Tribuna

Justificaciones paralelas

Una de las consecuencias trágicas de los GAL, y no de las menores, acabará siendo la carrera de justificaciones públicas, por la que se deslizan, primero de forma sutil y luego abiertamente, algunos de los acusados por el juez Baltasar Garzón. Nadie parece haber reparado en la coincidencia de este espectáculo de rasgos obscenos con la situación de los ciudadanos que en Euskadi piden la liberación de un rehén en manos de ETA bajo una lluvia de insultos y de piedras.Rafael Vera, por ejemplo, aprovechó para explicarse su salida de la cárcel el jueves, en libertad bajo fianza. Vera, ex secretario ...

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Una de las consecuencias trágicas de los GAL, y no de las menores, acabará siendo la carrera de justificaciones públicas, por la que se deslizan, primero de forma sutil y luego abiertamente, algunos de los acusados por el juez Baltasar Garzón. Nadie parece haber reparado en la coincidencia de este espectáculo de rasgos obscenos con la situación de los ciudadanos que en Euskadi piden la liberación de un rehén en manos de ETA bajo una lluvia de insultos y de piedras.Rafael Vera, por ejemplo, aprovechó para explicarse su salida de la cárcel el jueves, en libertad bajo fianza. Vera, ex secretario de Estado para la Seguridad, no es un inconsciente. No ignora que cuando es preguntado ante los micrófonos de la cadena SER por su opinión sobre los GAL y contesta "yo los entiendo" puede crear una corriente de simpatía entre parte de los oyentes, como pretende. Pero a centenares de miles de vascos sus palabras les recuerdan inevitablemente a otros que también "entendían" y siguen "entendiendo" el tiro a bocajarro y la bomba bajo el coche, aunque bajo otros colores y otras banderas.

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Vera ya había explicado, poco antes de ingresar en prisión, que "con la patria como con la madre, con razón o sin ella". También esta sinrazón les puede sonar conocida a los vascos pacíficos y razonables, que han soportado durante años las explicaciones "patrióticas" de ETA y sus seguidores. No habrá dejado de sorprender a muchos que, para eludir una pregunta sobre el pasado de Manuel Ballesteros -antiguo miembro de la siniestra Brigada Política Social y señalado como torturador por algunas de sus víctimas-, el antiguo numero dos del Ministerio del Interior asegure que "todos los españoles" colaboraron con la dictadura franquista.

Hasta la línea más nítida de la defensa pública de Rafael Vera guarda un trágico paralelismo con los cimientos justificativos del terrorismo de ETA. Quiere siempre dejar muy claro que él, a diferencia de Luis Roldán, por ejemplo, no se ha apropiado de fondos reservados, no ha robado. Pero una de las claves de la supervivencia de ETA es el convencimiento de una parte de la sociedad vasca de que la actividad delictiva -no menos criminal por su móvil político y carente en principio de aspiraciones de beneficio personal- convierte el terrorismo en un instrumento aceptable o, al menos, soportable.

Nadie negará a Vera su derecho a la defensa jurídica y política ni a la presunción de inocencia. Es él, en cambio, el que ofrece un espectáculo de aproximación ascendente hacia la idea de que si fuera condenado por participar en los GAL no debería arrepentirse ni avergonzarse de nada o, como mucho, de errores formales.

De ahí a jactarse con crudeza de que para acabar con una organización terrorista no se concibió mejor idea que montar otra financiada con los impuestos de los ciudadanos no hay más que un paso. Quizá los vascos que se enfrentan con ETA, algunos hace muchos años, agradezcan que el ex secretario de Estado se concentre en su defensa ante los tribunales, se olvide de darles consejos y deje de sugerir que, al fin y al cabo, los asesinos de los GAL estaban en la misma acera que los portadores del lazo azul. Justo lo que KAS y HB escupen.

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