Tribuna:

Iberoamérica: cinco buenas razones

Poco, demasiado poco es lo que se habla de Iberoamérica en la mayoría de nuestros medios de información. Se trata de un proyecto que no suscita todavía un real interés y menos aún un entusiasmo cierto entre las opiniones públicas de los países que conformamos lo que ya empieza a conocerse como comunidad iberoamericana o espacio iberoamericano de naciones.Pero no sólo se habla poco, sino que, cuando se hace, son frecuentes los juicios y opiniones cargados de negativismo, que ningún observador serio de la realidad iberoamericana podría compartir. Quizá no sé ha sabido vender bien la idea ...

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Poco, demasiado poco es lo que se habla de Iberoamérica en la mayoría de nuestros medios de información. Se trata de un proyecto que no suscita todavía un real interés y menos aún un entusiasmo cierto entre las opiniones públicas de los países que conformamos lo que ya empieza a conocerse como comunidad iberoamericana o espacio iberoamericano de naciones.Pero no sólo se habla poco, sino que, cuando se hace, son frecuentes los juicios y opiniones cargados de negativismo, que ningún observador serio de la realidad iberoamericana podría compartir. Quizá no sé ha sabido vender bien la idea del "espacio iberoamericano"; es posible que el error estribe en una deficiente difusión de la prioritaria importancia que para nosotros debería tener el desafío de consolidar las relaciones a todo nivel de las sociedades iberoamericanas, hasta llegar a configurar un auténtico y sólido espacio común, que es tanto como decir: hacer realidad el encuentro que se celebró en 1992 sin haberse, aún producido en clave positiva, hasta sus últimas consecuencias.

Si fuéramos conscientes de lo valioso y positivo que todos juntos poseemos en ese espacio, en lugar de limitarnos a reproducir una y otra vez los perfiles más dramáticos y descalificadores de América Latina -la Iberoamérica del otro lado del Atlántico-, quizá entonces el entusiasmo reemplazaría al escepticismo y la materialización de hechos al postergamiento de decisiones. Bastaría para ello con cierta dosis de prudente egoísmo, capaz de suplantar en ocasiones a las más profundas razones del conocimiento y la reflexión. Porque el de Iberoamérica pudo ser un proyecto de ayer y no lo fue. Pero lo será de hoy mismo, o dejará de serlo para siempre.

¿Y en qué consisten esas bazas valiosas y positivas que debemos jugar a fondo desde ahora mismo, y que podrían cambiar la valoración del proyecto entre nuestras respectivas; opiniones públicas?

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En primer lugar, contamos con un espacio que habitarán mas de 500 millones de personas al concluir este siglo, donde se hablan los mismos similares idiomas y donde compartimos similares valores. No existe ninguna otra realidad multinacional de la que pueda hacerse esta afirmación y en la que, además, los vínculos de relación y confraternidad sean tan reales y estrechos. Los recientes sondeos de Demoscopia y Analogías, referidos a España y Argentina, presentados recientemente en Buenos Aires en el seminario Iberoamérica-comunicación, no dejan en este sentido lugar a dudas.

En segundo término, vivimos ya en una época dominada y condicionada prioritaria y masivamente por el factor comunicación, estrechamente. unido al de la tecnología. Sólo de nosotros mismos dependerá que sepamos utilizar esta tecnología -cada vez más globalizada y al alcance de cualquier ciudadano particular para sacarle todo el provecho a nuestra plena e inmediata capacidad de comunicación.

En tercer término, España y Portugal han concluido sus procesos de integración Europa y cuentan por tanto, con una energía disponible: la utilizada hasta hace pocos años en el exclusivo y dominante empeño de nuestra in corporación a Europa. Cuentan además con una utilísima experiencia que pueden poner a disposición de los iberoamericanos, del otro lado del Atlántico, por vez primera en su historia seriamente comprometidos en procesos de integración regional y subregional.

Portugal y España se están esforzando seriamente por desviar la mirada de Europa -tan ombliguista siempre, afroasiática en ocasiones- hacia el continente americano. Gracias a este esfuerzo, -un 62% de la ayuda al desarrollo que reciben los países latinoamericanos procede de la Unión Europea, primer donante,en esas tierras.

En cuarto lugar, la comunidad iberoamericana cuenta y a, desde hace cinco años, con un foro político de singular importancia como son las cumbres iberoamericanas, cuya trascendencia y valor han quedao puestos de manifiesto recientemente en San Carlos de Bariloche, pese a las terribles profecías de fatalistas y agoreros, que nunca faltan.

Resulta de por sí muy importante y significativo aunque algunos parezcan no entenderlo, el hecho de que desde 1991, todos los años, se vengan. reuniendo los jefes de Estado y de Gobierno de los 2,1 países iberoamericanos. Más significativo aún el que puedan hablar de cuantos temas consideren de interés, plantear controversias, reunirse a puerta cerrada, programar encuentros bilaterales o aprobar documentos sobre cuestiones conexas con la comunidad iberoamericana o la internacional.

En un mundo como el actual, donde los enfrentamientos entre naciones se multiplican con pasmosa facilidad, ignorar la trascendencia de un foro de diálogo y encuentro como éste sería una frivolidad imperdonable. Pero resulta mucho más, alentador aún descubrir que ese foro no se detiene en las palabras -y nadie puede negar el valor de la palabra-, sino que pasa a los hechos y diseña programas de acción que van configurando el tejido de la cooperación iberoamericana, que en Bariloche ha quedado claramente recogido en un acuerdo firmado por todos los cancilleres iberoamericanos, sin excepción alguna.

Todos los países han percibido claramente, que ése es el camino que conduce a la consolidación del espacio iberoamericano: el de ir poniendo en marcha, solidaria y mancomunadamente, proyectos cuyo objetivo último sea el de estrechar las relaciones entre los distintos elementos que componen nuestras respectivas sociedades: escuelas, universidades, centros de fórmación profesional, estructuras administrativas y políticas, empresas, infraestructuras de comunicación y económicas y un largo etcétera. Así han ido surgiendo, y están ya en marcha, proyectos como el Fondo Indígena, la Televisión Educativa Iberoamericana, las becas Mutis, los programas de alfabetización, los de ciencia y tecnología para el desarrollo y tantos otros.

Y seguirán naciendo proyectos y seguiremos luchando por hacerlos realidad, así como por convencer a nuestras opiniones públicas y lograr que se entusiasmen con el proyecto iberoamericano, que se entreguen a él con la convicción de que es el más importante desafío que enfrentarnos cara al siglo XXI, un desafío que vale la pena vencer y superar. Lo que nos estamos jugando en el proyecto iberoamericano es nuestro propio futuro y nuestra identidad como nación.

José Luis Dicenta es secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica.

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