Tribuna:

Ser mujer en Oriente Próximo

Helmut Hofer, ciudadano alemán, está encarcelado en Irán y puede ser ejecutado por haber tenido relaciones sexuales con una estudiante iraní de médicina. El problema del islam es que algunas de sus cuestiones supuestamente fundamentales lo son de modo absoluto o no tanto, dependiendo de la interpretación que se adopte. No es lo mismo el islam de Arabia Saudí que el de Malaisia, el de Afganistán que el de Palestina. Hofer arriesga la vida porque la versión de la ley islámica, la sharia, que se aplica en Teherán demanda la pena capital para todo kafir (infiel) que mantenga relaciones ilíc...

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Helmut Hofer, ciudadano alemán, está encarcelado en Irán y puede ser ejecutado por haber tenido relaciones sexuales con una estudiante iraní de médicina. El problema del islam es que algunas de sus cuestiones supuestamente fundamentales lo son de modo absoluto o no tanto, dependiendo de la interpretación que se adopte. No es lo mismo el islam de Arabia Saudí que el de Malaisia, el de Afganistán que el de Palestina. Hofer arriesga la vida porque la versión de la ley islámica, la sharia, que se aplica en Teherán demanda la pena capital para todo kafir (infiel) que mantenga relaciones ilícitas con una musulmana. No es extraño que estos días Helmut Hofer haga todo lo posible para convencer a las autoridades de que se había convertido al islam hace algún tiempo. Sólo eso, o tal vez la presión de Bonn, lo salvará.Nada dicen los teletipos de las circunstancias personales o familiares de Vahideh. Qassam, la estudiante cortejada. Si la suerte de un extranjero ajeno a lo islámico no es envidiable en casos como el que comento, la de las musulmanas tampoco lo es en demasía. Probablemente, Vahideh ignore la obra de su compatriota Shirin Neshat, que acaba de ganar en una de las secciones de Arco 98 con su Turbulencias, y que, al recibir el premio, manifestaba que "la mujer iraní tiene prohibido cantar".

No es fácil entonar una oda en Oriente Próximo. La situación de la mujer en Irán -aunque lejana de la hecatombe personal y cultural de la saudí o la afgana- es todavía deplorable. Por su parte, las sociedades árabes de fuerte componente tribal son ejemplo vergonzoso del oprobio, despotismo y agravio que el hombre ha impuesto durante siglos sobre la mujer. En ellas, la mujer es, ante todo y durante toda su vida víctima. Y, muy a menudo, víctima mortal, de corta vida.

Con frecuencia, en dichas sociedades, costumbres y tradiciones tribales que afectan a muy amplios sectores de la población prevalecen sobre la ley. Alguna de esas costumbres exige que la mujer-no el hombre- ha de ser virgen antes del matrimonio. El papel femenino consiste en velar por el honor de la familia, pero, en la práctica, tal honor exige la supeditación de la mujer al hombre. La virginidad deviene símbolo, y la sharia castiga con cien latigazos a quien la pierde. Ello, en el mejor de los casos. No es infrecuente que los indicios o la mera sospecha de conducta sexual impropia por parte de la mujer desaten contra ella la violencia masculina, en ocasiones hasta la muerte. A menudo, la mujer -educada en un ambiente que le hace sentirse responsable de su supuesta mala conducta- adopta una actitud sumisa.

Así las cosas, hay un par de efemérides útiles para fomentar la reflexión y la acción sobre estos temas. Aunque -como dice Mary Robinson, la alta comisionada de la ONU- no haya en realidad mucho que celebrar, 1998 coincide con el 50º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y, por otro lado, el 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Sensibilizado por ello y convencido de que no hay en este asunto epítome más significativo, el Parlamento Europeo acaba de publicar una resolución en la que pide que el próximo día 8 "se preste especial atención a la situación de las mujeres afganas".

Tema no baladí. Afganistán padece simultáneamente tres dramáticas, apocalípticas, lacras: la miseria, la guerra y el integrismo islámico. Los principales responsables son un ejército de fanáticos -los taliban- que han impuesto en el sector del país que controlan una visión absurda, extrema y ridícula del islam, afortunadamente rechazada por la gran mayoría del mundo musulmán. Allí, ocho millones de mujeres tienen prohibido trabajar o estudiar, cantar o salir a la calle si no van absolutamente cubiertas de pies a cabeza, ojos escondidos tras una sui géneris rejilla que resalta aún más su carcelaria condición.

Tiene especiales razones Europa para preocuparse de Afganistán, que ha recibido de la Unión 30.000 millones de pesetas en los últimos dos años, asistencia humanitaria a la que los taliban ponen todo tipo de trabas. De ahí que la comisaria responsable en la materia, Emma Bonino, haya asumido la iniciativa parlamentaria y lanzado una campaña (Una flor para las mujeres de Kabul) que presentó el sábado pasado en Madrid. Su lema lo dice todo: "En Afganistán, las mujeres son invisibles, y como ellas, los derechos humanos".

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