Mendicutti regresa al territorio de la infancia en su nuevo libro

Que la infancia como paraíso perdido es una invención de los adultos es algo en lo que cree firmemente Eduardo Mendicutti (Sanlúcar, Cádiz, 1948). Y la memoria, además, no es más que otra manera de inventar. Pero el escritor, escudado en la memoria, siempre regresa a la niñez, y es que, se disculpa, "el mito que pervive es el de la infancia". Y lo dice repasando, uno a uno, los nueve cuentos de Fuego de marzo, que acaba de sacar Tusquets.

Ese territorio de la infancia, en donde transcúrren estos relatos, en donde hay niños que miran y desean, que se reconocen y se, aceptan, está pla...

Que la infancia como paraíso perdido es una invención de los adultos es algo en lo que cree firmemente Eduardo Mendicutti (Sanlúcar, Cádiz, 1948). Y la memoria, además, no es más que otra manera de inventar. Pero el escritor, escudado en la memoria, siempre regresa a la niñez, y es que, se disculpa, "el mito que pervive es el de la infancia". Y lo dice repasando, uno a uno, los nueve cuentos de Fuego de marzo, que acaba de sacar Tusquets.

Ese territorio de la infancia, en donde transcúrren estos relatos, en donde hay niños que miran y desean, que se reconocen y se, aceptan, está plagado de minas, disimuladas en nostalgia. "Creo que en la infancia nos pasan las cosas más importantes de la vida. No me recuerdo como un niño inocente, era más bien un niño con muchas perplejidades y muchos miedos. Y sí, desde luego, es un territorio en el que hay cargas que uno parece que esta tratando de enterrar siempreEstos relatos, que participan de la misma atmósfera de El palomo cojo, una de sus novelas más conocidas, están dejados en manos de la memoria. "La memoria no es más que otra manera de inventar y cuando uno recuerda la infancia manipulas; y cuando además tienes que narrar y desarrollar una historia que sea coherente -la memoria no tiene estructura de narración, ya se sabe-, te inventas desde la compasión hasta el dolor. Pero lo cierto es que siempre hay un primer impulso que sí corresponde con la memoria; siempre hay un sentimiento: eso es lo autobiográfico".

Los seis primeros cuentos, desperdigados, ya estaban publicados; los tres últimos, los más extensos, los más complejos, son inéditos y surgieron para rematar el fin de una edad-frontera que quedaba coja sin esas historias. Y en el primer cuento, que es el más antiguo, de 1.975, en su primer regreso a la infancia, escribe que "vana es la penitencia del regreso"; y es que, explica, "regresar es siempre una penitencia y no sirve para nada".

Ajuste de cuentas

"Volver sobre la infancia es un ajuste de cuentas con uno mismo y afectivamente. no sirve, para nada, no te sirve de consuelo; las cuentas que tengas contigo mismo, y que tengan su origen en la infancia, seguirán contigo mismo hasta que te mueras". Pese a ello, pocos escritores renuncian a recurrir a ella. "Porque es un elemento narrativo de primer orden y porque es eso que se dice siempre: lo importante de mi vida me ha pasado en la infancia; y claro, es mentira, pero forma parte, de la mitificación de la infancia".

Cenizas es un libro primerizo (de 1974), nunca reeditado, que ya tenía entonces algo de ese ajuste de cuentas con la infancia que lleva a cabo en Fuego de marzo, y en ese espléndido relato que da título al libro, en donde hayuna nostalgia del amor-iniciación, ese amor-fuego; y es que aventuro, ¿en la vida los mejores fuegos son los que ya nos han quemado? "Los mejores fuegos", responde con una sonrisa adulta, "son los que nos han que mado y no nos han achicharrado. No les tengo miedo a los fuegos por venir, ojalá vengan muchos: sería señal de que, uno se expone. Lo malo es que los fuegos de adulto vienen ya un poco aguados. Los fuegos de la infancia te dejan quemaduras, pero la piel vuelve a salir"...