Crítica:TEATRO

Belleza literaria y teatral

Me importa un comino la innovación técnica o el descubrimiento de un género o la denominación de "antinovela" de Julio Cortázar en su Rayuela: me fascinan, en cambio, su escritura, su entrada en el ser, su acotación de una fauna humana, su visión de París y Buenos Aires, sus cuentos de amor y sexo y desesperación, sus expatriados y sus regresados. Me interesa mucho la manera en que Ricardo Monti, escritor, y Jaime Kogan, director, han conservado algo de todo esto en su adaptación teatral, y la manera en que han perdido otras cosas.Seguiría con el patrón del comino, para explicar lo poco...

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Me importa un comino la innovación técnica o el descubrimiento de un género o la denominación de "antinovela" de Julio Cortázar en su Rayuela: me fascinan, en cambio, su escritura, su entrada en el ser, su acotación de una fauna humana, su visión de París y Buenos Aires, sus cuentos de amor y sexo y desesperación, sus expatriados y sus regresados. Me interesa mucho la manera en que Ricardo Monti, escritor, y Jaime Kogan, director, han conservado algo de todo esto en su adaptación teatral, y la manera en que han perdido otras cosas.Seguiría con el patrón del comino, para explicar lo poco que me importa la dramaturgia. Entiendo que Rayuela está por encima de la "novelística", y que el teatro, hoy, va también más allá de la dramaturgia. No fue así en otros tiempos, cuando autor y dramaturgo formaban una unidad perfecta, natural; ahora el teatro ha sobrepasado los límites antiguos con los que, luchaba -y ésa era la dramaturgia: un recurso-.

Rayuela

De Ricardo Monti, sobre la novela de Julio Cortázar. Intérpretes: Raúl Rizzo, Virginia Innocenti, Héctor Veacon, Jean-Pierre Reguerraz, Felisa Yeni, Antonio Bax, Adriana Garibaldi, Marcelo Pozzi. Escenografía: Tito Egurza. Vestuario: Graciela Galán. Musicalización: Diego Kogan. Director: Jaime Kogan. Equipo Teatro Payró,Argentina. Festival de Otoño. Olimpia, 25 de octubre de 1995.

En esto, los creadores del teatro Payró han conseguido cuajar una representación excelente: de intérpretes, de luces, de escenografía. Buenos actores y actrices, con voz y presencia; buena forma de empastarlos a todos en la acción, que precisamente es lo contrario de la recomendada por los antepasados de las tres unidades.

Dos horas que no cansan

Sus dos horas no cansan. Sin embargo, en el texto hay una cierta oquedad: no está escrito para dicho, o para hablado. Hay escritores no teatrales que tienen un lenguaje que suena, y otros que no. El de Cortázar no tiene aquel privilegio, aunque tenga otro principal, que es el de la lectura. El acento o la pronunciación, y la imposibilidad de volver atrás, lo perjudican: no siempre se entiende bien, no siempre se descubren a tiempo las relaciones de los personajes.Hay otra imposibilidad, que es la creación oral de la evocación de ambientes, o de un ambiente concreto: el París de la posguerra larga. Es una novela culta de esa época, más valiosa si se recuerda o se está aún en las referencias de Patachou o el Hot Club y en una profundidad del tángo. Si no, no importa: se goza, de todas formas, de una belleza literaria y en este caso de una belleza teatral. Aunque este tipo de adaptaciones recuerden, inevitablemente, que hay unas limitaciones de espectáculo. A mí me da la sensación de que director y adaptador han trabajado con una cierta ansiedad al crear la obra, y que la necesidad de reposar sobre uno de las grandes creadores en la literatura española les ha supuesto una preocupación adicional.

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