Crítica:TEATRO

Magia y amor

Dice Juan José Alonso Millán, en la antecrítica del prólogo, que reconoce que es un hábil constructor de teatro. Llegado ya el tiempo de la crítica, podría decírsele que no, que no lo es. Una obra de casi dos horas y media, cortada en dos partes y cada una de ellas en otras tres, con sus telones intermedios, no es una construcción hábil, sino más bien ilusa. Sobre todo, porque no sucede nada en todo ese tiempo. Una historia de amor entre los dos personajes, una fantasía de embrujamiento y un final desagradable y glacial en el que se rompe todo y en el que la protagonista resulta ser la asesina...

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Dice Juan José Alonso Millán, en la antecrítica del prólogo, que reconoce que es un hábil constructor de teatro. Llegado ya el tiempo de la crítica, podría decírsele que no, que no lo es. Una obra de casi dos horas y media, cortada en dos partes y cada una de ellas en otras tres, con sus telones intermedios, no es una construcción hábil, sino más bien ilusa. Sobre todo, porque no sucede nada en todo ese tiempo. Una historia de amor entre los dos personajes, una fantasía de embrujamiento y un final desagradable y glacial en el que se rompe todo y en el que la protagonista resulta ser la asesina de una viejecita por amor, no es materia suficiente.La paradoja que da base a la obra es reiterativa: el protagonista está favorecido por una. bruja, cuyo sortilegio consiste en que le salga todo bien, y que el golpe de suerte no cese; con lo cual es profundamente desgraciado: en la vida hay que triunfar por el propio esfuerzo, por la laboriosidad, etc. Mensaje de antigua moral

Un golpe de suerte

De Juan José Alonso Millán.Intérpretes: Vicky Vera y Manuel Tejada. Música, Manuel Alejandro. Escenografia, Enrico Serafini. Efectos, Manuel Torralba. Dirección, Alonso Millán. Teatro Muñoz Seca, 7 de febrero.

Para sostener una paradoja así durante tanto tiempo es preciso incurrir en continuas contradicciones. Se sabe que hay una lógica escénica, pero si se está apelando continuamente a esa lógica contra todo lo posible, el público se cansa. Y los actores lo sufren. En este caso Manuel Tejada y Vicky Vera trabajan con un naturalismo denodado que ayudaría al autor a mantener su empeño si ello fuera posible. Mantienen el diálogo con soltura, se pasean por los escarceos líricos y por los sexuales, y terminan con la disparatada solución final como si el texto no fuese con ellos.

No vi la obra en su estreno, sino el viernes, con medio teatro de buen público burgués y en edad de comprender estas formas de teatro que eran populares en otros tiempos, desde López Rubio y Calvo Sotelo a Mihura y Ruiz Iriarte. Les debió parecer la obra demasiado elevada, y ajena a los zurriagazos sociales contra el régimen y todo eso que hubieran esperado oír, y se mostraron mas bien fríos. Aunque, eso sí, enormemente atentos. Con muy buena voluntad.

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