Reportaje:

Astronomía internacional en el cielo de Almería

Una noche en el mayor telescopio del observatorio hisipano-alemán de Calar Alto

Es poco antes del anochecer. Los astrónomos han abierto la enorme cúpula del telescopio de 3,5 metros de diámetro para que se iguale la temperatura exterior e interior. Así se evita que luego, durante las observaciones, las turbulencias del aire creadas por la diferencia térmica estropeen el seeing (la calidad de la visión, en términos astrónomicos). Los cinco telescopios del observatorio hispano-alemán -fundado hace 20 años- destacan en la cumbre de Calar Alto, en la sierra de Filabres (Almería), a 2.160 metros de altura sobre el nivel del mar.La cámara electrónica elegida para las...

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Es poco antes del anochecer. Los astrónomos han abierto la enorme cúpula del telescopio de 3,5 metros de diámetro para que se iguale la temperatura exterior e interior. Así se evita que luego, durante las observaciones, las turbulencias del aire creadas por la diferencia térmica estropeen el seeing (la calidad de la visión, en términos astrónomicos). Los cinco telescopios del observatorio hispano-alemán -fundado hace 20 años- destacan en la cumbre de Calar Alto, en la sierra de Filabres (Almería), a 2.160 metros de altura sobre el nivel del mar.La cámara electrónica elegida para las observaciones programadas para esa noche está ya instalada en el telescopio de 3,5 metros. Los astrónomos se preparan para trabajar, pero no mirando el cielo por un canuto lleno de lentes, como en la estampas románticas desaparecidas prácticamente de la astronomía profesional, sino ante una pantalla de ordenador, en la sala de control adyacente a la cúpula.

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El mayor telescopio de Calar Alto es un enorme artefacto, toneladas de acero y electrónica, un espejo primario de 3,5 metros de diámetro e infinidad de dispositivos de altísima precisión para apuntarlo hacia las estrellas, con una exactitud extrema, y seguirlas a medida que el cielo, por la rotación de la Tierra, va girando aparentemente a lo largo de la noche. Todo ello embutido en un edificio relativamente compacto, de varios pisos, coronado por la cúpula de 31 metros de diámetro.

A unos doscientos metros del de 3,5 está el telescopio de 2,2 metros; un poco mas allá, en la misma cresta montañosa, el de 1,23, con un espejo estropeado pero que no impide su utilización para algunas observaciones, tan fuerte es la presión de astrónomos que piden horas para trabajar en estas instalaciones. El más pequeño es un telescopio Schmidt que todavía funciona con placas fotográficas y que se utiliza para trabajos que exigen cubrir campos celestes extensos. Al fondo, prácticamente sin utilizar desde hace meses, el telescopio español de 1,5 metros de diámetro.

De cometas a galaxias

"Calar Alto es el mejor sitio del continente europeo para astronomía óptica, la atmósfera es muy estable", explica Kurt Birkle, director del observatorio, del Instituto de Astronomía Max Plank (MPAI), con sede en Heidelberg (Alemania). Desde el observatorio de Almería, consolidado como uno de los más importantes del mundo en el hemisferio norte, se han hecho avances clave en astronomía, desde el estudio de cometas hasta los confines del universo visible, incluidos chorros de materia en estrellas jóvenes, cuásares o galaxias en formación.Poco después de las siete de la tarde, ya noche cerrada, Carlos Eiroa, de la Universidad Autónoma de Madrid, y su joven ayudante, Javier Palacios, empiezan a introducir parámetros de las observaciones que quieren hacer en el ordenador de la cámara infrarroja, equipada con uno de los muchos detectores ópticos e infrarrojos disponibles en el telescopio de 3,5. Desde la posición en el cielo de la región a estudiar hasta el tiempo de exposición, los ciclos de observación o los filtros a utilizar, todo son órdenes precisas a la computadora, que también se encarga de dar las instrucciones para apuntar el telescopio. El trocito de cielo a estudiar sólo se ve en una pequeña ventana de la pantalla de la computadora, y de él sólo se toman datos en una parte minúscula. Al final de la noche de observación todos los datos se graban en una cinta que posteriormente exigirá a los astrónomos muchas horas de análisis.

