Sin causas ni banderas

Cuesta creer a veces que Arturo Péréz-Reverte se haya convertido en uno de los autores más vendidos en España y también en el extranjero. Como él dice, sus personajes son héroes solitarios e insolidarios y sus novelas, desde El húsar hasta El maestro de esgrima, casi nunca tienen un final feliz. Ahí está quizá uno de los secretos de su enorme éxito. "No escribo pensando que voy a vender mucho. Yo tengo un punto de vista que es mi visión sobre el mundo y lo cuento en mis novelas; si además de eso resulta que lo cuento de una forma divertida y la gente lo lee, pues estupendo. Lo ún...

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Cuesta creer a veces que Arturo Péréz-Reverte se haya convertido en uno de los autores más vendidos en España y también en el extranjero. Como él dice, sus personajes son héroes solitarios e insolidarios y sus novelas, desde El húsar hasta El maestro de esgrima, casi nunca tienen un final feliz. Ahí está quizá uno de los secretos de su enorme éxito. "No escribo pensando que voy a vender mucho. Yo tengo un punto de vista que es mi visión sobre el mundo y lo cuento en mis novelas; si además de eso resulta que lo cuento de una forma divertida y la gente lo lee, pues estupendo. Lo único que quiero es contar cómo veo el mundo y, desde luego, no pretendo que la gente llegue al final de la novela y se diga 'qué bien, qué bien', y se quede como si hubiera vuelto del Parque Jurásico. ¿Que vendo libros?; pues magnífico. Pero, joder, sigo viendo el mundo igual y no tengo la obligación moral de dar esperanza a nadie, que cada uno aguante su vela".Esta visión especialmente desoladora es como un telón de fondo que aparece en casi todas sus novelas, pero especialmente en La piel del tambor, porque trata de temas próximos. "No quiere decir que no haya esperanza en esta novela. Lo que en realidad plantea es la única épica, el único heroísmo, la únida salvación posible: la batalla de cada cual. Eso está en todas mis novelas: el héroe es el peón que dice 'éste es mi cuadrado de ajedrez y lo defiendo', y es alguien al que le importa un carajo a quién da la mano o con quién hace la cadena para salvar el mundo. Eso ya terminó. Todas las revoluciónes se han hecho y se perdieron. Se acabó. John Reed está enterrado y nadie va a ver su tumba". Bueno, bueno. "Es verdad. Me he pasado 21 años viendo guerras y he visto todas esas cosas. Ya no hay causas ni banderas, todo eso acabó".

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La única dignidad

"Mis personajes responden a mi punto de vista. Yo, digo ¿has hecho todo lo que has podido? Sí. ¿Has librado tu batalla? Sí. ¿Te queda un último cartucho en tu fusil? No. Pues entonces ríndete, levanta los brazos, te has batido con dignidad'. No pasa nada. Eso es justo lo que yo respeto en la vida y eso es lo que tienen mis personajes. Es así, es la única dignidad que nos queda. Mi dignidad es librar mi guerra personal y extinguirme con el mundo éste que se está yendo a tomar por el saco, extinguirme con él, pero de una forma digna. Y así es mi cura, así es Macarena Bruner"."¿Se acuerda de lo que dijo el maestro de esgrima? Dijo que Dios no es un caballero. Yo no sé si hay Dios o no hay Dios, pero hay algo hay ahí que tiene muy mala leche. Hay ahí una especie de sentido del humor cósmico, brutal y despiadado que tiene muy mala leche. Y ésa es la novela que he escrito".

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