Reportaje:EXCURSIONES: SAN JUAN DE MALAGÓN

Paso de gigantes

, Felipe II tenía una de esas miradas que no se olvidan. De ella nos hablan las crónicas de su reinado, en las que se cuenta cómo capitantes valientes y probados en mil peligros temblaban y mudaban de color al sentirse envueltos de arriba abajo por aquella mirada inquisidora, y no recobraban la serenidad hasta que de los labios regios salía amable y suavemente la mágica palabra sosegaos. De ella nos habla la Silla de Felipe II, donde con mirada vigilante fijó para siempre la foto oficial del monasterio de San Lorenzo, adelantándose en cuatro siglos a las postales. Y de ella nos ...

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, Felipe II tenía una de esas miradas que no se olvidan. De ella nos hablan las crónicas de su reinado, en las que se cuenta cómo capitantes valientes y probados en mil peligros temblaban y mudaban de color al sentirse envueltos de arriba abajo por aquella mirada inquisidora, y no recobraban la serenidad hasta que de los labios regios salía amable y suavemente la mágica palabra sosegaos. De ella nos habla la Silla de Felipe II, donde con mirada vigilante fijó para siempre la foto oficial del monasterio de San Lorenzo, adelantándose en cuatro siglos a las postales. Y de ella nos habla el puerto de San Juan de Malagón, desde donde el rey, que regresaba de meterse en el bolsillo la corona de Portugal (1581), contempló la obra de El Escorial ya terminada; tres cruces mandó plantar en las alturas: imposible olvidar su mirada.Un solo vistazo

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Otra mirada que no se puede olvidar -esta omnímoda, absoluta- es la de Pedro Pablo Rubens, quien subió al puerto una mañana de 1629 y, desde un risco cercano, tomó apuntes para un cuadro total del real sitio. Tan total le salió, que en él aparecen una de las cruces con las letras P. R. P. (sus iniciales), un aldeano en un borrico, el monte Abantos, las Machotas, el monasterio y la llanura al fondo. Cualquier lugareño sabe que no es factible abarcar el Abantos y las Machotas de un solo vistazo, salvo que se tenga ojos de camaleón. El flamenco lo hizo, adelantándose así en cuatro siglos a las cámaras panorámicas, y aun estuvo tentado de incluir en el cuadro la ermita de San Juan, de la que tomó su nombre el paso, pero -como explicaba en una carta- "no podía representarla por tenerla a la espalda".

Hoy el puerto de Malagón no tiene quien mire por él: otros más pasaderos (el de Guadarrama, el de la Cruz Verde) comunican las tierras madrileñas con las segovianas y las abulenses, y raro es el automovilista que se la juega en sus revueltas de asfalto desbaratado. La ermita de San Juan y la venta que confortaban al viajero en cuerpo y alma desaparecieron sin dejar rastro; una placa que, desde 1967, evocaba la excursión pictórica de Rubens, no ha mucho que algún imbécil se la llevó a su casa; y de no ser por una pandilla de buena gente escurialense que en 1968 sustituyó las viejas cruces de madera por otras de durable metal, la mirada de Felipe II se hubiera desvanecido en estos montes como la brisa en el viento.

Para volver a ver lo que el rey y el genio miraron sólo es preciso que el caminante salga de San Lorenzo de El Escorial por la carretera de la Presa y, una vez junto al embalse del Romeral, lo rodee por la derecha siguiendo las señales rojas y blancas del sendero GR-10. Ojo avizor, para no perder de vista las marcas de pintura que jalonan el camino, el excursionista ascenderá zigzagueando por el pinar hasta que, en cosa de media hora, se tope con una pista asfaltada, conocida como la Segunda Horizontal. Por ella avanzará -ya sin señal alguna- hacia la izquierda, cruzará el arroyo del Romeral y, al poco de sobrepasar la fuente de la Concha, tomará a mano derecha la serpenteante vereda que sube hasta el puerto.Más allá del puerto, como medio kilómetro hacia el norte por la carretera que lo atraviesa, nace la pista que lleva al mirador de Rubens y al Abantos (1.753 metros), con sendas cruces. Si el primero depara la mejor vista aérea del monasterio que pueda contemplar un ser sin alas, el segundo ofrece una panorámica de medio Madrid, desde el embalse de Valmayor hasta la capital, y medio Guadarrama, desde la Maliciosa hasta la Almenara. Por el Abantos vuelve a pasar el sendero GR-10, cuyos trazos de pintura conducen, de bajada, a San Lorenzo.

Está escrito que, el 14 de noviembre de 1596, Felipe II, ya enfermo de muerte, quiso subir otra vez al puerto de San Juan. Nada nos cuesta imaginarlo junto a una de las cruces, con la mirada puesta en la mayor de sus obras terrenales y el corazón en el cielo. O al revés.

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