Tribuna:

De la reconversión de los ejércitos europeos

Debió ser en la primavera de 1988 cuando el movimiento pacifista alemán, todavía potente, convocó en Berlín un congreso con el objeto de estudiar las diferentes maneras de ir transformando, o en su caso, disolviendo los ejércitos. No hace falta que aluda a la ironía, y hasta guasa, con que los científicos que se consideraban serios trataron a los colegas dispuestos a discutir tales expectativas. Qué forma de perder el tiempo haciéndose falsas ilusiones, los Estados serían tan imperecederos como sus ejércitos.Apenas dos años más tarde, asistimos atónitos a la desaparición de un Estado, la Repúb...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Debió ser en la primavera de 1988 cuando el movimiento pacifista alemán, todavía potente, convocó en Berlín un congreso con el objeto de estudiar las diferentes maneras de ir transformando, o en su caso, disolviendo los ejércitos. No hace falta que aluda a la ironía, y hasta guasa, con que los científicos que se consideraban serios trataron a los colegas dispuestos a discutir tales expectativas. Qué forma de perder el tiempo haciéndose falsas ilusiones, los Estados serían tan imperecederos como sus ejércitos.Apenas dos años más tarde, asistimos atónitos a la desaparición de un Estado, la República Democrática Alemana, con la correspondiente disolución de su ejército. Los dos Estados alemanes se fusionaron, pero no sus ejércitos. Se comprende que la entonces todavía Unión Soviética sólo autorizase la unificación de Alemania si se achicaba el ejército alemán que, según el tratado firmado, no podrá sobrepasar los 370.000 hombres.

En 1989, el Bundeswehr tenía medio millón de soldados, hoy 340.000. Ni el pacifista más entusiasta hubiera podido imaginar en 1988 que en un cortísimo tiempo uno de los ejércitos alemanes quedaría disuelto y el otro mermado casi a la mitad. Al final quedó claro que los únicos "realistas" que estaban a la altura de las circunstancias fueron aquellos pacifistas "ilusos" que se ocuparon ya en 1988 de cómo acoplar los ejércitos a las nuevas necesidades. El hecho es que está ocurriendo ante nuestros ojos una mutación del mayor alcance sin que percibamos, cegados por el antimilitarismo, o por la simple, ignorancia de los temas militares, su plena significación.

La noticia ha llegado de Francia. Jacques Chirac, la temida derecha, propone lo que la sedicente izquierda de Mitterrand no se había atrevido a realizar: la disolución del ejército de conscriptos. La Francia revolucionaria creadora del primer ejército nacional, que había llegado a identificar la nación con el ejército y el patriotismo con el servicio de las armas, -aux armes, citoyens se cantaba en La marsellesa- anuncia para 1998 el fin del servicio militar obligatorio. Del medio millón de soldados que tiene Francia en la actualidad, en los próximos años el contingente de las tres armas - 135.000 el ejército de tierra, 70.000 la aviación y 56.000 la marina- no sobrepasará, incluyendo la gendarmerie, las 300.000 personas. Téngase en cuenta que la transformación de los viejos ejércitos, purificados ya de su nacionalismo congénito, es una de las labores previas que exige la ulterior integración política de Europa.

Siguiendo el ejemplo francés, los "verdes" alemanes han presentado en el parlamento federal una propuesta semejante de conversión del Bundeswehr en un ejército profesional. Por ahora son escasas las posibilidades de que se adopte esa medida pero ya no habrá forma de eliminarla de la discusión pública. Una cosa es segura: el futuro ejército europeo -imprescindible para que culmine el proceso de integración- será un ejército profesional. La conversión de los ejércitos nacionales en ejércitos profesionales no sólo viene impuesta por la necesidad de adaptarse, tanto a las nuevas tecnologías como al nuevo escenario internacional, reduciendo costos y aumentando la eficacia, sino que es también un imperativo de la construcción europea. En el debate que, antes o después, se producirá en todos los países comunitarios sobre la profesionalización de los ejércitos importa no perder de vista que conseguirla supone una condición imprescindible para la integración política de Europa.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En