Tribuna:CRÓNICAS

Qué septiembre

Brines escribe de noche, vive de noche; se ve la noche en sus versos, y la noche le ha hecho; hay gente hecha del día, y Brines está hecho de la noche; se toca la noche en sus poemas, porque se toca el tiempo; está hecha de tiempo su poesía, y acaso por eso está tan presente la noche en su vida; llega a los sitios como si el día acabara de amanecer por la noche, y de noche -de noche fresca y lúcida, una noche de aire- está hecha la memoria que uno conserva de su poesía; es una poesía sosegada, amorosa y también religiosa, sagrada, irónica, la poesía de un hombre que mira; refleja su carácter, ...

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Brines escribe de noche, vive de noche; se ve la noche en sus versos, y la noche le ha hecho; hay gente hecha del día, y Brines está hecho de la noche; se toca la noche en sus poemas, porque se toca el tiempo; está hecha de tiempo su poesía, y acaso por eso está tan presente la noche en su vida; llega a los sitios como si el día acabara de amanecer por la noche, y de noche -de noche fresca y lúcida, una noche de aire- está hecha la memoria que uno conserva de su poesía; es una poesía sosegada, amorosa y también religiosa, sagrada, irónica, la poesía de un hombre que mira; refleja su carácter, y por tanto su alma; es un mediterráneo, y eso se le nota siempre, en la vida y en la escritura, ama los paisajes, y los recuerdos de los paisajes: una mano desconocida que surgió una vez en una ventana de Oxford es luego un espectáculo verbal, un recuerdo que tiñe un poema y que define su sensación ante la soledad y ante las despedidas; busca en las casas el sosiego que falta, y se diría que en sus poemas flota el aire que él mismo requiere para juntar las cosas que le harían feliz; escribe como si estuviera de viaje por la vida y mirara, mirara incesante mente con sus ojos oscuros; siente un respeto tangible por los otros, y escucha; Julio Llamazares dice que nadie escucha; nadie escucha, podría decirse, excepto Brines.Este hombre acaba de reunir ahora toda su poesía; la ha publicado Tusquets en su serie Nuevos textos sagrados y pocas veces un título de colección cuadra tanto con la materia dispuesta dentro de ese hermoso volumen: son textos sagrados, nacidos de un sagrado sentimiento de amor por las cosas y por el tiempo; es una poesía del tiempo. "Qué septiembre / cubre la tierra / lentos nardos suben, / y suben las palomas con las alas / el aire, el sol, y el mar descansa cerca". Se le ve escribir, a Brines, como, si físicamente estuviera en los paisajes que describe, y por eso resulta inevitable imaginarle en Oliva, donde nació, enfrentado al mar y a los naranjos como si se hubieran detenido en él, y en su memoria, esas ráfagas de tiempo de que está hecha toda su poesía. Es una poesía del recuerdo, pero también es una poesía que camina; escribe caminando, e incluso se diría que escribe en coches y en otros medios de transporte, aunque luego sea el sosiego de la noche el que le añade reflexión al primer impulso de la mirada.

Su poesía emociona, y su actitud también: tiene muchos amigos, es amigo de todo el mundo, como Kim de la India, y es un poeta ejerciente: da recitales, concede entrevistas, se ve con gente y se le ve con la gente; estaría, pues, condenado a la trifulca contemporánea, al dime y al direte español, al cotilleo patrio que tanto, se manifiesta en la literatura; y sin embargo, se ha mantenido incólume, lejano de la envidia nacional, sin exponer jamás su escritura al compromiso mezquino del que quiere medrar a través de los versos. De esa manera no está hecho; está hecho de una madera muy noble, y por eso su figura silenciosa, la que aparece de noche como si el día estuviera amaneciendo, surge sólo de vez en cuando y siempre con la contundencia de una obra constante, rigurosa, que ya figura como uno de los elementos en los que se asienta la vitalidad tranquila de nuestra mejor poesía.

Este libro, pues, es una buena noticia. Como Brines: cuando él mismo aparece se sabe qué clima vá a suceder; cuenta siempre muy bien las anécdotas y las historias que le suceden, y presta tal interés por lo que les pasa a los otros que sus interlocutores le buscan para sentirse entendidos. Es legendaria una facultad que tiene, además: cura con las manos; tienen tal fuerza y conservan poderes de tal magnitud sus manos que acuden a él amigos y conocidos para que les alivie de dolores de todo tipo; es, también, un gran aficionado al fútbol, y sufre mucho con la ramplonería que a veces surge en el balompié nacional. Alguna vez este cronista le ha acompañado a los estadios; es un apasionado, pero en los campos se comporta con la neutralidad que se le supone a los árbitos.

Brines de noche; una poesía luminosa. Está la luz despierta en su poesía.

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