Los mercados también lloran

Si la crisis monetaria se extiende afectará negativamente al crecimiento económico

Nadie se atreve a decir que lo peor ha pasado. Todos los ojos están puestos en la inestable situación que aún vive el sureste asiático y, sobre todo, en el efecto contagioso sobre otros mercados emergentes concretamente en Latinoamérica, que sufren la huida del capital hacia destinos más seguros. La posibilidad de que la sucesión de devaluaciones de Asia se reproduzca amenaza con provocar una crisis financiera general de consecuencias imprevisibles, que daría un vuelco a las optimistas previsiones de crecimiento mundial.Incluso si la crisis se limita al sureste asiático, los expertos coinc...

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Nadie se atreve a decir que lo peor ha pasado. Todos los ojos están puestos en la inestable situación que aún vive el sureste asiático y, sobre todo, en el efecto contagioso sobre otros mercados emergentes concretamente en Latinoamérica, que sufren la huida del capital hacia destinos más seguros. La posibilidad de que la sucesión de devaluaciones de Asia se reproduzca amenaza con provocar una crisis financiera general de consecuencias imprevisibles, que daría un vuelco a las optimistas previsiones de crecimiento mundial.Incluso si la crisis se limita al sureste asiático, los expertos coinciden en que las economías avanzadas (EE UU, la Unión Europea y, sobre todo, Japón) saldrán perjudicadas. La única consecuencia positiva del seísmo financiero es que, gracias a que caen los precios de los activos que cotizan en Bolsa y a que las importaciones asiáticas serán más baratas, las perspectivas de inflación son más benignas. Los tipos de interés, que tienden al alza, subirán más lentamente. Un efecto que destacó Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, el banco central estadounidense, la semana pasada.

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"Creo que hemos pasado de una exuberancia irracional a un pesimismo irracional". Un corredor de la Bolsa de Londres expresaba así su perplejidad ante la brusca caída sufrida por los mercados de valores europeos y estadounidenses a raíz del declive de la de Hong Kong.

Aunque el sureste asiático ha sido el detonante o "la excusa", según algunos, de esa esperada y anunciada corrección en los mercados de valores occidentales, que Greenspan y otras autoridades monetarias consideraban deseable, hay varias incertidumbres que pueden acentuar esa caída.

La situación en Asia, pese a la masiva ayuda de la comunidad internacional, está aún lejos de estar resuelta. La presión sobre el dólar de Hong Kong no cede, como reflejan los elevados tipos de interés. A tres meses, han pasado del 7% al 13,5%. La clave es que la Autoridad Monetaria Nacional, que cuenta con unas considerables reservas de divisas (88.000 millones de dólares de EE UU) y el respaldo de las de China (valoradas en unos 130.000 millones de dólares), aguante el pulso que le están echando los especuladores y defienda el tipo de cambio de la moneda local, vinculada al dólar estadounidense desde 1984. De que aguante Hong Kong, que tiene un sistema cambiario casi idéntico al de Argentina, depende la estabilidad de Latinoamérica.

"Puede que Hong Kong gane la batalla, pero no sin sangre porque unos tipos de interés tan altos. son veneno para el mercado de acciones e inmobiliario", señala

Henrick Lumholdt, economista jefe de Bank of América España. Este experto no cree que Hong Kong tenga que someterse a la devaluación sufrida por otros países de la zona, como Tailandia, Filipinas, Indonesia o Malaisia.

La razón es que la economía de la antigua colonia británica está basada esencialmente en los servicios (aportan el 92% del PIB) y sólo actúa como un puerto de exportaciones para muchos de los productos de China, cuya moneda tiene un tipo de cambio mucho más competitivo.

Además, el sistema que respalda el tipo de cambio de la moneda de Hong Kong (currency board) significa que cada dólar hongkonés emitido tiene que estar respaldado, en contravalor, por dólares estadounidenses. Esto significa que sólo si aumenta la entrada de divisas puede crecer la base monetaria, lo que permite que bajen los tipos. "Si sale el capital, pasa exactamente lo contrario", explica Lumholdt.

"Ya se verá quién gana esta guerra psicológica, pero sería de mucha ayuda que las autoridades monetarias de Estados Unidos o de Japón lanzaran algún mensaje, de apoyo", añade. Esta oportunidad la tuvo Greenspan hace pocos días y, sin embargo, sólo mencionó el peligro que representaba para la estabilidad internacional el sistema bancario de muchos países asiáticos.

Los efectos de esta incierta situación sobre las economías avanzadas son varios. Las previsiones de crecimiento para el sureste asiático se han rebajado a la mitad. Las exportaciones a esta zona caerán notablemente. Los consumidores de estos países han visto cómo sus ahorros en Bolsa han encogido un 40% de media desde el verano. En Hong Kong, la pérdida asciende al 25%. Japón, que destina el 40% de sus exportaciones a esta zona, será el más afectado, seguido de EE UU, que envía el 16%, y la Unión Europea (13%).

"El impacto en el crecimiento de EE UU y de Europa será pequeño", opina Félix González, de Beta Capital. "Japón, sin embargo, es el que más va a sufrir. Tiene en estos países muchos de sus mercados perderán valor las fuertes inversiones que en los últimos años ha realizado en esta región".

Las empresas estadounidenses, que tienen una mayor presencia que las europeas en la zona, también obtendrán menos beneficios de sus inversiones. Las que tienen mayor presencia allí, como Asean Brown Bovery (ABB), que ha sufrido la cancelación de un proyecto en Malaisia por valor de 100 millones de dólares (14.500 millones de pesetas), acaba de anunciar que recorta 10.000 empleos.

Las compañías occidentales, además, sufrirán mayor competencia en sus mercados nacionales de los productos importados del sureste asiático, mucho más competitivos tras las devaluaciones.

El aspecto positivo, siempre que se limite a una crisis regional, es el abaratamiento de las importaciones (algunas, materias primas como el estaño o el caucho), que quitará presión sobre la inflación y, por tanto, retrasará la subida de los tipos de interés. Igualmente, el regreso de los flujos de capitales a los mercados europeos y estadounidense, más seguros, contribuirá a que los tipos de interés se mantengan más bajos.

El gran peligro es que la crisis regional se convierta en global si, como ha sucedido la semana pasada, Latinoamérica se ve también atacada. "La reacción de los fondos es indiscriminada en su huida hacia mercados de más calidad", advierte Félix González. "Los especuladores van a buscar las divisas más vulnerables y el real brasileño es una de ellas".

"Brasil tiene un perfil similar al de algunos países del sureste asiático, con un déficit por cuenta corriente elevado [cercano al 5% del PIB]", continúa este economista. El real, que está ligado al dólar mediante una banda de fluctuación que se ha ido depreciando poco a poco en los últimos meses, está, según los distintos cálculos disponibles, sobrevalorado entre un 25 y un 30% frente al dólar.

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