 2ª corrida de feria. Media entrada.

Cuando se suelen desarrollar las corridas sin que se vea ni un solo quite, sin que nadie interprete la verónica en sus justos cánones, que aparezca un novillero desplegando, fundamentado y bello, el imaginativo repertorio de capa, el espectáculo se enriquece y el arte de torear recupera su grandeza.

Y eso sucedió en la segunda función fallera, inesperadamente, venturosamente. Las intervenciones de Miguel Abellán durante los primeros tercios pusieron de manifiesto que el toreo no se circunscribe a trastear de muleta; que hay numerosas suertes, hermosas y meritorias, al margen del derechazo; que el derechazo no es una unidad de destino en lo universal.

Llegado el último tercio, Abellán tiró también de repertorio. Pero no estuvo tan acertado. Algo raro ocurre con este torero, que empieza estupendamente sus faenas y, mediadas, se le van a menos. A lo mejor le falta madurar, lo que sería lógico, dada su juventud. Quizá haya en él una confusión entre su claro concepto de lidiador y la absurda técnica muletera que hoy se lleva. Un castizo diría que se le cruzan los cables. Quién sabe.

La verdad es que la naturaleza específica de la lidia nada tiene que ver con la obsesión pegapasista de la neotauromaquia. Al que se pone a pegar pases, siempre los mismos, pesado y contumaz hasta el infinito, el arte de torear le importa un bledo. La mayría de los toreros de las nuevas generaciones van por ahí, y su vocación es la de trabajadores a destajo.

Rafael de Foios y Ricardo de Fabra estaban en esa línea. El de Foios, remedando a Vicente Barrera, con una meritoria verticalidad y un estimable toque de elegancia. Lució poco en el primer novillo, al que no cogía el temple, y en cambio se hartó de torear templado por naturales al cuarto, diminuto, sumiso y borreguil, que era una mona. Ricardo de Fabra no cogió el ritmo a ninguno de los de su lote, pese a que les pegó cientos de pases con mayor voluntad que acierto.

Y el excelente capotero Miguel Abellán, con la muleta dio una de cal y otra de arena. Tras los cambios por la espalda con que prologó sus faenas, en unas tandas parecía tan pegapasista como sus colegas, en otras toreaba hondo, sufrió dos volteretas y se fue de vacío.

Entre los tres sólo cortaron una oreja a la fácil novillada -la ganó Rafael de Foios- y sin embargo se llevaron cinco avisos. El toreo moderno es así.

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