Tribuna:

Sobre el doctorado

Del millón y medio largo de estudiantes universitarios españoles actuales, menos de 48.000 cursan el tercer ciclo y no más del 12%, según previsiones estadísticas, es decir unas 5.000, culminarán sus estudios con las presentación y aprobación de una tesis doctoral. Sin embargo, la reorganización y nuevo impulso del tercer ciclo, es una de las tareas más importantes que tiene planteadas nuestro sistema universitario.Su importancia proviene de los objetivos que debe cumplir el doctorado: formar la mayor parte de los que deseen dedicar su vida a la investigación o a la enseñanza universitaria. Su...

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Del millón y medio largo de estudiantes universitarios españoles actuales, menos de 48.000 cursan el tercer ciclo y no más del 12%, según previsiones estadísticas, es decir unas 5.000, culminarán sus estudios con las presentación y aprobación de una tesis doctoral. Sin embargo, la reorganización y nuevo impulso del tercer ciclo, es una de las tareas más importantes que tiene planteadas nuestro sistema universitario.Su importancia proviene de los objetivos que debe cumplir el doctorado: formar la mayor parte de los que deseen dedicar su vida a la investigación o a la enseñanza universitaria. Su necesidad es consecuencia del reto de calidad y competitividad que afronta el sistema universitario en su conjunto, transformando los presupuestos organizativos y pedagógicos de la universidad tradicional.

Puede ser útil preguntarse por qué los estudiantes, una vez conseguida una titulación de segundo ciclo que les capacita para el ejercicio de una profesión, siguen sus estudios durante dos años más y realizan el esfuerzo de una tesis doctoral: junto al verdadero deseo -vocacional- de dedicar la vida profesional a la investigación o a la docencia universitaria, se encuentran razones tales como la creencia de que el doctorado permite competir con ventaja en el encarecido mundo del acceso a un puesto de trabajo o "el mal menor", es decir, el compás de espera que permite hacer tiempo hasta la aparición de un puesto de trabajo.

De ésto surge una primera carencia. La inexistencia de una normativa general de los estudios de posgrado, ha permitido el desarrollo de todo tipo de cursos, universitarios o no, buenos o malos, surgidos a causa del desempleo para jóvenes y de la inevitable competencia en el acceso a un puesto de trabajo. Esto "ha contaminado" al doctorado.Sin duda se requiere una reforma progresiva del doctorado. Reforma que incluya aquellas transformaciones que dependen de la voluntad de las propias universidades en uso de su autonomía: organización, evaluación, contenidos,... Reforma que recoja modificaciones, como consideración de la docencia de tercer ciclo en la carga lectiva, contratación de profesorado, política de: becas específica... que implican, en diversas facetas, a los gobiernos de las comunidades autónomas que tienen transferidas competencias en materia universitaria. Reforma, también, que recoja los cambios que supongan modificaciones legislativas, competencia del Gobierno Central.

Más concretamente, parecen convenientes modificaciones que representen avances en un proceso de reducción de las denominaciones de los títulos de doctor, así como el número de programas de doctorado yen los créditos por programa junto a un aumento de la financiación, atendiendo a criterios de calidad. ¿Debe establecerse, como en otros países vecinos, un título intermedio que certifique la superación de los créditos con o sin trabajo de investigación tipo tesina?

Se requieren -existe claro consenso-mejoras de las actividades y del sistema de evaluación (le las tesis doctorales. Muchas de estas mejoras deben ser abordadas por las propias universidades, estableciendo nuevos mecanismos de coordinación y motivación a profesores y alumnos.

Junto a ello, es necesario abordar, con criterios de control de calidad y garantía, la regulación de enseñanza de, postgrado, iniciando un proceso que asigna nuevos papeles la universidad dentro de la sociedad del conocimiento o del aprendizaje. En todo caso, se requiere un tercer ciclo más eficiente, más acorde con una reforma que la universidad debe completar y profundizar.

Francisco Michavila es secretario general del Consejo de Uníversidades.

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