La Ópera de Roma reabre con un gran montaje de "Las vísperas sicilianas"

El nuevo intendente del teatro trata de evitar las presiones políticas

La ópera de Roma inició el miércoles una nueva etapa, tras siete meses de obras que representan los primeros trabajos de restauración de la histórica sala y el escenario realizados desde la profunda remodelación efectuada en 1926 por iniciativa de Benito Mussolini. Y ha sido una reapertura a lo grande, con una nueva producción en versión original de Las Vísperas sicilianas de Gluseppe Verdi, que es un óptimo ejemplo de la locura megalómana que llegó a ser la grand ópera, el modelo francés de melodrama desarrollado hasta el exceso por Jakob Meyerbeer.

El antiguo teatro Costanzi reluce co...

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La ópera de Roma inició el miércoles una nueva etapa, tras siete meses de obras que representan los primeros trabajos de restauración de la histórica sala y el escenario realizados desde la profunda remodelación efectuada en 1926 por iniciativa de Benito Mussolini. Y ha sido una reapertura a lo grande, con una nueva producción en versión original de Las Vísperas sicilianas de Gluseppe Verdi, que es un óptimo ejemplo de la locura megalómana que llegó a ser la grand ópera, el modelo francés de melodrama desarrollado hasta el exceso por Jakob Meyerbeer.

El antiguo teatro Costanzi reluce con nuevas tapicerías y butacas. Han sido reimpresos los dorados, limpiadas las paredes y techos, el fresco de la cúpula y la gran araña central hecha de 45.000 cristalitos. El grueso de las obras se ha centrado, sin embargo, en la mejora de los sistemas de seguridad del teatro, y especialmente en el aislamiento de la sala y el escenario, donde se ha devuelto operatividad a algunos sistemas de trampas y mecanismos escénicos que habían caído en desuso.Pero el principal signo de la renovación es el nombramiento como superintendente de Sergio Escobar, un gestor de teatros líricos que ha demostrado en el Comunale de Bologna y en el Carlo Felice de Génova capacidad. y peso específico suficientes como para afrontar las presiones políticas que siempre complicaron la vida del coso operístico romano. En los últimos tiempos, los cambios continuos de dirección, encomendada con frecuencia a personas sin más méritos que la proximidad al mandamás de turno, habían precipitado al teatro de la capital hacia la decadencia artística y una parálisis total propiciada por un déficit multimillonario.

Callas y Volpi

Escobar parece una garantía de que la ópera de Roma superará un bache del que ya lleva recuperándose dos años, y retomará una larga historia a la que pertenecen muchas de las actuaciones de cantantes como María Callas o Giacomo Lauri Volpi que quedaron en los anales, por no hablar de los estrenos mundiales de casi todas las óperas de Pietro Mascagni o del de la Tosca de Puccini.La sustancia de la reapertura ha sido, sin embargo, Verdi -que asistió personalmente en este teatro al estreno romano de su Falstaff-, y una de sus grandes obras menos representadas, debido a los problemas estéticos y de producción que plantea. Con sus cuatro horas y media de duración neta, más los descansos, incluida casi una hora de ballet muy al gusto del París de la época, Las vísperas sicilianas representa una prueba para un espectador de hoy, y más si es cantanda en francés, como se ha hecho en la ópera de Roma. La escasa coherencia dramática del libreto de Scribe y Duveyrier constituyó un fragilísimo apoyo para el compositor de Busseto, que inició en esta obra el cambio estilístico hacia su producción más madura. Una representación de Las vísperas constituye, con todo, una experiencia que todo buen melónamo debería gozar.

El director John Nelson juega en la versión actual con la espectacularidad sin parangón que Las Vísperas plantea tanto en el plano orquestal como en el de las enormes masas corales que encaman el enfrentamiento entre los ocupantes franceses y la población siciliana. También la puesta en escena de Federico Tiezzi y Carlo Diappi es monumental y, pese a las protestas de un sector del público, más bien acertada en la recreación de esa imagen de ruina y orientalismo inseparable de Palermo.

En el plano vocal, Las vísperas cuenta con un extraordinario Ferruccio Furlanetto y una Daniela Dessí que se encuentra en periodo de gracia, aunque su francés no lo sea tanto y su concentración pareciera disminuir al aumentar la morosidad de la obra. El tenor David Kuebler sí tiene un buen francés, pero su voz resulta débil y poco bella. Paolo Coni estuvo fuera de lugar y de voz, a muchísima distancia de la sólida promesa que fue.

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