UN MAESTRO DE HISTORIADORES

Un sabio de la cultura árabe hispana

Arabista, académico, catedrático, traductor y diplomático, Emilio García Gómez ha sido uno de los más destacados orientalistas españoles de todos los tiempos. Sus trabajos han supuesto no sólo una renovación de nuestro conocimiento de la cultura hispanoárabe sino también de la de otros países del mundo árabe.Nacido el 4 de junio de 1905 en Madrid, estudió en las universidades de Madrid y El Cairo. Con 25 años ganó la cátedra de Árabe de la Universidad de Granada, donde fue también el primer director de la escuela de Estudios Árabes. En 1935 se trasladó a Madrid, en cuya universidad sucedió a s...

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Arabista, académico, catedrático, traductor y diplomático, Emilio García Gómez ha sido uno de los más destacados orientalistas españoles de todos los tiempos. Sus trabajos han supuesto no sólo una renovación de nuestro conocimiento de la cultura hispanoárabe sino también de la de otros países del mundo árabe.Nacido el 4 de junio de 1905 en Madrid, estudió en las universidades de Madrid y El Cairo. Con 25 años ganó la cátedra de Árabe de la Universidad de Granada, donde fue también el primer director de la escuela de Estudios Árabes. En 1935 se trasladó a Madrid, en cuya universidad sucedió a su maestro Miguel Asín Palacios y donde fue profesor hasta su jubilación, en 1975. Era académico de la Historia, de la que fue director, y de la Lengua la Real Academia Española. Entre 1958 y 1969 fue embajador de España en Iraq, Líbano y Turquía.

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Sin embargo, García Gómez no era sólo un arabista, sino una persona de una amplia cultura, como mostraba en sus diversas colaboraciones en EL PAÍS sobre temas por lo general apartados de su especialidad, gran conocedor de Horacio, de Velázquez, de Gracián... y un brillante escritor, hasta el punto de que Laín Entralgo no duda en situarlo dentro de la Generación del 27.

A lo largo de su dilatada carrera, buscó poemas perdidos o poco conocidos, como sus Poemas arábigo-andaluces, que publicó en 1928 en la Revista de Occidente y que han sido reeditados muchas veces, o como Las jarchas romances de la serie árabe en su marco, en la que se agrupan los más antiguos poemas líricos del español. A todos ellos aplicó no sólo sus conocimientos como filólogo y su talento como crítico literario, sino la sensibilidad como traductor y la belleza de su castellano. En definitiva, a él le deberíamos la reconstrucción de la cartografía lírica de la cultura árabe hispana.

Divulgador de calidad

No sólo fue un erudito, sino un divulgador de gran calidad en sus estudios históricos como El siglo XI en primera persona. Las memorias de Abd Allah, último rey ziri de Granada, destronado por los almorávides 1090) o Foco de antigua luz sobre la Alhambra, en sus biografías y en sus ediciones anotadas como Todo Ben Quzman y Cinco poetas musulmanes.

Su labor fue también decisiva en las que él consideraba las tres grandes obras maestras en el mundo árabe oriental: El collar de la paloma, de la que él publicó la primera edición en los años cincuenta, la poesía de Ben Quzman, del siglo XII, que tradujo entero, y El filósofo autodidacto, novela filosófica, también del siglo XII, de Abentofail, de la que se ocupó en su tesis doctoral. Tampoco le fue ajeno el árabe actual, como por ejemplo en su bella traducción de Diario de un fiscal rural del escritor egipcio Tawfiq al Hakim, fallecido en 1987.

Su decisiva aportación a campos tan diversos le valió numerosos doctorados honoris causa de universidades nacionales, como las de Granada, Córdoba y Sevilla, y extranjeras, como las de Burdeos y ElCairo, entre otras, y premios como el Fastenrath que obtuvo en 1930, el Internacional Menéndez Pelayo (198 8), el Premio Internacional Bagdad 1985, el Premio Nacional de Historia (1989) y el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (1993).

Al cumplirse el 50 aniversario de su ingreso en la Real Academia de la Lengua, el 10 de febrero de 1993, esta institución le rindió un homenaje presidido por los Reyes de España en el que se le impuso la gran cruz de Alfonso el Sabio. Don Juan Carlos calificó a García Gómez como "un valor universal, del que se enorgullece la ciencia española en los campos del arabismo, de la literatura y de la historia". Por su parte la Universidad Complutense editó con este motivo un libro homenaje con diversos textos de una serie de académicos e historiadores relacionados con su obra.

En octubre de 1994, el Rey le otorgó el título de conde de los Alixares.

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