"Imagínate: la longitud de un dedo que levantas delante de tus ojos con el brazo extendido cubre cinco grados en el cielo; un segundo de arco es 1/1600 de grado, y la región del cielo de la que estamos tomando datos es menor que un segundo de arco", explica Palacios. Marcan en la pantalla unos límites en los puntitos luminosos que se ven en la pequeña imagen. Entre esos límites, la cámara infrarroja mide la luz que recibe el espejo del telescopio desde esa región de la Vía Láctea. "Queremos estudiar emisiones de hidrógeno molecular en unas regiones de formación estelar", explica Eiroa.

Su investigación se inscribe en un largo trabajo de estudio de la formación estelar, y para ello la comisión de evaluación de proyectos le ha adjudicado dos noches en el telescopio de 3,5. "Queremos caracterizar fisicamente, los choques que se producen entre vientos estelares procedentes de estrellas en formación y la nube molecular de la que se han conformado", continúa el astrónomo español. Para ello, a lo largo de la noche, junto con Palacios, que está haciendo su tesis doctoral, irá sacando espectros de luz de la región NGC-7129, situada a 3.500 años luz de la Tierra.

Dos noches antes, otro español, Rafael Rebolo, del Instituto

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de Astrofísica de Canarias, ha utilizado el telescopio de 2,2, para su investigación de enanas marrones. Bajo un cielo negro y lleno de estrellas como no se ven normalmente ni en el campo más deshabitado, en una noche muy fría, se ven las cúpulas blancas de los telescopios. En uno está un equipo alemán observando también chorros moleculares de objetos estelares jóvenes; en otro, otros alemanes estudian variabilidad periódica de estrellas.

Entre 300 y 400 astrónomos utilizan los telescopios de Calar Alto al año, en 200 turnos de observación que se conceden, tras evaluación científica estricta, a las propuestas más interesantes. Según los acuerdos firmados entre Alemania y España, a los españoles les corresponde el 10% del tiempo de observación. El MPIA dedica cada año 8,5 millones de marcos (unos 714 millones de pesetas) al observatorio, con 47 trabajadores fijos dedicados a mantenimiento de las instalaciones; la mitad de ese presupuesto se invierte en desarrollo de nuevos instrumentos.

Hans Elsäesser, director de Calar Alto desde su fundación hasta que se jubiló hace dos años, recuerda que, al buscar un sitio idóneo para hacer astronomía observacional, dado que en Alemania el clima no lo permite, se estudiaron lugares en Grecia, Turquía y España. El hecho de que en Almería el número de noches despejadas en invierno -más largas- fuera mayor que en Grecia, inclinó la balanza hacia Calar Alto. "Los dos telescopios más grandes, el 2,2 y el 3,5, fueron construidos a propósito para este sitio, pero empezamos a trabajar en 1975 con el 1,2, que ya teníamos. Cuatro años más tarde entró en operación el 2,2 y, en 1985, el 3,5", continúa. Pero Calar Alto no es el único sitio en España donde los alemanes hacen astronomía; a unos kilómetros está el observatorio de Pico Veleta, en Sierra Nevada, donde colaboran alemanes, franceses y españoles. En Tenerife y en La Palma hay importantes observatorios solares alemanes y un experimento de rayos cósmicos.

Óptica adaptativa

No sólo se utilizan estos telescopios para hacer observaciones; también se ponen a punto nuevos instrumentos. Un proyecto avanzado en Calar Alto es el de óptica adaptativa. "Se trata de medir la distorsión que produce la atmósfera para compensar su efecto en el registro de la cámara o el detector", explica Dietrich Lemke, del MPIA. Para ello se crea una estrella artificial en el cielo apuntando con un láser desde tierra a la capa de sodio que hay en la alta atmósfera (a 90 kilómetros de altura), se toman más de mil medidas por segundo de las perturbaciones inducidas por el aire y, mediante complejos sistemas de ajuste, se utiliza esa estrella como referencia para restaurar las imágenes obtenidas con el telescopio que está mirando astros verdaderos.Se trabaja con los telescopios hasta las siete de la mañana. Felipe Hoyo y Manuel Alises, técnicos del observatorio, están de guardia por si surgen problemas. Hoyo cuenta que en pleno invierno, cuando ha nevado, hay que subir con palas a las cúpulas para limpiarlas y poder abrir las ventanas por las que el telescopio mira al cielo.

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