Crítica:CLÁSICA

Los 60 años de Olavide

Más de 20 años vivió y trabajó en Ginebra el madrileño Gonzalo de Olavide, uno de los compositores-bandera de la actual escuela española. Cumple ahora 60 años y recibe diversos homenajes, especialmente en España y Suiza en donde le consideran como "uno de los suyos".La Fundación March y el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea se aprestaron a las celebraciones: el segundo con el encargo de Precipiten para violonchelo y piano, Y la primera con un concierto celebrado el martes. Tras una breve, sencilla y significativa ofrenda de Antonio Gallego, la pianista madrileña, residen...

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Más de 20 años vivió y trabajó en Ginebra el madrileño Gonzalo de Olavide, uno de los compositores-bandera de la actual escuela española. Cumple ahora 60 años y recibe diversos homenajes, especialmente en España y Suiza en donde le consideran como "uno de los suyos".La Fundación March y el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea se aprestaron a las celebraciones: el segundo con el encargo de Precipiten para violonchelo y piano, Y la primera con un concierto celebrado el martes. Tras una breve, sencilla y significativa ofrenda de Antonio Gallego, la pianista madrileña, residente en Alemania, Elisa Agudíez tocó la Sonata de la ricordanza (1975) y los Fragmentos imaginarios (1987), escritos para la Fundación-Albéniz en el centenario de Rubinstein. Agudíez puso en sus versiones gran empeño a fin de resolver las dificultades de ambas páginas y recibió muchos aplausos en unión de Olavide.

Homenaje a G

de OlavideE. Agudíez y J. Colom, pianistas; R. Ramos, violonchelista. Obras de Olavide. Fundación March. Madrid, 30 de noviembre.

El punto culminante de la tarde fue Precipiten, magistralmente interpretado por Josep Colom y Rafael Ramos. Tiene de común con las otras obras cierto carácter de "ejercicio de la memoria" pero la supera por su belleza sonora creada a través de una preciosa continuidad-discontinuidad. El diálogo y la fusión entre el violonchelo y el piano vencen la dicotomía que ambos instrumentos conllevan por su misma naturaleza. Al final tenemos la impresión de haber participado en una mágica experiencia afectiva plenamente actual y, a la vez, ausente de modismos y tics modernistas. Olavide habla su lenguaje conquistado a través de los años y hoy perfectamente natural, fluido y poético como una superposición de evocaciones abstractas en su estructura, su color y su dinámica.

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