ELECCIONES EE UU 1996

"Hace cuatro años fue mucho más fácil"

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A 400 metros de la casa de Al Gore, vicepresidente de Estados Unidos, y al lado de una cancha de béisbol, más de 50 personas guardan cola ante el Guy Mason Recreation Center. Hay gente de las distintas campañas locales repartiendo folletos sobre sus candidatos, pero la mayoría de los votantes los ignoran.Son las nueve de la mañana, la hora de acudir al trabajo. Se nota un aire de urgencia en los votantes por cumplir con el trámite lo más rápidamente posible. "Hay que votar", dice Eric Haapapuro, un científico de 25 años. "Es mi deber cívico".

Lo que primero llama la atención al c...

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A 400 metros de la casa de Al Gore, vicepresidente de Estados Unidos, y al lado de una cancha de béisbol, más de 50 personas guardan cola ante el Guy Mason Recreation Center. Hay gente de las distintas campañas locales repartiendo folletos sobre sus candidatos, pero la mayoría de los votantes los ignoran.Son las nueve de la mañana, la hora de acudir al trabajo. Se nota un aire de urgencia en los votantes por cumplir con el trámite lo más rápidamente posible. "Hay que votar", dice Eric Haapapuro, un científico de 25 años. "Es mi deber cívico".

Lo que primero llama la atención al cruzar la entrada del edificio de ladrillo rojo es un cartel que reproduce en tamaño gigante la papeleta de votación, cubierta con los candidatos que compiten por los 10 cargos que ayer salían a votación en la ciudad de Washington. También figura el texto del referéndum sobre el que ayer tuvieron que pronunciarse los habitantes de la capital. El referéndum de aquí se llama Iniciativa 51.

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¿Qué diablos es la iniciativa 51?" pregunta una jovencísima votante a un hombre que se entretiene en la fila con la lectura del periódico. "No estoy completamente seguro, pero he leído que es una mala idea. Yo voy a votar en contra", le contesta el más veterano. La gente mira con atención el cartel y trata de resolver sus dudas que aumentan en ese instante.

Para los residentes de Washington, éste es el momento de hacer cambios en el muy criticado gobierno local y muchos no se sienten preparados. De repente se han dado cuenta de que tienen que tomar muchas más decisiones de las que pensaban. Un hombre con aspecto de ejecutivo se frota la barbilla en señal de indecisión. Se le ve intranquilo. Saca un cigarrillo, pero no tiene fuego. Busca a quien pedirlo, pero se fija en un letrero amarillo que advierte: Prohibido Fumar. Multa: 300 dólares.

Después de casi una hora en la cola se llega a la urna. Aunque para entonces hayas resuelto todas las dudas anteriores, allí te tropiezas con otro obstáculo: ¿cómo hacer funcionar el aparato que marca las papeletas? No se trata de coger un lápiz y marcar el nombre de un candidato. Hay que hacer un agujero en el espacio correspondiente al elegido. La gente se sienta despacio, se ve insegura, casi intimidada. Se tardan unos cinco minutos en leer las instrucciones, escritas en inglés y en español. Esto puede explicar porque las colas son tan grandes. "Hace cuatro años fue mucho más fácil. Esto es una barbaridad", dice una mujer al abandonar el edificio con gestos de haberse liberado. Pero sonríe, y se coloca sobre el pecho la pegatina que dice: "He votado".

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