La Marlene Dietrich del rock

La voz rota de Marianne Faithfull sonaba como un trueno en la fría y moderna Sala Multiusos del auditorio zaragozano. La cantante inglesa, con un vestido negro con enormes rajas en los lados, sandalias y una capa negra, comenzó su actuación con las composiciones de Kurt Weill acompañada al piano por Paul Trueblood pasadas las 22.30. "¡Guapa!", le chilló una chica de entre el público al finalizar la primera canción y una sonrisa iluminó la cara de la Marlene Dietrich del rock. El repertorio de Una noche en la República de Weimar lo componen las canciónes de Kurt Weill y temas de su propi...

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La voz rota de Marianne Faithfull sonaba como un trueno en la fría y moderna Sala Multiusos del auditorio zaragozano. La cantante inglesa, con un vestido negro con enormes rajas en los lados, sandalias y una capa negra, comenzó su actuación con las composiciones de Kurt Weill acompañada al piano por Paul Trueblood pasadas las 22.30. "¡Guapa!", le chilló una chica de entre el público al finalizar la primera canción y una sonrisa iluminó la cara de la Marlene Dietrich del rock. El repertorio de Una noche en la República de Weimar lo componen las canciónes de Kurt Weill y temas de su propia creación como la mítica As tear go by que Mick Jagger hiciera para ella. "Llevaba 15 años sin cantarla pero sé que al público le gusta. Para mí no es una canción maldita, al contrario, me gusta mucho", aseguró.Con un cigarrillo entre las manos y moviéndose sinuosamente por el escenario, la cantante contó historias de enfermeras que habían visto morir a sus novios en la II Guerra Mundial y de marginados. Entre canción y canción, Faithfull contaba historias al público como la de su amigo el músico Harry Nelson, un compañero de drogas neoyorquino que falleció poco después de retirarse del vicio en la consulta de un dentista en el curso de una operación a causa de la anestesia. Su voz, muy lejos ya de aquella vocecilla de los inicios que recordaba a la de France Gall, sonaba en el mejor estilo Edith Piaf.

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El público, que en su mayoría superaba los 30 años, siguió el concierto desde unas sillas de plástico y alrededor de unas mesas con manteles blancos. Entre los seguidores de esta cantante se contaban Alberto Manzano, traductor de su autobiografía, y la cantante Ana Curra, que había viajado desde Madrid para acudir al recital y para proponer a la cantante que participara en la sección poética del Festimad que se celebrará en Madrid próximamente.

"Es una figura histórica de los años sesenta, por eso estoy aquí. No conozco sus últimas canciones pero tengo sus primeros discos. Me encanta, es una auténtica dama", aseguró anoche un inglés afincado en España que había acudido desde Barcelona para presenciar el concierto y que protestó por la escasa publicidad que se había hecho del acto.

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