Crítica:TEATRO

El intento de contar una historieta sin texto ni dirección

Esperanza Roy es algo más que una excelente actriz: es una estrella de brillo propio, de atractivo y gracia. Pero esa noche, o tarde, en que la vi, realmente no estaba para nadie, como dice el título de la obra, tan arriesgado. No va a ser fácil que llegue a estarlo, ni ella ni sus compañeros de reparto: no tienen texto y, a lo que parece, tampoco tiene dirección.Se cuenta una historieta, o se intenta contar: una madre y una hija están divorciadas y tratan de vivir juntas en un apartamentito. Hay un marido de la madre, que pretende a la hija. No sólo la pretende, no sólo llegó al acoso en el t...

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Esperanza Roy es algo más que una excelente actriz: es una estrella de brillo propio, de atractivo y gracia. Pero esa noche, o tarde, en que la vi, realmente no estaba para nadie, como dice el título de la obra, tan arriesgado. No va a ser fácil que llegue a estarlo, ni ella ni sus compañeros de reparto: no tienen texto y, a lo que parece, tampoco tiene dirección.Se cuenta una historieta, o se intenta contar: una madre y una hija están divorciadas y tratan de vivir juntas en un apartamentito. Hay un marido de la madre, que pretende a la hija. No sólo la pretende, no sólo llegó al acoso en el trabajo, sino que allí, en ese mismo desangelado escenario -como si estuviese sin terminar de amueblar el apartamento, o de llegar el mobiliario del decorado- intenta violarla: felizmente, para ella y para los espectadores, sin éxito.

Esta noche no estoy para nadie De Juan Carlos Rubio

Intérpretes: Esperanza Roy, Nicolás Dueñas, Martí Peraferrer, Lucía Bravo. Director: Joaquín Vida. Teatro Fígaro.

Hay también el marido de la hija, al que desea la madre, que es el papel que interpreta Esperanza Roy. Sin posibilidad: el chico es homoxesual, y la causa del divorcio es que fue hallado en la cama conyugal con otro hombre. Como consecuencia de todo este desastre entre los diversos personajes, la madre y la hija encuentran finalmente que no pueden vivir juntas y acaban separándose. No sin que antes la madre, interpretada por Esperanza Roy, haga una extraña imitación a la desesperada de la desaparecida Lola Flores, sobre la cual cae el telón o, con más exactitud, se corren las cortinas.

Más ideas

No hay ninguna situación resolutoria: parece que toda relación entre ellos es imposible, aun siendo todos ellos de una misma catadura intelectual, que es la del autor. Ah, que no se desanime. Quizá en otra ocasión tenga más ideas, o pueda desarrollar mejor las que le sobrevengan. Quizá no necesite que la primera actriz imite a Lola Flores (lo hace mejor que Celia Gámez: lo he visto. Pero tampoco era necesario). Quizá, aun con tan pocas ideas, tenga más gracia para enredar las situaciones o, que sé yo, hacer chistes.Hace mil años en la crítica nos quejábamos de los autores que hacían chistes o simples juegos de palabras: ahora, los echamos de menos. Siempre se puede temer que en el futuro, los que lleguen a él y puedan asistir al desarrollo del teatro que algunos acogen con albricias por lo que es una simple acumulación o un estado de nervios, añoren una obra como esta.

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