Se publica en español 'Le pas si lent de l'amour', de Héctor Bianciotti

Para el autor argentino, España en 1950 era un desierto cultural

Héctor Bianciotti se ríe cuando se le comenta que él es la plasmación perfecta de lo que tópicamente significa ser argentino, es decir, tener orígenes italianos, hablar en español y querer ser francés. Nacido en Buenos Aires en 1930, hijo de emigrantes piamonteses, Bianciotti emigró en 1955 hacia Italia, España y Francia, país que le concedió la nacionalidad en 1981 y que el pasado 18 de enero le convirtió en miembro de su Academia. "Cuando pienso en mi itinerario vital, lo veo como recorrido por otro".Le pas si lent de l'amour es su última novela, de fuerte inspiración autobiogr...

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Héctor Bianciotti se ríe cuando se le comenta que él es la plasmación perfecta de lo que tópicamente significa ser argentino, es decir, tener orígenes italianos, hablar en español y querer ser francés. Nacido en Buenos Aires en 1930, hijo de emigrantes piamonteses, Bianciotti emigró en 1955 hacia Italia, España y Francia, país que le concedió la nacionalidad en 1981 y que el pasado 18 de enero le convirtió en miembro de su Academia. "Cuando pienso en mi itinerario vital, lo veo como recorrido por otro".Le pas si lent de l'amour es su última novela, de fuerte inspiración autobiográfica. En ella, Bianciotti nos descubre una parte de ese itinerario, durante muchos años hecho en compañía de la miseria. "Es verdad", dice el escritor. "Marché de Buenos Aires con dinero para sobrevivir un mes. Se acabó muy pronto, pero yo quería estudiar teatro porque Strehler, cuando le conocí en Argentina, me dijo que había un único hombre que enseñaba dirección, y éste vivía en Roma. Pasé hambre y dormí en las escaleras de Piazza di Spagna cuando me echaron de la pensión sórdida donde vivía", recuerda. Eso sí, en ningún momento pensó en volver: "¿A Argentina? Nunca. Allí vivía solo y muy mal; no pasaba hambre, pero sí depresión".

Dictadura torpe y tonta

Cuando dejó Buenos Aires su objetivo era instalarse en Francia. "Pero el barco te llevaba a Nápoles". Si fue a parar a España también fue por casualidad. "En Argentina, con el peronismo, vivíamos bajo una dictadura torpe y tonta que te molestaba en la vida cotidiana". En España, la sordidez era de otro tipo: "La censura estaba en todas partes, era, absurda y poderosa. El resultado era que no había debate intelectual: el país, culturalmente hablando, era un páramo".Si la mirada de Bianciotti sobre la Italia de la posguerra impresiona porque cuenta, desde el interior, la pobreza cósmica de mucha gente, la que aplica a España resulta cruel para quienes hablan de "sudacas" o de "madre patria". En el libro dice de los españoles de entonces que "no piensan porque ya han pensado por ellos desde hace siglos". De ese país incapaz de razonar le irrita "el orgullo nacional, tremendo", aunque ahora ha comprendido que "había varias Españas, que en Barcelona el ambiente ya era más abierto".

Pero Bianciotti lo que quería era poder instalarse en Francia, porque "para mí la cultura era francesa. Eso es típicamente argentino. En mi país, la gente culta hablaba francés, enviaba sus hijos a la Alianza Francesa. Hasta el tango es francés".

La devoción francófona de Bianciotti nace de Rubén Darío, pero también del impacto que le causan los artículos necrológicos sobre Paul Valéry. "Me compré un diccionario bilingüe y el primer volumen de Variété. Aprendí solo". En París, en 1961, la editorial Gallimard le da trabajo como lector de obras en italiano y español, y redacta sus notas en francés. Cuando escribe literatura de creación, lo sigue haciendo en español. "Tenía que rodearme de diccionarios. Un día, casi sin darme cuenta, descubrí que para introducir un personaje necesitaba un giro concreto, que era francés e intraducible".

En Le pas si lent de l'amour Bianciotti cuenta momentos de su vida que en nada presagian un destino de académico galo. "El día de mi ingreso formal en la Academia Francesa, que calculo que se producirá a principios del año que viene, mi discurso tiene que versar sobre la figura de mi antecesor en el sillón, André Frossard, un judío convertido al catolicismo después de su paso por el comunismo. Maurice Druon, el secretario perpetuo de la institución, me dijo que mi colaboración les interesaba porque yo encarno tres culturas latinas: la italiana, la española y la francesa. Eso me gustó".

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